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miércoles, 25 de febrero de 2015

De paseo por Valorio II.

El 20 de Mayo de 2011 el Bosque de Valorio fue declarado Zona Natural de Esparcimiento de Castilla y León por la Junta. Figura jurídica de protección para “enclaves de fácil acceso desde núcleos urbanos para proporcionar a la población lugares de descanso, recreo y ocio de un modo compatible con la conservación de la naturaleza”. Esta declaración lo protege de futuras actuaciones irregulares o perjudiciales o no, quién sabe…
En este bosque sigo paseando y, desde la anterior entrada sobre Valorio, he podido ver nuevos habitantes que podemos encontrar estos días en el bosque; me voy a centrar en algunos no muy comunes o muy raros de encontrar. El primero de ellos es un ave que nunca había visto en el bosque y que, en teoría, todavía no debía de estar en la península Ibérica pero que, seguramente, sea uno de esos ejemplares invernantes que pasan los meses más fríos entre nosotros, el torcecuello.
Hace unos días J. Alfredo Hernández, amigo y el mejor conocedor del bosque de Valorio y sus habitantes, descubrió la presencia de un torcecuello en Valorio. Al día siguiente de descubrirlo Alfredo fui a intentar verlo; después de más de una hora de buscar donde había sido visto, decidí marchar ya que no aparecía por ningún lado pero, en muchas ocasiones, suceden las cosas sin buscarlas, ni esperarlas, por entera sorpresa y casualidad, así fue, cuando, un par de días después, pasé por el lugar y, sin buscarlo, apareció.
Allí estaba. En el suelo. Comiendo. Mirlos comunes y estorninos eran compañeros de banquete de este desconfiado pájaro carpintero que comía agachado pero pendiente constantemente de lo que sucedía a su alrededor; se movía a pequeños saltos, como los mirlos pero no dejaba de mover la cabeza y estirarse de vez en cuando para observar todo lo que le rodeaba.
Es un pájaro carpintero atípico ya que no hace los nidos como los demás carpinteros picoteando el tronco de un árbol, ni apoya su cola en el tronco para mantener el equilibrio pero si tiene una larga lengua que le permite rebuscar en grietas de los árboles o en suelo, entre las hierbas, para comer su plato favorito, las hormigas, como estaba haciendo este que se movía por el jardín sin llamar la atención.
Mi primer recuerdo de un torcecuello es, como muchos otros, un recuerdo de infancia, de una infancia en la que el viernes por la noche estaba reservado para el capítulo de El Hombre y la Tierra del gran Félix Rodríguez de la Fuente, en uno de esos capítulos el torcecuello estaba metido en un tronco caído en el suelo y un turón se le acercaba; ahí descubrí el por qué de su nombre ya que cuando el turón se le acercaba, el torcecuello se movía adelante y atrás, se estiraba, se contorsionaba y encogía y retorcía la cabeza como si fuera una serpiente con lo cual el turón estaba totalmente desconcertado, tiempo suficiente para que el torcecuello saliera del tronco y escapara. (Los que no conocéis estas imágenes os recomiendo que lo veáis aquí). Este peculiar movimiento de cuerpo y cuello es un efectivo sistema de defensa pero también lo utiliza en el cortejo girando la cabeza unos 180º.
El torcecuello seguía comiendo. Sobre el verde del césped se veía perfectamente su color, si aún sobre el verde intenso es difícil de ver imaginaros cuando está en un árbol; es mimético, es una prolongación de la corteza. Sus colores pardos, negros y grises y su disposición le hacen ser un ave muy difícil de ver y de encontrar,  incluso cuando canta, lo estás oyendo pero no hay manera de localizarlo.
Ver un torcecuello en Valorio es muy complicado y, estas fechas, más todavía aunque como me comenta J. Alfredo Hernández con su voz tranquila y sosegada cada cierto tiempo se ve alguno en el invierno, espero poder ver a esta ave tan curiosa y hermosa algún día más por el bosque.
