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jueves, 7 de noviembre de 2019

De paseo por la playa de Doñana.

Pasear por la playa de Doñana es una delicia para los sentidos. El sonido del mar. La suavidad de la arena. La brisa. El color azul. Verde. Blanco. Las dunas. La ausencia de construcciones desde el final de Matalascañas. Playa virgen de más de treinta kilómetros que es única en Europa. Playa que de no estar protegida sería un hervidero de construcciones hasta la misma orilla como ha sucedido en kilómetros y kilómetros de nuestras costas. Playa solitaria en esta época y por la que caminar es una verdadera maravilla.
Playa llena de vida. Playa en la que sus habitantes pasean, descansan o se alimentan. Habitantes como los correlimos tridáctilos que caminan como si llevaran prisa constantemente, sin parar un momento, pequeños correlimos blancos que parece que les hubieran dado cuerda y patrullan constantemente la playa persiguiendo o escapando de las olas en busca de alimento.
Correlimos tridáctilo.
Pequeños correlimos que llegan de sus territorios de cría en el Ártico para pasar el invierno en nuestras costas. Correlimos que pasan junto a las gaviotas que descansan tranquilamente. Gaviotas como las de Audouin. Preciosas gaviotas que se han ido recuperando lentamente de una situación alarmante en los años sesenta del s.XX; siendo, actualmente, la población española la más importante a nivel mundial.
Gaviota de Audouin.
Gaviota de Audouin de primer invierno y adulta.
Preciosa y estilizada gaviota de patas verde oliva, pico rojizo, negro y amarillo que alcanza el plumaje de adulto a los cuatro años de edad. Gaviota que he podido disfrutar con diferentes edades e incluso varios ejemplares anillados de los que pude leer uno con anilla blanca y dígitos negros: CC4L que fue anillado en el Delta del Ebro el 16-6-2017 siendo esta su primera observación.
Gaviota de Audouin anillada.
Gaviotas sombrías y patiamarilla.
Gaviota cabecinegra entre charranes patinegros.
Junto a las gaviotas de Aundouin gaviotas sombrías, patiamarillas y una solitaria gaviota cabecinegra jalonaban la playa en pequeños grupos que descansaban o buscaban comida. Entre ellas pude leer dos gaviotas sombrías anilladas.
La J961U que venía desde la lejana Noruega, habiendo recorrido unos 3.000 km y había sido anillada el 12-7-2019. También la 5EF proveniente de Gran Bretaña. (Sin datos hasta ahora)
Según avanzas por la playa te invade una enorme tranquilidad. Muy poca gente pasea por la larga playa y nadie, absolutamente nadie, se para a observar o fotografiar las aves que van salpicándola e incluso te miran de forma extraña como preguntándose: “¿qué hace este?” o tienen “tan bien educado al perro” que hacen que te espante todas las aves que estabas fotografiando, vamos lo que se llama educación y respeto.
Según avanzaba por la fina arena los charranes patinegros patrullaban la orilla lanzando impresionantes picados cual flechas que atravesaban el agua a una gran velocidad mientras otros grupos descansaban entremezclados con las gaviotas.
Charranes patinegros y gaviotas de Audouin.
Charranes patinegros.
Charranes patinegros elegantes y distinguidos que algunos de ellos pareciera que tuvieran tupés despeinados y extravagantes. Charranes mucho más nerviosos que las gaviotas y que se espantaban con cierta facilidad; entre ellos pude leer uno con la anilla M9C anillado en las Marismas de Odiel, muy cerca de donde me encontraba.
Ostrero.
Otro de los habitantes de la playa es el ostrero. Precioso y desconfiado limícola que es un verdadero especialista a la hora de alimentarse. Me recordó al precioso corto de Pixar sobre un correlimos que aprende a buscar almejas en la playa. Almejas que encuentra con enorme facilidad, almejas enterradas que localiza, imagino que como en el corto, por las burbujas de aire al bajar la ola.
Ostrero.
Ostreros que sacaban las almejas y las abrían con una facilidad enorme metiendo la punta del pico y abriéndolas haciendo una especie de palanca para sacar la almeja del interior. Ostreros que se levantaban ante la mínima desconfianza.
Chorlitejos patinegros.
Los chorlitejos patinegros, declarada ave del año 2019 por SEO/BirdLife, se movían nerviosos e inquietos en gran número a lo largo de la playa. Playa que conocen bien pues crían en las proximidades. 
Playa de belleza desbordante y tranquilidad infinita a la que asoman por encima de las dunas elegantes ciervos que sorprende verlos a la orilla del mar.
Ciervos más pequeños que los que estamos acostumbrados a ver en nuestra provincia. Ciervos adaptados al clima y terreno que observan como un grupo de cormoranes vuela velozmente a ras del agua.
Esta es la playa del Parque Nacional de Doñana. Playa virgen. Playa imponente y hermosa que nos muestra como debía de ser la costa de nuestro país antes de que el crecimiento desbordado y enloquecido se las comiera salvajemente.
Conservemos este entorno inmaculado de todos aquellos que todavía no ven ante sus ojos la maravilla que tiene ante sí, que son incapaces de entender su importancia y majestuosidad.

