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domingo, 16 de octubre de 2011

El lince ibérico II.

Nos juntamos un grupo pintoresco. Varios franceses, dos extremeños, dos madrileños, un barcelonés y nosotros; ¡ah!,  y unos ingleses que estaban a lo suyo, a unos 10 m del resto, sin acercarse nunca a nosotros. La mañana era buena y todos esperábamos ver al lince, un macho que habíamos visto en días anteriores. Las expectativas eran máximas ya que sabíamos que todos los días pasaba por esa zona dos veces, una por la mañana y otra al anochecer. Otra cosa era verlo.
Los telescopios apuntaban a una pista de tierra, a unos 180 m en línea recta, por la que el lince entraba atravesando la portilla desde el otro valle. Ese día los que nos encontrábamos allí sabíamos lo que debíamos hacer. Estar en silencio, no movernos demasiado y controlar la ladera de enfrente; si alguien lo veía daría la voz de alarma, en voz baja, por supuesto. No como dos días antes, que aquello parecía una romería de coches, gente, bullicio y un no parar y aún así, el lince pasó; con lo cual, no perdíamos detalle, ni la esperanza.
El lince se movió como un reloj, es decir, según nuestro campo de visión, apareció en el número tres y desapareció en el número ocho, siempre moviéndose de derecha a izquierda. En su recorrido me gustaría resaltar una serie de momentos significativos:
1.  Los linces son territoriales y patrullan su territorio diariamente con lo cual debía de pasar por ahí y así lo hizo. Alguien lo vio bajar por el camino y dio la voz de alarma; rápidamente los telescopios y prismáticos se dirigieron hacia el lugar señalado. Ahí estaba. Bajaba con su andar felino y tranquilo. Venía del otro lado de la montaña y atravesaba para campear por esta parte de su territorio que se solapa con el de dos hembras (el día anterior vimos una), a las cuales, seguramente, montará en tiempo de celo.
Al ser tan territoriales se les cazaba con cierta facilidad, por su piel, aunque también por recibir una recompensa. Entre 1954 y 1962 se capturaron 153 linces por parte de los alimañeros de las Juntas de Extinción de animales dañinos. 
2.  Decide abandonar la pista y bajar al valle. Lo hace por una ladera empinada que nos permite verle acechar a su presa favorita, el conejo, animal sin el cual no puede sobrevivir. Son el 80% de su dieta, el resto son perdices, patos, roedores e incluso crías de ciervos o gamos. Observamos como los acechaba marcando los tiempos. Se ralentizaba hasta quedarse completamente quieto y agazapado para, como un resorte, lanzarse a por ellos.  No consiguiendo cazar ninguno continúa hasta el fondo del valle.
 3.  Atraviesa la zona baja del valle. Cruza el río y al ser la zona más desprotegida lo hace de forma rápida y silenciosa hasta llegar al amparo de los matorrales.
El lince también se cazaba por ser un trofeo y así en los cotos privados se pagaba mucho dinero por su captura. Entre los años 1956 y 1958 se capturaron 20 linces en los grandes cotos y se presentaron como trofeo a concurso en las Exposiciones Nacionales de Caza de: 1950-14; 1960-23; 1970-28 ejemplares.
En total 238 linces matados en 17 años de forma legal en las provincias que tenían Juntas de Extinción y en los grandes cotos; casi los mismos que hay en la actualidad. A lo cual habría que añadirles los abatidos en el resto de provincias así como los cazados furtivamente, demasiada sangría.
4.   Comienza a subir la siguiente ladera y lo hace marcando cada cierto tiempo; su orín se solidifica quedando como una piedra. Se siente protegido en los matorrales y va tranquilamente. Nos fijamos en la intranquilidad de los ciervos y gamos a su paso, todos observan atentos sus movimientos y las urracas nos dan las pistas con sus chillidos de por donde anda si lo perdemos entre el matorral.
5.   Nuestro campo de visión se complicó y comenzó la emigración, al perderlo de vista, cogimos nuestros bártulos y corrimos camino arriba hasta que pudiéramos verlo en la otra ladera. Nos costó encontrarlo. Lo teníamos a unos 100 m y no lo veíamos ya que estaba echado; todo buen campeo merece un descanso, y así lo hizo. Cuando descansó un rato (una media hora) continuó su camino.
6.  Continuó subiendo por la ladera. De vez en cuando marcaba con una meada o rascaba algún árbol. El recorrido por su territorio es fundamental y marcarlo mandará una señal inequívoca a todos los animales de que están en el territorio del rey y a otro macho de andarse con cuidado ya que este territorio tiene dueño.
7.  Prosiguió subiendo por la ladera y llegó a uno de los puntos clave en la vida de todo lince, la carretera. Muchos linces mueren atropellados, sobre todo los jóvenes, pero éste se las sabía todas, ya que pudimos observar cómo llegaba un coche por el camino cuando el lince estaba a punto de cruzar, atravesó sin dificultad la valla y, para nuestra sorpresa, el lince se paró en la cuneta, se agazapó, y cuando el coche pasó, cruzó él. El hombre del coche ni se enteró.
8.  Está llegando al final del recorrido por este lado del valle. Pasada la carretera lo vimos revolcarse en una zona de arena, seguramente continuaba marcando. Pasó al otro lado de la montaña y le perdimos la pista.
Cuando desapareció por la ladera se hizo un silencio total. Nadie hablaba, la emoción salía por nuestros poros, no dábamos crédito a lo que habíamos presenciado. Dos horas y media de naturaleza pura, de observar a un animal emblemático, al felino más amenazado del mundo del cual quedan unos 280 ejemplares.
Las primeras palabras fueron de agradecimiento de unos a otros, ya que si uno lo perdía, rápidamente otro lo encontraba y lo decía, los que no tenían telescopio se les prestaba (se veía a simple vista pero por el telescopio impresionaba), era una colaboración para disfrutar de tan increíble animal.
(Los datos de animales cazados han sido tomados del trabajo realizado por Eduardo J. Corbelle Rico y Eduardo Rico Boquete titulado “La actividad de las Juntas de Extinción de animales dañinos en España, 1944-1968.Fuente: Dirección General de Montes, Caza y Pesca fluvial, Sección de caza. Juntas provinciales de extinción de animales dañinos y protección a la caza y relación estadística de alimañas capturadas y premiadas  por las Juntas, 1954-1962. Archivo de la Dirección General de Conservación de la Naturaleza, Fondo Documental del Monte, sección Caza, cª 150.)

