Corría un poco de viento pero la tarde era muy agradable
para pasear por el río Duero, río que como he dicho en innumerables ocasiones
sorprende a todo aquel que le cuentas la diversidad de su fauna en el tramo
urbano de la ciudad de Zamora.
Había estado mucho tiempo observando las evoluciones de
dos parejas de martín pescador mientras hacían el nido, ese agujero profundo
que les servirá como cobijo para una nueva generación de pequeños martines. Los
había visto entrar a picar en el agujero, ofrecerse obsequios e incluso un
amago de monta. Las garzas reales, los cormoranes, los azulones o alguna
gaviota despistada se movían tranquilamente por las orillas mientras mitos,
herrerillos, carboneros, mirlos, verdecillos o currucas capirotadas volaban y
cantaban alterados ante la llegada de la inminente primavera.
Al poco tiempo de subir del río me llegó un mensaje. Inmediatamente
volví y me dirigí hasta el lugar en el que se encontraban Flori Pérez y Lourdes
Hernández.
Flori es una mujer tranquila, pausada, de sonrisa
permanente, voz dulce y suave que ama la naturaleza, que disfruta con las pequeñas
cosas y que siempre tiene una actitud positiva. Lourdes, su hija, es una
apasionada de la naturaleza que se indigna ante las injusticias que puede
sufrir el medio que nos rodea e intenta hacer todo lo que está de su mano para
solucionar el problema. Llegué hasta su altura y me la enseñaron.
Era una pequeña cría de nutria. Tendría entre 15 días y
un mes de vida. Estaba quemada: tenía las almohadillas, la
trufa y las vibrisas quemadas. Tenía pinta de estar deshidratada y con hipotermia
así es que Lourdes y Flori la habían envuelto en una toalla y metido en una
caja pero…¿que había pasado?
Hagamos un retroceso en el tiempo. Dos días antes un
inconsciente, una persona desalmada o como queráis llamarla (merecería
cualquier descalificativo que se os ocurra) prendió fuego a una zona de
espadañas junto al río Duero. Se dio la circunstancia que en ese punto del río
una de las parejas de nutria que tenemos en nuestro río tenía su cubil, en el
que convivían la hembra adulta, una cría del año anterior, es decir, un hermano
mayor, y las crías de este año. Crías de no más de quince días o un mes.
El fuego abrasó las espadañas y a las nutrias con ellas.
Las pequeñas nutrias intentaron salir como pudieron del terrible fuego. Que
sepamos, dos, lo consiguieron; la hermana mayor y esta pequeña nutria que tenía
ante mí.
Estaba helada. Se quejaba y respiraba con dificultad. Había
que hacer algo. Lourdes ya había llamado al 112, que pasaron el mensaje a la
Junta de Castilla y León y…nada. Llamé al servicio territorial de la Junta y me
dijeron que hasta las diez de la mañana del día siguiente no la podían recoger,
que la dejáramos en el cajón del Centro de Recuperación de fauna de Villaralbo.
Le contesté que si la dejábamos allí se iba a morir, no aguantaría. Les daba
igual…
Lourdes estaba indignada y no
entendía la situación; por desgracia, a mí me había pasado más veces con otros
animales que había recogido y tenido en mi casa hasta el día siguiente pero
Lourdes no lo entendía, era inexplicable…nadie se hacía cargo del animal, les
daba igual…como estaba cerrada la oficina…
Después de varias llamadas en las que no conseguimos nada
de nada decidimos que alguien tenía que ver a la pequeña nutria ya que
necesitaba cuidados urgentes, si no moriría; así es que los tres nos fuimos
hasta una clínica veterinaria cercana al río.
Al llegar, la sorpresa de las veterinarias fue mayúscula.
Le pusieron calor e hicieron un reconocimiento de urgencia confirmando nuestras
sospechas. Además, nos dijeron que respiraba con dificultad y tenía los
pulmones tocados ya que tenía humo y cenizas en la boca, nariz y seguramente
pulmones.
