Mostrando entradas con la etiqueta cierva. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cierva. Mostrar todas las entradas

domingo, 13 de agosto de 2023

La mirada de las ciervas.

Las ciervas siempre atentas, siempre pendientes de todo lo que sucede a su alrededor, siempre velando por la seguridad de su familia. Observan. Miran profundo. Analizan la situación y ante cualquier indicio de alarma huyen por la mejor salida posible.
Las hembras se mueven en grupos familiares con una hembra líder, que suele ser la mayor y, por lo tanto, la más experta. Junto a ella irán sus crías de los últimos dos o tres años. Incluidos los machos jóvenes de menos de dos años. Esa hembra es la que decidirá por donde hay que moverse, comer e incluso hacia donde hay que huir ante la presencia de un depredador.
Asoman la cabeza. Vigilan. Salen. Caminan despacio comiendo y vigilando por turnos. Unas comen y otras vigilan. Avanzan hacia las zonas bajas a comer la fresca hierba y a saciar su sed. Un ruido las alerta. Rápidamente levantan la cabeza ante el sonido de alarma de la vigía.
Siempre que hablamos de ciervos sucede lo mismo. Solamente se habla de los machos. Que si es muy grande o muy pequeño. Que si vaya cornamenta tiene. Que si tiene tantas puntas. Siempre se habla de los machos y no nos damos cuenta que las ciervas tienen una grandísima importancia. Un buen amigo siempre dice que la base de la población de ciervos de la sierra son las hembras y si algo le pasa a ellas se resiente todo el ecosistema. Y no le falta razón.
Pero alguien dirá que si faltan machos también afecta. Estará en lo cierto pero la falta de machos se notaría menos. Hay que tener en cuenta que con pocos machos se quedan preñadas muchas ciervas pero si hubiera muchos machos y pocas ciervas, habría un problema de nacimientos. Solamente nacerían tantos cervatillos como el número de hembras que hubiera, eso si se llegara a buen término en todos. Por lo tanto es mucho más preocupante la bajada de la población de ciervas.
En esta época muchas ciervas todavía están solas ya que la que ha tenido a su cervatillo permanecerá un tiempo separada del grupo, cuidándolo, atendiéndolo, velando por su seguridad. Cuando la cría tenga fuerzas suficientes se unirá al grupo familiar que no andará muy lejos ya que esperarán a la hembra y al nuevo miembro de la familia en las cercanías.
Vigilan. Comen. Cuidan. Observan. La mirada de las ciervas siempre atenta. Siempre vigilante en la inmensidad de la sierra.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Las ciervas. La noche. El lobo.