miércoles, 12 de octubre de 2011

El lince ibérico I.

A finales del verano, en una de nuestras rutas por la Sierra de la Culebra casi en Sanabria, surgió la conversación. “Me ha dicho "fulanito" que ha visto un lince en "tal" zona. ¿Crees que habrá?”. Esa es la eterna pregunta que surge, de vez en cuando, como algo cíclico.
El 11 de Febrero de este año saltaron a la prensa unas declaraciones del delegado de la Junta de Castilla y León en Zamora, afirmando que en la provincia de Zamora había algún lince: “la mejor forma de protegerlo es no hablar de él. Es una especie protegida de alto valor, que se encuentra en un lugar concreto de la provincia”; "porque cuantas menos personas intenten ir a verlo, mejor será para su conservación”.
Surgió la polémica. Que si hay, que si no hay, que si han visto en no sé dónde, que si fulanito lo vio. Los siguientes días fueron un sin fin de artículos en los que hablaron desde agentes de la Reserva Regional de Caza de la Sierra de La Culebra, hasta la consejera de Medio Ambiente y el director general del Medio Natural; lo cierto es que no hay ni una sola fotografía, huella o excremento y hasta que algo así no se pueda comprobar, no hay.

Territorio del lince en Andujar

El Aguila Imperial y Real conviven con el lince en su territorio.