Muy cerca de donde se encontraba el torcecuello han estado un par de semanas un pequeño grupo de zorzales alirrojos.
El zorzal alirrojo es el más pequeño de los zorzales que tenemos y es, también, un ave muy hermosa. Es esbelto, elegante, inquieto, con una característica franja blanca sobre el ojo y el tono rojizo bajo sus alas. Siempre lo he visto en la misma zona, rebuscando incansablemente entre la hojarasca hasta localizar alguna lombriz que rápidamente se comía ya que estaba constantemente acosado por los mirlos que, superiores en tamaño y en número, rápidamente iban a quitarlo del lugar en el que estaba escarbando.
En el mismo lugar también se movían zorzales comunes que, al igual que los mirlos comunes, acosaban a los zorzales alirrojos en las zonas en las que rebuscaban; cuando el alirrojo se veía amenazado subía a la rama de un árbol y esperaba a que pasara el peligro ya fuera una persona o a que el mirlo o zorzal común se fueran.
Algo también curioso es que uno de esos días pude ver otro zorzal que nunca había visto en Valorio, el zorzal charlo que también estaba junto a los alirrojos y los comunes pero no lo he vuelto a ver.
Si he podido disfrutar de tres zorzales diferentes también, en el mismo día, pude ver cuatro de nuestros siete pájaros carpinteros: el pico menor, el pito real, el pico picapinos y el torcecuello; esta época es la mejor para verlos ya que los árboles están limpios de hojas y se localizan mejor (aunque no es fácil). 
Una auténtica gozada ya que los pájaros carpinteros me gustan especialmente quizás por la evocación bucólica de que mi abuelo era carpintero y, mucho tiempo de mi infancia y juventud, la pasé en su carpintería a orillas del Río Duero.
El picogordo es otro de los que comían cerca de donde se encontraba el torcecuello. Como digo muchas veces, Valorio es agradecido y siempre que bajas ves algo, más o menos, pero ves algo. 
Búho chico, agateador común, herrerillo, carbonero, lavanderas, mitos, moscones o petirrojos y colirrojos se pueden ver estos días moviéndose por el bosque. Incluso, viendo muy poco, pasear por el bosque siempre es una auténtica delicia. 

viernes, 30 de enero de 2015

Un paseo por el bosque de Valorio.

El bosque de Valorio es el bosque por el que paseamos o hacemos deporte muchos zamoranos. Bosque de unas 80 hectáreas y unos casi tres kilómetros de longitud situado en la misma ciudad de Zamora que a lo largo de los siglos ha ido cambiando sus usos. Desde la Edad Media se conoce su aprovechamiento forestal con replantaciones sucesivas hasta que en 1762 se plantaron los grandes pinos piñoneros que actualmente pueblan el bosque en su parte central.
Entre 1841 y 1852 se reforesta de nuevo y reacondiciona con la construcción del gran paseo de entrada, la Casa del Guarda, el estanque de Los Pinares y la Fuente del León en 1884 siguiendo las ideas románticas de la época. El bosque va perdiendo extensión a lo largo de los siglos y en 1927, con la llegada del tren, termina por configurarse su tamaño actual.
En este bosque hay una gran diversidad de vida que suele pasar desapercibida para la mayoría de la gente que pasea por sus caminos (según los datos de J. Alfredo Hernández, amigo y uno de los mayores conocedores del bosque, por no decir el mayor conocedor, 158 especies de vertebrados lo pueblan). En este bosque me gusta pasear, sobre todo en invierno, en los días de fuertes heladas que cubren el verde intenso que lo alfombra.
Un paseo por el bosque puede deparar un buen puñado de sorpresas que van apareciendo según avanzas entre sus pinos, junto al riachuelo que lo atraviesa o en sus laderas pero, como sucede en muchas ocasiones, hay días que ves muy poco y otros, en cambio, los avistamientos se suceden; así me ocurrió en mi último paseo por el bosque.