El sol se esconde temeroso y la noche comienza su andadura. Las sombras se van adueñando del bosque y los animales comienzan a salir. Los ciervos han pasado todo el día encamados, descansando. Es el momento de comenzar una nueva jornada.
Los grupos de ciervos dirigidos por la hembra mas vieja comienzan a asomar de la profundidad del pinar o de la espesura del matorral que los ha protegido durante todo el día. 
Las hembras se mueven en grupos familiares con una hembra líder, que suele ser la mayor y, por lo tanto, la más experta. Junto a ella irán sus crías de los últimos dos o tres años. Incluidos los machos jóvenes de menos de dos años. Esa hembra es la que decidirá por donde hay que moverse, comer e incluso hacia donde hay que huir ante la presencia de un depredador. 
Salen cautelosos. Tranquilos. Su enemigo no está lejos. Hay que tener cuidado. Un descuido o una imprudencia la pueden pagar con su vida. El lobo no perdona y si ve una oportunidad la aprovechará sin dudarlo. 
Asoman la cabeza. Vigilan. Salen. Caminan despacio comiendo y vigilando por turnos. Unas comen y otras vigilan. Avanzan hacia las zonas bajas a comer la fresca hierba y a saciar su sed. Un ruido las alerta. Rápidamente levantan la cabeza ante el sonido de alarma de la vigía. Un poderoso jabalí sale de la espesura. 
Jabalí que seguirá casi los mismos pasos que el grupo familiar de ciervas. Se tranquilizan. No hay peligro. Continúan saliendo de la espesura. Anochece. La sierra se tiñe de negro. La noche avanza. El día muere. Las estrellas brillan.
Siempre que hablamos de ciervos sucede lo mismo. Solamente se habla de los machos. Que si es muy grande o muy pequeño. Que si vaya cornamenta que tiene. Que si tiene tantas puntas. Siempre se habla de los machos y no nos damos cuenta que las ciervas tienen una grandísima importancia. Las ciervas son más importantes de lo que pensamos. Un buen amigo siempre dice que la base de la población de ciervos de la sierra son las hembras y si algo le pasa a ellas se resiente todo el ecosistema. Y no le falta razón.
Pero alguien dirá que si faltan machos también afecta. Estará en lo cierto pero la falta de machos se notaría menos. Hay que tener en cuenta que con pocos machos se quedan preñadas muchas ciervas pero si hubiera muchos machos y pocas ciervas. Habría un problema de nacimientos. Solamente nacerían tantos cervatillos como el número de hembras que hubiera, eso si se llegara a buen término en todos. Por lo tanto es mucho más preocupante la bajada de la población de ciervas. 
Ha salido todo el grupo. Suben la pequeña loma comiendo la fresca hierba. La noche las abraza definitivamente. El influjo de la luna cae sobre los habitantes de la noche que van surgiendo entre sombras.
Un precioso vareto, ciervo macho al que le ha crecido su primera cuerna, me mira entre curioso y expectante. Es noche cerrada. Comienza su jornada. Comienza una noche llena de peligros. Comienza su jornada diaria. Comienza la supervivencia.
Amanece. La noche llega a su fin. Han sobrevivido otra jornada mas pero el lobo sigue ahí. Buscando. Observando. Esperando una oportunidad. Oportunidad que siempre llega. El lobo es paciente. Cuidados. Meticuloso. Sabe esperar y sabe aprovechar la oportunidad que se le brinde.
El lobo sabe donde están las ciervas. Sabe cuando atacarlas. Sabe sus puntos débiles. Sabe como capturarlas. Viene hacia ellas. Las busca. Hoy tiene un encuentro inesperado. Nos hemos encontrado en la misma curva. Yo bajaba y él subía. Nuestras miradas se cruzaron unos instantes que parecieron congelar el tiempo. Instantes en los que nuestra sorpresa era palpable. Instantes en los que el tiempo parecía avanzar mas lento. Instantes en los que el lobo fue más rápido y saltó a la cuneta para desaparecer; se lo tragó el brezal pero estaba ahí. Lo noto. Noto su presencia. Noto su mirada. No lo veo pero él a mi si. 
Detrás de mi asomó una cierva que estaba pendiente del lobo; yo era inexistente para ella. Cuando el lobo desapareció entonces me miró, se dio media vuelta y continuó su camino con sus dos pequeños hacia la espesura del bosque. 
El hecho de tener dos crías puede ser debido a dos razones. La primera es que las dos sean suyas, algo que sucede en muy raras ocasiones. La segunda es que la segunda cría la haya adoptado. 
Hace un tiempo pude observar como cuatro lobos planearon y llevaron a cabo una emboscada a una cierva con su cría. El resultado fue que la cierva, protegiendo a su cría, se interpuso entre el lobo y su pequeña. La hembra adulta murió y la cría quedó sola. Esas crías solas, en la mayoría de las ocasiones, son aceptadas por otra hembra que tenga su propia cría. Cuidará de las dos. Protegerá a las dos. Enseñará a las dos todo lo que deben de saber para poder sobrevivir en la sierra. Si no fuera adoptada no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir. Moriría.
La cierva se ocultó seguida por sus pequeños. El resto del grupo familiar fue apareciendo tranquilo, ajenos a la situación que se acababa de vivir. El lobo había desaparecido pero seguirá ahí. Las ciervas nunca bajarán la guardia. Su vida les va en ello.
Vuelven al bosque. Vuelven a la espesura de los brezos y carqueixas. Vuelven a encamarse. El día ha llegado a su fin y el sol comienza a calentar en la sierra. Han sobrevivido una noche mas.

martes, 21 de julio de 2020

La cierva.