La verdad es que es una lástima que tan bello animal desapareciera de nuestra provincia en los años 90. Dos hechos marcaron el declive y extinción del lince en Zamora. La disminución de los conejos y la reforestación en los años 70. El lince en Zamora, igual que en gran parte de España, se dejó morir, no se hizo nada por su conservación, ni siquiera se intentó. Desapareció y punto. Si no se hubieran realizado programas de ayuda en otras partes, sobre todo Andalucía, bueno, sólo allí; hubiera pasado lo mismo y el felino más amenazado hubiera desaparecido de toda España.
¿Dónde está el lince?. Veréis lo complicado que es observarlo si no se mueve.
Todavía en 1992 Ramón Grande del Brío en su libro, "El Lince Ibérico", situaba linces en la Sierra de la Culebra (4 individuos), La Cabrera (2) y la zona alrededor de Ledesma, entre Zamora y Salamanca (6). Demasiados pocos como para recuperarse.
El lince es un animal especialista, su alimentación se basa, en un 80%, en el conejo y en cuanto este comenzó su declive, el lince en Zamora, también. La aparición en 1952 de la cepa de la mixomatosis que afectó terriblemente a los conejos dejó a nuestro lince bastante tocado. Su lenta decadencia se vio rematada por la aparición en 1987 de la neumonía hemorrágico vírica que eliminó gran parte de la población de conejos, firmando la sentencia de muerte para el lince a lo cual le añadimos la alteración de su habitat con la reforestación de pinos en gran parte de la sierra, lo que eliminaba su habitat así como el de sus presas.
He hablado con gente que los vio en sitios diferentes de nuestra provincia y todos coinciden en lo mismo, es un animal que la primera vez que lo ves, impresiona; y así fue.
Llevaba bastante tiempo con ganas de acercarme a Andujar, así es que nos decidimos y para allí que fuimos. El lince ibérico es el felino más amenazado del mundo. Solamente quedan unos 280 ejemplares. Ese era nuestro objetivo, ver, admirar y disfrutar de tan maravilloso animal.
Había buscado información de los mejores sitios para ver al lince y, de entre todos, decidí que probáramos suerte en el camino a la Presa del Jándula; la dueña de la casa rural en la que nos alojamos nos avisaba: “¡Uy…, imposible. Eso es imposible. En toda mi vida lo he visto una vez y fue por casualidad, en la carretera, y mira que soy montera y de aquí!”. Eso no nos amilanó y a la mañana siguiente, bien pronto, nos pusimos en marcha.
El camino es de unos 10 kilómetros, lleno de baches y una naturaleza espectacular. Según avanzábamos por él, entre fincas y más fincas cercadas, unas para ganado bravo y otras para la caza, nos surgían dudas. ¿Cómo sabremos dónde ponernos para mirar? Y lo supimos, vaya que si lo supimos.
Al entrar en un nuevo valle vimos varios coches. Al llegar a su altura un hombre vino corriendo haciéndonos gestos y gritando: “¡Le lins!. ¡Le lins!” (lo escribo como lo oí). ¡No podía ser!. Llegar y besar el santo. Bajamos corriendo y solamente le vimos cruzar una pista de tierra, pero allí estaba, ¡lo habíamos visto!, nada más llegar.
Así lo vimos por primera vez.
El hombre que nos llamó era un guía francés que estaba con un grupo de unas 12 personas, todos franceses, encantados con lo que habían visto. Allí estuvimos todo el día, no volvió a aparecer, pero pudimos disfrutar de ciervos, gamos, muflones, águila imperial, águila real, águila culebrera, buitres negros y leonados, cabra montés y un sin fin de pajarillos que nos cruzaban por delante de nuestras narices.
Hembra de cabra montés comiendo.
En los siguientes cuatro días lo vimos cuatro veces más, e incluso un día vimos un macho y una hembra a la vez. De todos estos encuentros quiero centrarme en un avistamiento muy especial, ya que duró 2 horas y media, pero eso será otra entrada…