La tarde estaba soleada, hacía frío pero el sol era agradable e iluminaba los verdes, los marrones, los ocres y los grises que salpican el bosque.
De todas las aves que pude ver en esa tarde me gustaría destacar algunas de ellas, en primer lugar las tres que pude disfrutar de la familia de los pájaros carpinteros. Pájaros carpinteros que están íntimamente ligados a la madera ya que de ella consiguen alimento y en ella construyen sus nidos. Durante muchos años tuvieron la mala fama de "secar los árboles", nada más lejos de la realidad y que, definitivamente, se ha ido corrigiendo en los últimos tiempos.
En primer lugar el más pequeño, el pico menor, un pequeño habitante del bosque, es el más pequeño de todos los pájaros carpinteros que tenemos en la península ibérica, poco más grande que un gorrión, tan pequeño que pasa totalmente desapercibido en innumerables ocasiones. Tan pequeño que verlo no es nada fácil, es escurridizo y se adapta perfectamente al entorno en el que vive. Lo localicé por el sonido.
Un pequeño repiqueteo sonaba entre los árboles, por el sonido tan bajo, había muchas probabilidades que fuera un pico menor así es que me paré y esperé en silencio a ver de donde provenía; pasados unos minutos el suave repiqueteo volvió lo que me permitió moverme para localizarlo. Después de hacer varias veces la misma operación localicé al pequeño carpintero.
Allí estaba, picoteando en una fina rama, era un macho que se movía sin parar. Se adapta perfectamente al tronco del árbol, sus colores y su pequeño tamaño le hacen pasar casi totalmente desapercibido.
El pico menor ha bajado mucho en su población por varias razones, siendo las más importantes la perdida de su hábitat, la eliminación de troncos caídos y viejos y por malograrse muchas de sus puestas y polladas como le pasó a la pareja que estuve siguiendo esta primavera pasada que, después de dos puestas, no consiguieron sacar ningún pollo. 
El siguiente pájaro carpintero que pude ver, siguiendo su tamaño, fue el pico picapinos que, nuevamente localicé por el sonido de su repiqueteo en uno de los grandes pinos piñoneros de 253 años que se sitúan en el centro del bosque.
El pico picapinos golpeaba fuertemente con su peculiar pico que no tiene totalmente recto, sino que tiene una ligera curva para evitar que se rompa, de este modo transforma cada golpe que da en el árbol en una fuerza de empuje.
Pero si golpea tan fuerte, ¿cómo no le repercute en el cráneo? Esto sucede porque entre el pico y el cráneo está reforzado con un tejido esponjoso y tiene unos músculos que se tensan en contra del sentido de los golpes, de tal manera que absorberá la fuerza del impacto.
El siguiente fue el pito real, el más grande de los tres, que localicé también por el sonido pero esta vez por su fuerte reclamo que resuena en el bosque. 
El pito real es muy territorial y, en esta época, controla su territorio. Estos pájaros conviven con la misma pareja toda su vida permaneciendo separados hasta la época de cría en la que se juntan de nuevo.
Al verlo moverse por el tronco del árbol te das cuenta de que está perfectamente diseñado para vivir en vertical gran parte de su vida, está perfectamente adaptado, se agarraba al árbol con sus dedos dispuestos dos a dos, es decir, dos apuntan hacia adelante y dos hacia atrás, para agarrarse con facilidad, además de la cola tan corta y robusta que apoya contra el tronco para tener mayor estabilidad, es otro punto de apoyo.
Otro de los habitantes que me encontré fue uno ocasional, el picogordo que, en invierno, viene al bosque.
Es un ave curiosa, de cabeza voluminosa, pico grande y fuerte, cuello ancho y cuerpo grueso con alas relativamente cortas que se mueve cautelosamente de un árbol a otro o al suelo en busca de comida donde recogerá las semillas que pueda encontrar.
En su viejo hueco estaba el cárabo. Mimético. Está pero parece que no está. Asomado desde su atalaya. Dormido. Tranquilo. 