Un momento especial es aquel que te impacta por algún motivo concreto, ya sea por su espectacularidad, rareza o situación poco común. Hace unos días pude vivir uno de esos momentos que te regala la naturaleza de vez en cuando.
Una preciosa cierva comía tranquilamente al borde una pequeña laguna. Su tranquilidad, sosiego y templanza era absoluta. Me miró y siguió a lo suyo, a lo mas importante, necesitaba comer; una pequeña cría le esperaba en la espesura del robledal. Necesitaba alimentarse bien para poder cuidar de su pequeño.
En ningún momento me consideró una amenaza. De vez en cuando levantaba la cabeza, sin dejar de comer, me miraba profundamente y sus orejas, en busca de cualquier sonido de alerta que sus ojos no vieran, se dirigían hacia donde me encontraba, eran como dos antenas parabólicas en busca de una señal invisible.
Comía. La hierba fresca junto a la pequeña laguna temporal era muy nutritiva, le vendría muy bien para estar fuerte y así poder seguir criando a su pequeño cervatillo y para poder intentar protegerlo de los depredadores que, en esta época del año, buscan las pequeñas crías de ciervo o corzo para poder alimentar a las suyas propias.
El momento fue especial. Muy tranquilo, relajante y maravilloso. Me marché y allí quedó. Tranquila. Confiada. En ningún momento la molesté ni me consideró un peligro. Su vida seguía, había visto un humano que la respetaba.

jueves, 26 de septiembre de 2019

10.620 visitas en un mes...Gracias.

Muchas gracias a todos. El pasado mes de agosto este humilde blog consiguió su record de visitas en un sólo mes: 10.620 visitas son todo un orgullo y una satisfacción enorme. Gracias a todos los que sois visitantes fijos, a los ocasionales y a los esporádicos. Gracias a todos porque alentáis la tarea de seguir llevando un blog con la mayor ilusión posible en unos tiempos en los que los blogs están de capa caída; las redes sociales, la inmediatez, han hecho que, poco a poco, magníficos blog que han sido referencia y guía, vayan desapareciendo. Todo cambia muy deprisa, quizás tan deprisa que muchas veces nos lleva por delante. Gracias a todos.
La mejor manera de agradeceros todas estas entradas es con diferentes historias ocurridas, precisamente, en ese mes de agosto; pequeñas historias, de animales sencillos que viven en nuestros bosques, ríos y campos, animales que no conformarán grandes noticias ni portadas pero son tan importantes como el que más, aunque no tengan tanta fama ni parangón mediático.
En la primera historia la protagonista es una liebre. Todo el mundo conoce como es pero cuando se la enseñas y tu hija la ve por primera vez, es un momento verdaderamente especial. Así ocurrió una tarde de agosto en la que apareció muy cerca de nosotros.
Anochecía y las largas orejotas la delataron entre las hierbas agostadas. ¿La veis? Pregunté, no, ¿Dónde está?, me respondieron. Ahí. Un gran sí de emoción se esbozó en una pequeña carita que la miraba sorprendida, la había visto.
La playa de Villardeciervos estaba llena de gente que permanecía al margen de un enorme lagarto ocelado que se dedicaba a comer las sobras de la comida de los humanos que habían estado por su territorio.
¿Nadie lo veía? ¿Cómo era posible? Era un hermoso lagarto ocelado que se estaba poniendo morado a jamón serrano. Él comía. Yo lo observaba. ¡Qué difícil es ver! ¿Por qué no nos enseñan a ver? Hay tantas cosas hermosas que poder descubrir y apreciar en la naturaleza…
El ratón de campo, ese minúsculo roedor que es la base de la alimentación de gran cantidad de animales. Ese minúsculo roedor que se caricaturiza y dibuja en numerosas series y películas. A ese pequeño roedor también lo vio mi hija por primera vez y, fue ella, quién lo descubrió y me llamó corriendo para que fuera a verlo mientras comía tranquilo.
Nos sentamos muy cerca y le expliqué lo que estaba haciendo. Ella lo miraba curiosa. Lo miraba sorprendida. Lo había descubierto ella.
Otro momento mágico fue el encuentro con una cierva a muy poca distancia. No me lo podía creer. Estaba comiendo en la misma cuneta. Paré el coche en un camino cercano. Me bajé con mucho cuidado y me acerqué.
La cierva ni se inmutó. Siguió comiendo. Nos separaban tres metros escasos. Comía tranquila. Me senté y me quedé absorto mirándola. No me temía. Lentamente se separó hasta los siete u ocho metros, entre las escobas y siguió comiendo. Ahí levanté la cámara y la fotografié, antes, simplemente disfruté del momento.
¿Y qué decir cuando tu hija ve un grupo familiar de lobos? Eso es tan especial qué, seguramente, tenga una entrada propia.
Podría seguir contando más y más encuentros diferentes con los que la naturaleza nos brinda, con los que la naturaleza nos obsequia. Disfrutarlos. Simplemente hay que disfrutarlos y apreciarlos. Gracias a todos por estar ahí.