martes, 22 de agosto de 2017

Mis primeros gaviones atlánticos.

He pasado unos días en Gijón, en la playa, en el mar. Para alguien de tierra adentro ir al mar siempre es algo muy especial, diferente. Es un conjunto de sensaciones, de olores, de sabores, de sentimientos; es una mezcla en la cual puedes compaginar paseos al amanecer por la playa con una playa más familiar a lo largo del día y, en uno de esos paseos, descubrí mis primeros gaviones atlánticos de los que soy consciente, me explico, hasta hace relativamente poco tiempo le hacía el mínimo caso a las gaviotas, eran simplemente esas aves que te encuentras en el mar cuando vas pero, desde hace un par de años, me estoy fijando en ellas y poco a poco voy descubriendo un mundo realmente complicado, más para alguien de interior que solamente ve ciertas especies de gaviotas en el vertedero, en el río Duero o en las Lagunas de Villafáfila.
En la época veraniega en la que nos encontramos las gaviotas que he podido ver han sido las residentes en la zona, con pocas más que ya han comenzado a venir en su movimiento postnupcial. Así, las más abundantes, por abrumadora mayoría han sido las patiamarillas.
Las he podido ver de todas la posibles edades con sus diferentes plumajes que conformaban una excelente guía de cómo va cambiando esta gaviota en sus primeros cuatro años de vida hasta llegar a ser un elegante adulto.
Algo que me llamó poderosamente la atención cuando empecé a preocuparme un poco más por las gaviotas fue el conocer que tenían diferentes estados por los que pasar hasta llegar a ser un ejemplar adulto, dependiendo de la especie de gaviota que sea: dos, tres o cuatro años con plumajes diferentes…una auténtica y hermosa locura (más para un novato como yo).
Entre los grupos de gaviotas pude encontrar varias anilladas. 5 patiamarillas  y 1 sombría. Todas las patiamarillas fueron anilladas en Asturias por el Grupo Ornitológico Mavea (gracias a  Isolino Pérez por la rapidez y amabilidad en las contestaciones). Eran de diferentes edades, siendo la mayor un ejemplar de cuarto año anillada en el Puerto del Musel (Gijón) el 23 de junio de 2014, con anilla negra y dígitos blancos: AK7D
La sombría solamente tenía anilla metálica; anilla que me costó leer pero, al final, lo conseguí. Provenía de Bélgica y estoy esperando su historial.
Gaviota reidora juvenil.
Después de las patiamarillas las siguientes en número fueron las reidoras, luego las preciosas cabecinegras y, por último, las sombrías. Sin olvidarme de algunos charranes patinegros y, por supuesto, los gaviones atlánticos.
Gaviota cabecinegra juvenil.
Gaviota cabecinegra.
Gaviota reidora, joven y adulto de charrán patinegro.
Joven de charrán patinegro.
La mañana estaba revuelta, y quizás por eso pude encontrarme con ellos. El día estaba nublado y llovía intermitentemente, con lo cual la playa estaba casi desierta. Solamente un par de osados bañistas que todos los días, haga como haga, se meten en el mar y algún esforzado corredor eran mis compañeros de playa, con lo cual, la zona en la que se ponían las gaviotas, estaba muy pero que muy tranquila, sin que nadie hiciera la gracia de ir corriendo a asustarlas para que levantasen el vuelo (mira que no lo entiendo…te ven haciendo una foto o mirando el grupo de gaviotas con los prismáticos y tienen que pasar por delante de tus narices…anda que no hay playa).
Según me acercaba, unas gaviotas enormes llamaron poderosamente mi atención. Eran como gigantes que destacaban entre el resto; es como cuando hay un grupo de personas y, entre ellas, aparece un equipo de baloncesto.
Gavión atlántico de segundo año en primer término y adulto al final.
Entre ellos dos patiamarillas.
Es una gaviota de gran envergadura (hasta 1,7 m), fuerte y robusta (unos 1,8 kg) propia del norte del océano Atlántico que destacaba por encima de las patiamarillas y no digamos de las reidoras. Me acerqué con mucho cuidado, no quería que se marcharan, había que aprovechar el momento.
Gavión atlántico adulto.
Había cuatro ejemplares, 3 adultos y un segundo año (gracias Miguel Rodríguez por tu inestimable ayuda en todas las preguntas, dudas o cuestiones con las que te puedo bombardear y tan amablemente me contestas). Eran imponentes. Grandes. Fuertes. De cuellos poderosos y fuertes patas rosadas que miraban altivos lo que sucedía en la playa.
Gavión atlántico de segundo año.
Me acerqué un poco más. Los contemplé detenidamente. Eran imponentes. Nunca había visto uno pero desde este momento no se me olvidaría esta enorme y hermosa gaviota que cada vez se va viendo más en las costas españolas, sobre todo en la cornisa cantábrica y Galicia aunque ya se ha visto en el interior como en Madrid (primera cita en 2008) o en Salamanca (descubierta el 7 de enero de 2015 por Miguel Rodríguez Esteban). 
Al poco tiempo levantaron el vuelo y se fueron mar adentro. Acababa de ver mis primeros gaviones atlánticos.