En su posadero diurno que cambiará en cuanto se acerque la noche, su día, su momento. Momento que comparte con otro de los habitantes del bosque de Valorio, el búho chico.
Esa tarde pude disfrutar de más habitantes del bosque de Valorio como esta preciosa lavandera blanca enlutada.
La noche se adueñaba poco a poco del día y las sombras comenzaban a engrandecerse por momentos, era hora de marchar, de abandonar este precioso bosque hasta otra ocasión en la que podré disfrutar de sus habitantes que seguían moviéndose en el declinar de la tarde; según marchaba iba recapitulando  algunos de los habitantes del bosque que había podido disfrutar como el mosquitero común, el colirrojo tizón, algún petirrojo, varios zorzales comunes y alirrojos, una preciosa lavandera cascadeña, los fijos mirlos comunes además de herrerillos y carboneros comunes, o algún ánade azulón que se movía por el riachuelo, sin olvidarme del pinzón vulgar, el estornino negro y el gorrión común. Todos habitan este precioso y entrañable bosque que muchos zamoranos llevamos muy dentro de nosotros desde muy pequeños.
En el blog podéis encontrar anteriores entradas sobre el bosque como estas dos que podéis ver pinchando en las siguientes imágenes.
Esta primera habla un poco de la historia y características del bosque.
La segunda es sobre el búho chico y "sus armas".
Espero que los que no las conozcáis las disfrutéis como lo hago yo cuando voy a pasear por sus caminos.

lunes, 19 de mayo de 2014

El agujero del pico menor.

Llevo varias semanas siguiendo las evoluciones de una pareja de pico menor en su nido, por supuesto sin causarles ninguna molestia y tomando las precauciones necesarias algo que se debe de hacer siempre ya que las molestias en el periodo de cría pueden causar muchos problemas e incluso el abandono de la pollada. Es apasionante ver como van evolucionando, como cada día que voy sucede algo nuevo, algo diferente.
En España tenemos siete pájaros carpinteros: pito real, pito negro, pico picapinos, pico menor, pico dorsiblanco, torcecuello y pico mediano. De todos ellos, el pico menor es el más pequeño, poco más grande que un gorrión, tan pequeño que pasa totalmente desapercibido en innumerables ocasiones. Tan pequeño que verlo no es nada fácil, es escurridizo y se adapta perfectamente al entorno en el que vive.
Durante todo el invierno llevo viéndolos en el bosque de ribera en el que viven y estaba deseando que llegara la época de cría para intentar localizar donde tenían el nido y sus evoluciones; la suerte me sonrió cuando mi amigo Fernando García y su mujer Alegría dieron por casualidad con su ubicación. Allí estaba el pequeño agujero.
Macho asomado.
El agujero se encontraba situado en un viejo árbol muy cerca del río; el lugar era perfecto para ellos, chopos y álamos seguían la orilla del riachuelo que fluía con su agua limpia mientras sus habitantes se movían inquietos de un lugar a otro; los estorninos negros ya tenían sus polladas, los carboneros se afanaban en sus nidos, los pitos reales reclamaban en lo alto de los árboles mientras una oropéndola cantaba sin cesar y los ruiseñores comunes competían por ver quién entonaba mayor variedad de notas y trinos, el pequeño chochín se movía nervioso de arbusto en arbusto según se oía el hermoso canto del cárabo y el repiquetear de los picos picapinos. Este es el hogar del pico menor, el hogar de nuestros protagonistas, una pareja de pico menor que han construido su nido en este enclave. 
Macho a la entrada del nido y hembra en el lateral del tronco.