domingo, 12 de agosto de 2012

Faltó el lobo.

Estoy terminando mi estancia en Puebla de Sanabria y ahora que tengo un poco más de tiempo salgo al campo para intentar ver, sobre todo, al lobo, algo que este año está resultando bastante complicado aunque, de vez en cuando, alguno se ve pero menos de lo que uno quisiera.
Hay veces que sales al campo y no ves absolutamente nada o muy poco, aún estando en un buen lugar; no hay suerte y no se ve nada pero otros días pasa lo contrario, es decir, no paras de ver animales estando en los mismos lugares y a las mismas horas. El campo es así y así hay que admitirlo, sabiendo y asumiendo que muchas veces no ves casi nada. La verdad es que no me puedo quejar ya que fue una mañana muy aprovechada y con un buen número de sorpresas.
Todavía no habían salido los primeros rayos de sol cuando iba por la carretera y casi en mitad de la misma apareció un animal atropellado. Su postura no me permitía ver bien lo que era y me asaltó la duda que pudiera ser un cachorro de lobo, algo que por desgracia sucedió no hace muchos días muy cerca de donde me encontraba. Así es que paré y bajé a ver que pobre animal había sido atropellado. Era un zorro. Había sido atropellado no hacía mucho porque todavía estaba caliente. Siempre que me encuentro con un animal atropellado me da mucha pena pero además a este zorro lo había visto muchas veces en esta zona ya que venía aquí en busca de topillos y gazapos de conejos que abundan a ambos lados de la carretera. La verdad es que los zorros son uno de los animales que más veces encuentro atropellados.
Cierva al amanecer.
Continué y las primeras ciervas con sus crías de este año y el pasado aparecieron comiendo tranquilamente en los claros del bosque. En la entrada anterior hablé de su importancia, algo de lo que cada vez estoy más convencido. Las ciervas rápidamente levantaron las orejas y sopesaron el peligro que podía suponerles y cuando consideraron que la distancia comenzaba a ser comprometida, dieron la vuelta y se fueron tranquilamente, sin correr, simplemente se fueron más lejos y siguieron comiendo tranquilamente.
El amanecer en la sierra tiene una halo de misterio que recorre las venas y, si además, en ese momento, aparecen dos grandes ciervos y te miran, la sensación es mágica.
Preparando armas.
Poderosos. De mirada dulce pero cautelosa dirían unos. Desafiante o temerosa dirían otros. Levantaron la cabeza entre las escobas y me miraron curiosos y expectantes. Sus poderosas cuernas estaban en el momento en el que la borra está a medio desprender. Son como dos poderosos guerreros que preparan sus armas para el combate. Su combate está próximo. La berrea se acerca y deben de estar preparados para intentar derrotar a sus oponentes para conseguir el favor de las hembras.
Las luchaderas todavía recubiertas por la borra y el resto de la cuerna a girones de restregarse en escobas y árboles para desprenderse de una capa que ya les sobra y, además, en este momento, les pica, por lo que se arrascan y restriegan para desprenderla y así dejar la cuerna limpia y afilada. Preparada para la batalla.
Hace años hicimos un campamento cuyo tema eran los vikingos y en él salió la expresión, conocida por todos, “ponerle los cuernos”. Su origen proviene de la época vikinga, siglo X, en el que cuando una mujer llevaba esperando tres años a su marido que se había embarcado en una expedición y no volvía. Tenía el derecho de volver a casarse, para lo cual, todo el mundo debía de saber que buscaba pretendiente de nuevo. Lo hacía de una manera muy sencilla y visible. Ponía una cornamenta de ciervo encima de la puerta de su cabaña y así indicaba que podían cortejarla. Luego ella decidiría su nuevo marido entre los pretendientes. Si por algún motivo volvía el marido cuando ella se había comprometido con otro, el que había vuelto tarde, perdía todos sus derechos y el nuevo seguía con ella. De ahí viene la expresión “le pusieron los cuernos”.
Un nuevo habitante del bosque se cruzó en mi camino. Un zorro que caminaba sigiloso se paró, me miró, dio media vuelta y siguió su camino.
Zorro muy al amanecer, casi de noche, en la sierra.
