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jueves, 19 de diciembre de 2024

Un gran día en Villafáfila: aguilucho papialbo, agachadiza chica, correlimos de Temminck, flamencos, elanio, ortegas, sisón...

El pasado 14 de diciembre fue un gran día en la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila. Día lleno de naturaleza, magníficas observaciones y agradable compañía que nos hizo disfrutar de una fantástica jornada de campo que comenzó en el frío amanecer de la mañana, escuchando el impactante ulular del búho real que está en época de celo. Búho real recortado en el horizonte que era contestado por su pareja en el otro lado del río.
Llegamos a una Villafáfila espléndida, prácticamente llena de agua y llena de vida. Comenzamos en la Salina Grande donde miles de aves se movían en el imponente espejo de la laguna. Azulones, cercetas, ánades frisos, patos cuchara, silbones o ánades rabudos nadaban tranquilos solamente sobresaltados por la presencia de un azor juvenil o algún lagunero que sembraban el pánico en la tranquila mañana pero, por encima de todos, destacaban los majestuosos flamencos, la enorme cantidad de tarros blancos y la ausencia de la especie más numerosa en los últimos 25 años: el ánsar común.
Ver un flamenco no es nada habitual en las Lagunas de Villafáfila pero eso ha cambiado desde la aparición en septiembre de 2023 de dos jóvenes flamencos que un año y cuatro meses después continúan en las lagunas, a los que se les han añadido 11 ejemplares más; grupo muy curioso que destaca en la inmensidad de la laguna.
Flamencos que se mueven constantemente en busca de alimento removiendo el fondo con sus patas como gigantescos Gullivers en un mundo de Liliputienses.
Dos especies destacan en esta invernada, unos por sus elevados números y otros por el exiguo número de ejemplares. Hay más tarros blancos que ánsares comunes; nadie lo hubiera pensado hace unos años en los que miles de gansos llegaban hasta las lagunas procedentes del norte de Europa, desde el pico máximo de 39.296 en 1999 hasta los escasos 500 de este diciembre de 2024 (474 en el censo del 14 de noviembre de la Reserva). Por el contrario, el tarro blanco, ha subido hasta alrededor de 600 ejemplares, contamos 583 (540 en el censo del 14 de noviembre de la Reserva).
En el entorno de la Salina un sisón se alimentaba entre las hierbas mientras un grupo de alcaravanes se movían de una zona a otra y tres pequeños chorlitos grises descansaban al borde de la laguna.
Chorlitos grises.
Correlimos de Temminck.
Continuamos hasta los lavajos donde un pequeño proveniente del lejano Ártico. Un correlimos de Temminck se movía inquieto en una zona encharcada. Villafáfila es el principal punto de observación de estos pequeños correlimos en toda Castilla y León de forma regular año tras año, en paso, pero el invierno pasado sucedió un hecho sin precedentes, cuatro correlimos de Temminck completaron toda la invernada; de momento, un ejemplar lleva un tiempo en la misma zona, quién sabe si se le unirá alguno más o se quedará todo el invierno.
En esa misma zona saltó una de las sorpresas de la jornada: un precioso macho de aguilucho papialbo apareció ante nuestros ojos.
Aguilucho papialbo.
(Gracias Alejandro Sanz por tu fotografía)
Aguilucho papialbo proveniente del este de Europa y Asia que inverna al sur de Asia y al sur Sáhara que año tras año se va viendo con mayor asiduidad en nuestros campos pero sigue siendo una hermosa rareza que dejó de serlo oficialmente en enero de 2016.
El aumento de avistamientos en los últimos años ha llegado a plantear la posibilidad de una nueva ruta migratoria hasta el sur del Sáhara que pasaría por el sur de Europa y el oeste del mar Mediterráneo uniéndose a la tradicional por Oriente Próximo.
Elanio azul.
En el mismo punto pero más adelante disfrutamos de un majestuoso elanio que capturó un topillo ante nuestros ojos y se lo comió en el poste de una vaya acosado por un par de incansables urracas.
El elanio es originario de Asia y África. Hasta la década de los años cincuenta del s.XX no se encontraba en España. Su aparición se produjo por el aumento de las zonas de cultivos extensivos en los años cincuenta que eliminaron miles de árboles y los campos se destinaron a la agricultura. Así, la mecanización del campo, provocó que se ampliara la extensión de hectáreas, se abarcaba más terreno con la nueva maquinaria por lo que desaparecieron árboles y se ampliaron las zonas de cultivo extensivo. El habitat que necesita el elanio que, en los años setenta, comenzó a criar en nuestro país y, en los ochenta, se extendió hasta parte de Francia.
El elanio es de un tamaño parecido al de un cernícalo e incluso se cierne como él, es decir se mantiene quieto en el aire, en la vertical, donde se encuentra su posible presa, batiendo con fuerza sus alas y mostrándonos su portentoso color blanco inmaculado.
Ganga ortega unos días antes.
(Gracias a Fernando García por la foto para ilustrar esta entrada)
Nuestra siguiente parada fue en la zona de Barillos donde pudimos disfrutar de un grupo de ortegas que comían en una tierra ocultas por su increíble mimetismo que hacía que nos costara verlas.
Ave esteparia que ha sufrido un gran declive en los últimos tiempos. Entre 2005 y 2019 la población de ortegas en Castilla y León se redujo en un 51% (datos del anuario de ganga ibérica y ortega).
Mochuelo.
Chorlito dorado europeo.
Agachadizas, correlimos comunes y menudos, andarríos, combatientes, mochuelos, chorlitos dorados o avefrías iban surgiendo a en nuestro camino. La vida se abría paso en una mañana que llegaba poco a poco a su fin.
Otro de los fantasmas que conseguimos observar fue una preciosa, esquiva y casi invisible agachadiza chica que comía como un percutor en el borde de un charco. Su plumaje críptico hace que sea muy complicado localizarla, tanto que incluso teniéndola muy cerca es casi imposible verla pero pudimos disfrutar de ella durante unos minutos mientras se movía alimentándose en el borde del encharcamiento.
La maravillosa mañana llegó a su fin y nos dispusimos a comer en una agradable, distendida y entretenida conversación en una mesa de amantes de la naturaleza que nos habíamos reunido en nuestra comida de cada año.
Tras hablar de lobos, linces, aves y aves nos dispusimos a finalizar el día desde la zona de la balsa donde nos atrapó la oscuridad de la noche observando a Júpiter, Saturno, Mercurio y la majestuosa belleza de la enorme luna que puso fin a un gran día de disfrute en la naturaleza con una agradable y magnífica compañía.