Durante los primeros días tuvieron un trajín constante de entradas y salidas del nido. El macho estaba trabajando en él, estaba terminando el agujero en el que sus pequeños nacerían. Entraba rápidamente y picoteaba en su interior. Se le veía moverse dentro y salir con el pico y la cara llena de pequeñas virutas de madera que indicaban lo que estaba haciendo; por el contrario, la hembra entraba muy pocas veces y se limitaba a apoyarse en el tronco y observar o quedarse en árboles cercanos desde los que no perdía detalle para, pasado cierto tiempo, entrar en el agujero a modo de pequeña supervisión pero nunca salía con virutas en la cara, por lo que no trabajaba dentro, no picoteaba, seguramente acondicionara su interior, le daría su toque definitivo.
Macho en el interior trabajando en su construcción.
Al cabo de los días las entradas y salidas se espaciaron considerablemente. Entraba el macho y salía la hembra o al revés, lo hacían rápidamente, sin permanecer como las semanas anteriores apoyados en el tronco. Llegaba el macho y nada más que la hembra notaba que estaba en la entrada del agujero salía rápidamente para dejar que entrara y, al revés, exactamente igual. Estaban incubando.
Cada media hora, aproximadamente, se tomaban el relevo; siempre estaba uno de los dos en el nido, había que defenderlo ya que los peligros pueden venir de muy cerca; el pito real o el pico picapinos suelen atacarlos e intentar reventar el nido del pico menor picoteando la entrada o la zona en la que creen que están los huevos o los pequeños pollos; si os fijáis por debajo del agujero hay unos cuantos agujeritos de un atacante que ha intentado llegar a la cámara cual "ladrón de tumbas". Cuando esto sucede el pequeño pico menor se transforma y defiende ferozmente su nido y pollada con ataques en picado al atacante hasta conseguir hacerle huir.
Macho de pico menor observando las evoluciones de un vecino.
Los pequeños agujeros por debajo del nido son las marcas de un ataque.
Los días pasaban y la vida a su alrededor proseguía lenta pero sin pausa; los pollos de los estorninos pedían si cesar mientras un escurridizo ruiseñor bastardo cantaba entre las zarzas y la pareja de pico menor seguía con su actividad hasta que un día, la hembra, y sólo la hembra, en algunas ocasiones venía con ceba en el pico; ¿tendrían pollos? ¿habrían nacido los pequeños?
Hembra con una larva en el pico.
Continuará.

sábado, 2 de marzo de 2013

En el territorio del lince III.

Esta nueva entrada acerca del territorio del lince va a ir dedicada a los pequeños pájaros que pueblan los montes, los valles y los roquedos de esa magnífica sierra que rebosa vida por los cuatro costados. Evidentemente hay más de los que voy a enumerar pero hablaré de los que pudimos disfrutar a lo largo de los días en los que buscábamos al gran gato rabón.
Pito real cantando.
Entre los más comunes y escandalosos pudimos ver a los rabilargos, los pitos reales y las urracas. Los primeros son muy abundantes y vistosos, los segundos estaban reclamando constantemente y las terceras son un indicador que no hay que despreciar cuando buscas al lince ya que en muchas ocasiones te pueden indicar donde está el tan deseado y buscado lince ibérico.
Rabilargos buscado de comer.
Perdiz roja.
Otras que estaban como locas cantando eran las perdices. Constantemente se oían los canticos de los machos subidos en alguna peña o se veían parejas corretear entre las hierbas.
Entre las currucas pudimos ver y disfrutar de la curruca cabecinegra, la capirotada y la rabilarga que se movían constantemente entre los arbustos y los árboles.
Curruca cabecinegra.
Curruca rabilarga.
Los herrerillos comunes y capuchinos, verderones, verdecillos, las tarabillas comunes, los carboneros comunes y garrapinos, mosquiteros y pinzones comunes o los petirrojos no paraban de cantar y moverse sin descanso como si les hubieran dado cuerda.
Carbonero.
Hembra de tarabilla común.
Macho de tarabilla común.
Pinzón común.
Petirrojo.
Herrerillo capuchino.
El comienzo de la primavera tenía alterados a muchos de los habitantes de la sierra que marcaban territorios o buscaban pareja desesperadamente.