El zorro es un animal listo, inteligente y un oportunista que aprovechará todo lo que se encuentre en su camino lo que le permite adaptarse a cualquier situación o clima, siendo el carnívoro terrestre más distribuido por el mundo. Además tiene elementos tanto de los felinos como de los cánidos. Por ejemplo tiene las pupilas verticales, como los gatos.
Después de ver un buen número de ciervos y ciervas, la verdad bastantes más que cualquier otro día, era el momento de los corzos. El ver tanto ciervo indica que se están moviendo más ya que su periodo de celo se acerca y las hembras con crías de este año se están empezando a mover y juntarse en pequeños grupos de cara a la inminente berrea que, por cierto, en zonas mucho más al sur, como puede ser Doñana, ya ha comenzado. El clima determina el comportamiento de muchos animales.
Corza atenta entre los arbustos.
El corzo es un animal que siempre me ha atraído. Quizás por ser tan frágiles y pequeños. O por ser como un pequeño duende del bosque que aparece y desaparece entre las escobas, brezos y robles pero de vez en cuando, con paciencia se deja ver y pude observar por primera vez en mi vida una monta de corzos.
Llegué a una zona muy conocida de la Sierra de la Culebra par la observación de lobos y allí coincidí con un grupo de ingleses que llevaba una semana, durante el día, recorriendo la provincia de Zamora  y al amanecer de observación. Como siempre iban con sus libretas apuntando todo lo que íbamos viendo. Cuando se fueron nos quedamos dos salmantinos y una pareja que venía de Andujar en busca del lobo. Los cuatro buenos conocedores y apasionados del campo que habían tenido la suerte de ver un lobo la noche anterior pero, por la mañana, nada de nada, pero siempre hay otras cosas que te pueden llenar y así fue al poder contemplar la monta de los corzos.
Macho de corzo saltando entre los arbustos.
Los telescopios apuntaban a un claro en el que una pareja de corzos correteaba entre las hierbas altas. El celo está terminando y quizás estaban en uno de sus últimos escarceos amorosos así es que estuvimos atentos.
El macho se aproximó, olió a la corza y la montó. Para rematar la escena un águila culebrera apareció en nuestro campo de visión y se posó en un pino cercano a la pareja de corzos. Ni un guionista de documentales hubiera pensado una escena tan curiosa. El corzo se bajó y tras unos minutos de descanso volvió a la misma operación. Se acercó. La olió y la volvió a montar. Toda la escena con la culebrera en el pino, como no queriéndose perder nada de lo que allí ocurría. Nunca había visto una monta de corzos. Cuando terminaron se fueron a una sombra y durante unos minutos se tumbaron para después continuar camino hacia los brezos cercanos.
Entre los brezos y escobas, en una pequeña peña, nos sorprendió la silueta inconfundible de un buitre negro. Allí estaba. Quieto. Solitario. Esperando que las térmicas le permitieran volar en condiciones. Solamente había uno y en una pequeña roca, muy baja. Seguramente hubiera pasado allí la noche. Allí estaba el ave más grande que nos podemos encontrar en la península Ibérica. Sus más de dos metros y medio así lo indican.
La mañana llegaba a su fin y nuevos corzos, ciervos y jabalís se dejaron ver en la sierra además de un grupo de abejarucos que revoloteaban cazando cerca de unos cables, donde un macho se acercó a su amada y le ofreció, en señal de amor, una abeja que la hembra cogió rápidamente y se la comió.
Obsequio amoroso.
Quizás intenten criar en una segunda puesta, algo no muy común, ya que solamente realizan una al año pero si sufren una depredación o la perdida de la misma pueden intentar hacer una segunda puesta.
Había unos veinte que volaban chillando entre piruetas, picados y acrobacias en busca de comida y, de vez en cuando, se posaban en los cables para descansar.
Continué mi camino viendo algún corzo y ciervo más que se retiraban a descansar y una pareja de abubillas buscaba comida en un claro, picoteando en busca de pequeños insectos o gusanos. La mañana terminaba y una hembra de cernícalo no perdía detalle de lo que pudiera aparecer.