jueves, 29 de agosto de 2013

Charrán patinegro: acrobacias en la playa.

He estado unos días en Galicia. Días de descanso que siempre vienen bien pero aún de vacaciones estás pendiente de los animales que se pueden mover alrededor. Uno de esos días nos encontrábamos en la playa cuando ante mis ojos y, entre todos los bañistas, apareció un grupo de charranes patinegros que comenzaron a lanzarse como pequeños proyectiles a las frías aguas en busca de comida. Rápidamente me volví al hotel en busca de la cámara. Había que aprovechar el momento.
A los pocos minutos regresé a la playa y me situé en uno de los extremos para poder tener una buena perspectiva de las evoluciones de los charranes patinegros. Nadie se había percatado de ellos o, por lo menos, los ignoraban por completo. Solamente Isa y yo los observábamos y admirábamos sus evoluciones sin perder detalle.
Es impresionante ver la manera que tienen de pescar. Patrullan la playa en una especie de baile elegante hasta que se ciernen, observan el agua, agachan la cabeza y se lanzan como un auténtico misil plegando las alas para formar una figura aerodinámica que corta el aire a una tremenda velocidad y entra en el agua como una lanza para, a los pocos segundos, surgir con su preciada presa.
Son elegantes  y muy efectivos ya que la inmensa mayoría de las veces surgían de las frías aguas del atlántico con su captura en el pico que se comían al instante para comenzar una nueva ronda de patrulla entre los bañistas que seguían en el agua sin hacer ningún caso a los pequeños proyectiles que caían a su alrededor.
Nos miraba más la gente a nosotros con la cámara que a las evoluciones de los charranes que no paraban de subir y bajar, de lanzarse y salir del agua. Es impresionante la capacidad de vuelo que tienen, la destreza en sus picados, la efectividad.
Para alguien de tierra adentro todas las aves marinas son llamativas y, verlas pescar, aún más; ya sé que para algunos es algo normal pero para nosotros era una novedad, algo diferente y hermoso que nos llamó poderosamente la atención pero, en la playa, suceden más cosas y mientras los charranes patinegros hacían sus cabriolas y vuelos una joven gaviota patiamarilla se afanaba en intentar comer su captura.
Un buen rato estuvo la joven gaviota mirando la manera de comerse a la estrella de mar. Que si la cojo por aquí, que si la cojo por allá, que si la pico por este lado, que si la pico por el otro. Después de un buen rato consiguió quitarle uno de los brazos y comérselo; aunque, seguramente, fue la estrella de mar la que lo sacrificó para libarse de la gaviota ya que cuando esta se lo comió, dejó a la estrella a un lado y siguió buscando cangrejos o pequeños peces entre las rocas y pequeñas pozas que dejaba la marea o a pedir a sus padres que se movían entre las rocas cercanas.
Las estrellas de mar son unos invertebrados especiales que son capaces de sacrificar uno de sus brazos para librarse de un depredador y, después, regenerarlo, ya que tiene un complejo sistema nervioso que es capaz de prodigios como ese. 
Los charranes estuvieron un buen rato pescando en la playa. Cuando la marea fue subiendo, desaparecieron. Su exhibición había terminado por hoy.