Las chovas piquirrojas chillaban por encima nuestro o se posaban en los roquedos cercanos y el roquero solitario se exhibía orgullosamente sobre las rocas mientras un zorzal charlo nos miraba entre intrigado y sorprendido.
Roquero solitario.
Zorzal charlo.
La vida se movía sin descanso. El cántico de los pájaros, sus colores o sus vuelos acrobáticos nos dejaban impresionados ante tal cantidad de biodiversidad. Las muy abundantes palomas torcaces pasaban en buenos bandos o los estorninos negros y pintos o los solitarios mirlos comunes se mostraban sin descanso.
Abubilla.
De alguna abubilla, triguero, mito, avión común y roquero también pudimos disfrutar en este sin fin constante de pájaros y más pájaros que aparecían y desaparecían tanto donde nos encontrábamos apostados como en los caminos hasta llegar allí.
Triguero.
Más de cuarenta pájaros diferentes pudimos observar y disfrutar. Pájaros que viven en el territorio del lince, un lugar privilegiado y hermoso que tenemos la responsabilidad de conservar.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Pico menor y pito real.

La verdad es que cuando menos te lo esperas aparece algo especial, algo diferente. Así me ocurrió el pasado fin de semana cuando en uno de mis paseos por el río Duero a su paso por Zamora me encontré con el más pequeño de los pájaros carpinteros, el pico menor.
Hembra de pico menor.
Este pequeño pájaro carpintero lo he visto en unas cuantas ocasiones en el bosque de Valorio, por lo tanto, verlo a la orilla del río, me sorprendió gratamente y me hizo mucha ilusión.
En España tenemos siete pájaros carpinteros: pito real, pito negro, pico picapinos, pico menor, pico dorsiblanco, torcecuello y pico mediano. De todos ellos, el pico menor es el más pequeño, poco más grande que un gorrión, tan pequeño que pasa totalmente desapercibido en innumerables ocasiones. Tan pequeño que verlo no es nada fácil, es escurridizo y se adapta perfectamente al entorno en el que vive.
La mañana estaba bastante fresca. La helada se dejaba sentir en árboles, hierbas y rocas que se teñían de un manto blanco que le daba un aire encantado a la ciudad. Las murallas resguardaban del sol los amplios jardines en los que deambulaban un grupo de picogordos que se movían de árbol a árbol o los pinzones comunes que bajaban al suelo a picotear mientras algún herrerillo hacía equilibrios en las finas ramas y un carbonero cantaba poseído por la fiebre de la incipiente llegada de la primavera en lo alto de un árbol. Poco a poco me acerqué hasta el río Duero donde los azulones ya están emparejados e incluso alguna hembra ya incubaba a sus futuros retoños. 
Nada más llegar llamó mi atención un pequeño pajarillo que se movía inquieto en un árbol cercano. ¿Qué era? Me acerqué despacio y lo pude ver con claridad. Era una hembra de pico menor que se afanaba en buscar en la corteza del árbol. Se movía inquieta y se mimetizaba perfectamente con la corteza, la cual golpeaba fuertemente de vez en cuando.
Tanto el pico menor como cualquiera de los otros pájaros carpinteros están íntimamente ligados a la madera ya que de ella consiguen alimento y en ella construyen sus nidos. Durante muchos años tuvieron la mala fama de "secar los árboles" algo nada más lejos de la realidad y que, definitivamente, se ha ido corrigiendo en los últimos tiempos.
La hembra no paraba quieta. De rama en rama. De árbol a árbol cuando, de repente, apareció un macho, con su característico color rojo en la parte alta de la cabeza, que se unió a los quehaceres de la hembra. Pronto comenzarán su cortejo y ya se están empezando a emparejar.
Macho con su típica mancha roja en la parte de arriba de la cabeza.
El pico menor ha bajado mucho en su población por varias razones, siendo las más importantes la perdida de su hábitat, la eliminación de troncos caídos y viejos y por malograrse muchas de sus puestas y polladas. 