El sol calentaba poco a poco y la mañana de observación, terminaba. Mañana sería otro día y otra oportunidad de descubrir y admirar nuevas situaciones y animales en este mundo tan apasionante y maravilloso que es la naturaleza.

jueves, 2 de agosto de 2012

Las ciervas. Más importantes de lo que pensamos.

En estos últimos días he salido al campo varias veces y he podido ver y admirar como se mueven los animales en su entorno. Qué hacen. Como comen. Su instinto a la hora de huir de un depredador. La ternura con sus crías. Los momentos de tensión en la huida o en la caza. Su alerta hacia el hombre. Momentos que guardo como pequeños tesoros que, de vez en cuando, cuento para todos los que queráis leerlos o para los amigos que quieran escucharlos.
La mañana es fría y la niebla las envuelve.
Voy a hablar de las ciervas. Lo voy a hacer porque creo que tienen menos protagonismo del que merecen. Siempre que hablamos de ciervos sucede lo mismo. Solamente se habla de los machos. Que si es muy grande o muy pequeño. Que si vaya cornamenta que tiene. Que si tiene tantas puntas. Siempre se habla de los machos y no nos damos cuenta que las ciervas tienen una grandísima importancia. Las ciervas son más importantes de lo que pensamos. Un buen amigo siempre dice que la base de la población de ciervos de la sierra son las hembras y si algo le pasa a ellas se resiente todo el ecosistema. Y no le falta razón.
Pero alguien dirá que si faltan machos también afecta. Estará en lo cierto pero la falta de machos se notaría menos. Hay que tener en cuenta que con pocos machos se quedan preñadas muchas ciervas pero si hubiera muchos machos y pocas ciervas. Habría un problema de nacimientos. Solamente nacerían tantos cervatillos como el número de hembras que hubiera, eso si se llegara a buen término en todos. Por lo tanto es mucho más preocupante la bajada de la población de ciervas.
Cierva con su cría de menos de tres meses por sus manchitas típicas.
En estos días he podido comprobar la ternura y tenacidad que tienen las ciervas con sus crías. He visto varias crías pero me llamó especialmente la atención una muy pequeña. Seguramente tendría días cuando la ví.
A mediados de Julio es una cría nacida muy tarde. En muchas zonas la berrea del año pasado fuer muy rara y tardía por lo que seguramente, esta cría, se engendrara en esa época.
La cierva la cuidaba con gran ternura. La lamía y protegía contra su cuerpo y no dejaba ni un instante de estar atenta a todo lo que pudiera aparecer; incluso ahuyentó a un grupo de jabalís que para ella estaban demasiado cerca de su cervatillo y lo hizo con una arrancada enérgica que los sorprendió, con lo que continuaron su camino en otra dirección.
Cuando la cierva se separó unos metros. El cervatillo se tumbó automáticamente y permaneció inmóvil, hierático entre las hierbas hasta que su madre volvió a acercarse. Es su manera de defenderse. El camuflaje. Pasar desapercibido y que su madre lo lama para quitarle cualquier rastro de olor que pueda atraer a un depredador. Además si la cierva permanece mucho tiempo en el mismo sitio, quieta, los depredadores  interpretarán que tiene una cría con el peligro que conlleva.
Cierva con su cervatillo en la seguridad del brezal. 
Hace dos años se produjo,oficialmente, una muerte de 143 ciervos en la provincia de Zamora, de los cuales 130 en la Sierra de la Culebra por una enfermedad llamada pasteurelosis, provocada por la bacteria pasteurella, que habitaba en el aparato respiratorio y, ante una elevada diferencia de temperatura (entre el día y la noche), provocaba una bajada de defensas.