Después del reconocimiento surgieron las dudas ya que era
un animal muy diferente a los que solían tratar y se nos ocurrió la posibilidad
de llamar a un veterinario de fauna salvaje así es que llamamos a Silvia
Martín, veterinaria del Centro del Lobo de Robledo (que se daba la
circunstancia que tanto Lourdes como yo conocíamos). Vía teléfono nos fue dando
unas indicaciones de tratamiento y manejo que trasladamos a la veterinaria así
como los cuidados básicos para que aguantara la noche.
Habían pasado algo más de dos horas y media desde que
apareció pero el pobre animal llevaría otro día y medio, como mínimo, a la
intemperie después del fuego. Lourdes y Flori se la llevaron para casa en un
trasportín que, amablemente, nos dejaron en la clínica. Tenía que aguantar la
noche hasta llevarla a las 10 de la mañana del día siguiente al Centro de
Recuperación de fauna.
La pequeña nutria, que es una hembra, aguantó la noche y
Lourdes la llevó hasta el centro donde Silvia la recogió comenzando su
tratamiento y recuperación.
Hoy, al amanecer, me acerqué hasta el lugar, quería ver
si la otra cría que habían oído estaba por algún sitio, si podía localizarla;
era muy complicado que hubiera sobrevivido una segunda noche. No la encontré.
Seguramente hubiera muerto.
Un día después estoy contando su historia. Todavía tengo
la emoción que me recorre el cuerpo como un pequeño calambre con diferentes
ramificaciones de angustia, alegría, rabia, desesperación e impotencia.
Emociones encontradas, contradictorias que me permiten lanzar al viento algunas
reflexiones:
-¿Cómo es posible que no haya un protocolo de actuación
para un animal protegido? ¿Cómo es posible que nadie se haga cargo del animal
mientras no esté abierta la oficina? ¿Cómo es posible que no haya un
veterinario de urgencia para estos casos?
-¿Por qué se sigue quemando? ¿Por qué alguien tiene la
nefasta idea de quemar? ¿No se da cuenta de la importancia de lo quemado? Ah,
que sólo es un carrizal del río…ese carrizal supone un refugio para
micromamíferos, insectos, puede ser un dormidero de aves, lugar de nidos o,
como sucedió, el hogar de una familia de nutrias…sin olvidarnos de lo “bonito”
que hace el río quemado. Educación por favor, educación. Tenemos que conseguir
que estas personas vayan siendo cada vez menos, que se vayan
extinguiendo como la plaga que son.
François de la Rochefoucauld, decía que hay tres clases
de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se
sabe, y saber lo que no debiera saberse. Estas personas cumplen las tres
clases de ignorancia, porque no quieren abrir los ojos, porque nadie les ha
enseñado a que los abran o, simplemente, porque son unos delincuentes.
-Flori y Lourdes son personas sencillas, amantes de la
naturaleza, comprometidas con el medio ambiente y conocedoras de la importancia
de lo que nos rodea. Son personas que han hecho todo lo que estaba en su mano
por salvar a un animal. Han sido capaces de hacer lo que otros no hubieran
hecho nunca y, además, no se dan importancia, lo hacen porque creen,
firmemente, en lo que hacen porque les sale de dentro, les sale directamente
del corazón.
-Gracias al personal de la clínica veterinaria Kinditín
que se portó extraordinariamente con nosotros, por su amabilidad y altruismo.
-Gracias a todos los que llamé para intentar solucionar
el problema, especialmente, a Silvia
Martín que nos trasladó su sapiencia y sensibilidad.
Espero que la mentalidad vaya cambiando y gestos como
este sean más habituales y gestos como el quemar se vayan extinguiendo. Espero
que la educación se vaya imponiendo a la incomprensión. Tenemos mucho trabajo.
Hay que cambiar mentalidades y para conseguirlo hay que empezar por los más
pequeños, por los niños, ellos son el futuro de nuestro medioambiente.
Ahora hay que esperar que la pequeña nutria vaya
recuperándose y, si se recupera del todo: ¿Se podrá soltar nuevamente? ¿Podrá
volver al río algún día? Esperemos que pueda regresar a su hábitat natural del que
nunca debió de salir...el tiempo nos lo dirá.