Actualmente se considera que en España hay unas 5.000 parejas y estaba observando una de esas parejas que se seguían uno a otro, iban juntos de un árbol a otro pero nunca estuvieron uno al lado del otro. Algo más de cuarenta y cinco minutos estuve observándolos en sus movimientos. Sus subidas y bajadas. Sus golpeteos contra los troncos, golpeteos que la hembra hacía muchas más veces que el macho, al que solamente lo vi golpear con su pico la corteza del árbol en una ocasión. Pasado ese tiempo, desaparecieron. Se marcharon volando, juntos. Espero volver a verlos en alguna otra ocasión por esa zona.
Unos días antes de ver al pico menor pude disfrutar del pito real, otro de los pájaros carpinteros que tenemos en España. Este es mucho mayor que el pico menor, el cual pude ver en el bosque de Valorio donde hay una buena población.
En esta ocasión estuve observando a un macho que no paraba de reclamar. Los pitos reales son muy territoriales y en esta época controlan su territorio y llaman a las hembras. Estos pájaros conviven con la misma pareja toda su vida permaneciendo separados hasta la época de cría en la que se juntan de nuevo.
Observaba como este precioso macho (se diferencia de la hembra por las bigoteras rojas) reclamaba con la cabeza levantada, dispuesto a lanzar otro chillido, repiquetear en el árbol o salir volando hasta otro diferente como así hizo y pude ver como se lanzaba como un pequeño misil contra otro pito real que había osado entrar en su territorio. Lo expulsó de una manera rápida y agresiva.
Esta bajada de la rama más alta me permitió verlo mejor. Verlo en todo su esplendor. Ver como está diseñado perfectamente para la vida en los árboles. Verle como se agarraba al árbol con sus dedos dispuestos dos a dos, es decir, dos apuntan hacia adelante y dos hacia atrás, para agarrarse con facilidad y esa cola tan corta y robusta que apoya contra el tronco para tener mayor estabilidad y otro punto de apoyo.
El pito real estaba eufórico. Había expulsado a un intruso, a un rival. Se le veía precioso con sus tonos verdes, amarillos y rojos,
Al momento volvió a la parte alta de su árbol predilecto. Subió por el tronco en busca de una buena posición para controlar y avisar al resto de machos que están en su territorio, que esta zona es suya y no va a tolerar a ningún intruso.
Según subía se paró a media altura y comenzó a golpear el tronco con movimientos rápidos y continuos como si fuese una pequeña perforadora. Estaba buscando comida. Golpeaba fuertemente con su peculiar pico que no tiene totalmente recto, sino que tiene una ligera curva para evitar que se rompa, de este modo transforma cada golpe que da en el árbol en una fuerza de empuje.
Pero si golpea tan fuerte, ¿cómo no le repercute en el cráneo? Esto sucede porque entre el pico y el cráneo está reforzado con un tejido esponjoso y tiene unos músculos que se tensan en contra del sentido de los golpes, de tal manera que absorberá la fuerza del impacto.
En esta fotografía se le puede ver con el párpado cerrado.
Después de hacer algunos agujeros introdujo parte de su pico en el tronco y comenzó a comer. Este pájaro come de una forma muy curiosa ya que del pico saldrá una lengua larga y viscosa que meterá por huecos, fisuras y agujeros en busca de larvas, también lo he visto en algunas ocasiones comer en el suelo, sobre todo en zonas con hormigas.
Observar los pequeños agujeros que iba haciendo en el tronco.
Por ellos introducía el pico para buscar comida.
Cuando terminó de comer subió de nuevo a lo alto del árbol donde continuaron sus reclamos constantes. Orgulloso. Altivo. Elegante. Allí lo dejé. En lo alto de su árbol. Controlando.  Exhibiéndose.
El pico menor y pito real son dos preciosas y curiosas aves de nuestra fauna que podemos observar muy cerca de nuestras casas. Todo un placer.