miércoles, 23 de abril de 2014

Aguilucho papialbo en Vezdemarbán (Zamora).

El pasado trece de abril Svend Petersen descubrió un macho de aguilucho papialbo en Vezdemarbán, provincia de Zamora. Ave que es una rareza y más para nuestra provincia y para esta parte de la península ya que si se ve alguno es el este o las Islas Baleares donde más posibilidades tiene de aparecer, por lo tanto, verlo aquí es muy, muy raro.
Todas las fotografías de esta entrada son
meramente testimoniales pero dignas del momento vivido.
Hace un par de días me acerqué a verlo con la curiosidad y la emoción de poder ver un ave que nunca había visto, de poder disfrutar de una rapaz que difícilmente podré volver a ver y os aseguro que mereció la pena.
Es una rapaz espectacular y muy hermosa. Un ave que no paró un sólo instante; que está como una "moto" y que nos ofreció una exhibición de lucha por un territorio increíble, peleándose con todos los machos de la zona ya fueran aguiluchos cenizos, pálidos e incluso milanos negros que se acercaran; persecuciones, ataques, vueltas y enganchadas formaban parte de la batalla aérea que se celebraba sobre un cielo bucólico de nubes y claros cada vez que se encontraban, batalla digna de la mejor escena de una película de guerra que a nadie dejaba indiferente.
El aguilucho papialbo se localiza en Asia y el este de Europa e inverna al sur de Asia y al sur Sahara y de ahí es de donde procederá este espectacular aguilucho que se ha desviado en su viaje hasta el este europeo y lleva con nosotros tantos días; aguilucho que aparte de pelearse con los machos no deja de reclamar incesantemente y hacer constantes vuelos nupciales con subidas a gran altura, caídas en picado, tirabuzones y vueltas para atraer a las hembras de la zona; además de capturar pequeños roedores que les lanza en vuelo para ver si le aceptan o se acerca a ellas reclamando sin cesar.
Allí coincidí con J. Alfredo Hernández, Maribel Martín, Miguel Rodríguez (y su padre) además de una pareja de Madrid y otra de Valladolid con los que pude disfrutar de esta ave singular que está atrayendo a multitud de gente de gran parte de España para visitar este enclave en el que lleva tantos días.
La tarde terminaba y el aguilucho papialbo seguía con su no parar, con su trajín incesante que aparte de la belleza innata de esta rapaz y de su rareza nos dejaba el añadido del tremendo espectáculo de vuelos, piruetas, persecuciones y picados que nos ofreció en todo momento. Toda una maravilla digna de admirarse.