Al año siguiente, 2011, se constató un elevado descenso de la población de ciervas, lo que provocó una situación muy extraña en la berrea ya que al desaparecer o bajar enormemente su población, los machos se movieron hacia otras zonas para buscarlas.
A esas hembras que murieron no se le añadieron las crías que perdieron a sus madres y que también morirían ya que, aún no viéndose afectadas por la enfermedad, sin su madre, no tendrían ninguna opción de sobrevivir.
Una cría sin su madre está prácticamente condenada. A menos que tenga la extraordinaria suerte de ser adoptada por otra hembra. Los partos dobles en las ciervas son muy raros, por lo tanto, si nos encontramos con una cierva que tiene dos crías, seguramente, una de ellas, sea adoptada.
Esta escasez de hembras el año pasado puede generar otro problema dentro de unos años, la falta de machos; ya que su población se va a ver mermada considerablemente porque nacerán muchos menos que hace unos años, es decir, cuando vayan muriendo los grandes machos se dará la circunstancia de que al nacer muchos menos, habrá menos y, por lo tanto, su calidad se verá afectada.
Cautela ante cualquier indicio de peligro.
Las hembras se mueven en grupos familiares con una hembra líder, que suele ser la mayor y por lo tanto la más experta. Junto a ella irán sus crías de los últimos dos o tres años. Incluidos los machos jóvenes de menos de dos años. Esa hembra es la que decidirá por donde hay que moverse, comer e incluso hacia donde hay que huir ante la presencia de un depredador.
En estos días he podido comprobar esos grupos familiares que, si están juntos en esta época deducimos que la hembra lider no ha tenido cría este año o se le a muerto, ya que el resto del grupo son hembras de menos de dos años (no maduras sexualmente) o machos.
Las hembras solas, sí tienen cría, aunque el resto del grupo no estará muy lejos. La hembra que tiene a su cervatillo permanecerá un tiempo sola. Cuando la cría tenga fuerzas suficientes se unirá al grupo familiar que no andará muy lejos ya que esperarán a la hembra mayor y al nuevo miembro de la familia en las cercanías.
Los cervatillos son realmente bonitos ya que tienen las típicas pintas blancas que les salen durante los primeros tres meses de su vida. Son cautos y se mantienen siempre muy cerca de la madre.
Un indicio de peligro...
...es una huida rápida hacia la seguridad del pinar.
Las ciervas también pueden ser presas de su enemigo en estas zonas, el lobo. Un lobo solitario muy difícilmente intentará atacar a una cierva. A menos que esté herida, enferma o débil. Pero un grupo sí intentará cazarlas a ellas o a alguna de sus crías como pude comprobar hace unos meses (pinchar aquí) o hace unos días.
La sierra estaba tranquila. Ciervos con sus cornamentas envueltas en borra se movían entre las escobas cuando un grupo de ciervas corría de forma alarmante. Buscando con el telescopio encontré la razón. Dos lobos se aproximaban a toda velocidad por un claro de hierbas altas. Es impresionante como corren, como avanzan, el poderío de su zancada, como ganan terreno pero lo que más me admiró es como saltaron un muro de piedra, una cortina, con una facilidad increíble. Un salto limpio. Sin apoyarse en la parte superior del muro. Como dos caballos saltando obstáculos. Nunca los había visto saltar un muro y la verdad, me impresionó. Fueron unos segundos pero merecieron la pena.
Las ciervas se escaparon. Tenían más ventaja. Seguramente los barruntaron antes y la hembra líder utilizó un buen plan de fuga. Consiguieron salvarse pero, en muchas ocasiones, eso no sucede y el ciclo de la naturaleza se cumple.

martes, 21 de febrero de 2012

Momentos muy fugaces.

Me gusta hacer rutas por el campo y casi siempre llevo la cámara. En muchas ocasiones se cruza un animal y lo hace tan rápido que no te da tiempo a poder sacarle una fotografía. Sucede demasiadas veces aunque la visión te queda guardada en tu cabeza y la recordarás siempre. Pero hay ocasiones en las que llevas la cámara preparada o te ha dado tiempo a encender, quitar el tapón, enfocar y disparar. Esas veces las fotografías suelen salir movidas o de baja calidad pero para ti son importantes e ilustrativas del momento.
La Real Academia Española de la Lengua dice que un instante es una porción brevísima de tiempo. Ese instante queda grabado para siempre en tu retina y a veces en una fotografía. Estas son algunas de esas fotografías y sus curiosidades.
Volvíamos de una espera fallida al lobo y lo hacíamos por la carretera que une Villardeciervos con Ferreras de Arriba. Ese día iba de copiloto, algo muy raro, y con la cámara guardada. De repente a nuestra izquierda oímos un ruido y apareció un ciervo macho dando saltos entre los brezos y escobas. No se como me dio tiempo a coger la cámara, encenderla, enfocar y disparar cuando nos atravesó por delante del coche. El ciervo saltó desde arriba de la cuneta, es increíble el salto que tienen estos animales, cayendo en la carretera y huyendo hacia un pinar cercano de nuestra derecha.
Los atropellos o golpes con animales salvajes han estado muy presentes en nuestra provincia en los últimos años. Cuando se circula por una carretera problemática en relación al paso de fauna debemos de tener presentes varias circunstancias. La principal es la velocidad ya que a mucha velocidad no te da tiempo a frenar y la segunda es que en el amanecer y el anochecer es cuando más probabilidad de paso de fauna hay y, por lo tanto, en esos momentos es cuando hay que ir más alerta y a una velocidad moderada.
En el segundo instante me encontraba haciendo una ruta por la Sierra de La Culebra. Bajábamos de Peña Mira y, tras varias subidas y bajadas, al coronar un cortafuegos, nos aparecieron en la ladera de enfrente un grupo de jabalís dispuestos a cruzar un cortafuegos de derecha a izquierda. De nuevo preparo la cámara a toda velocidad para intentar sacar la fotografía. La verdad es que si uno de mis compañeros no hubiese gritado: “¡Mirad. Jabalís!”, como un poseso, los hubiera visto todo el grupo y a mi me hubiera dado tiempo a hacer unas buenas fotos. En cuanto se oyó el grito, los jabalís emprendieron una veloz carrera hasta los brezos del otro lado que les daban cobijo y protección. Moraleja: “Cuando veáis un animal en el campo. No gritéis. Se asustará”. (algún día debería de hacer alguna entrada relativa a los jabalís ya que tengo algunos “curiosos” encuentros con ellos). Segundos después pasó el que faltaba, el jabato rezagado a toda velocidad.
El siguiente instante es de una cierva.
Volvíamos, Isa y yo, a mediodía, de sacar huellas en escayola por un camino de la Sierra de la Culebra cuando, a nuestra izquierda oí un ruido de ramas rompiéndose en el pinar, automáticamente levanté la mano  en señal de no movernos. Nos quedamos quietos. Delante de nuestras narices cruzó una cierva tranquilamente de un lado al otro del camino, la pena fue que la cámara que llevaba, que saqué a toda velocidad, era una compacta pequeña y las fotos se podrían haber hecho mejor, pero la luz del momento hacía que pareciera albina. Quedó una fotografía curiosa ya que la luz lo es todo en una foto, y esta luz era muy especial.
Tres instantes que, aparte de en la memoria, quedaron reflejados en un foto, algo que no es frecuente ya que muy pocas veces te da tiempo a hacer la fotografía.