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lunes, 21 de mayo de 2012

Rarezas genéticas e híbridos.

En muchas ocasiones te encuentras por el campo con algún animal extraño, raro, que le sucede alguna anomalía y te preguntas el por qué. Eso me sucedió hace unos días cuando iba por la orilla del río Duero, en Zamora, y me encontré con una grajilla que tenía el pico extremadamente raro.
En todo organismo nos encontramos con genotipo y fenotipo. El genotipo es toda la información genética que tiene un organismo, es decir son los genes. Por el contrario el fenotipo son los rasgos de un organismo.
Toda la información que tiene un organismo en los genes, puede manifestarse o no manifestarse, es decir, puede  verse o no verse. Por lo tanto el fenotipo será la expresión de esos genes más la influencia que pueda ejercer el medio que rodea al organismo.
Estos rasgos del fenotipo pueden ser de comportamiento (etología) o de rasgos físicos (morfología, fisiología,…). En definitiva, el genotipo son los genes del organismo y solamente se pueden apreciar estudiando el ADN y el fenotipo es la manifestación visible de esos genes que se ve mediante la observación directa de ese organismo.
Imaginemos que hace miles de años un oso se acercó muy al norte (todavía no había osos polares) y a lo largo de los años surgió uno blanco que podía cazar mejor, por lo tanto, estar más fuerte y reproducirse más y así transmitió esa condición de pelo blanco (ya sé que no es blanco el pelo de un oso polar, sino que no tiene color, pero para el ejemplo vale) a sus descendientes, con lo cual, poco a poco todos los osos de esa zona acabaron teniendo el pelo de ese color y los que no lo tenían así murieron de hambre o se marcharon más al sur. Ese pelo de ese color se transmitió genéticamente pero se ve a través de su fenotipo.
Imaginemos ahora un abejaruco que nace con el pico cruzado, como un piquituerto. Con esa condición no podrá comer, o le resultará dificilísimo y así morirá de hambre y no podrá reproducirse y transmitir esa anomalía.
Así, el pico de la grajilla, ese pico extrañísimo, cruzado, largo y fino que en condiciones normales en la naturaleza le provocaría la muerte porque no podría comer; en ciertas condiciones, como es el estar en la ciudad y tener otra serie de recursos alimenticios, le permitirá sobrevivir y seguramente transmitir a sus descendientes ese pico extraño a través de los genes (genotipo). En sus hijos se podrá ver o no ver (fenotipo), ese pico rarísimo, que lo llevará inscrito en su ADN,
 pero podrá salir a la luz o no. Ese pico extraño es una mutación genética.
Otras veces suceden rarezas genéticas como le sucedió a este mirlo blanco.
Este mirlo vive en un jardín de Zamora. Es blanco, algo tremendamente extraño, pero no es albino. Tiene los ojos normales. Es una rareza genética debida a un gen recesivo, que le da el color blanco. Esta particularidad genética se llama leucismo y puede tener diferentes grados. En el leucismo o la pluma es completamente blanca o completamente coloreada, no hay plumas “a medias”. Casi el 30% de las aves que tienen esta rareza, son mirlos.
Para que sea visible (fenotipo) este color blanco, tiene que darse la coincidencia de que ese mirlo se empareje con una hembra que también lleve en sus genes (se muestre o no) ese gen recesivo que le provoca el leucismo.
Este mirlo que veo desde hace dos años, va siendo cada vez más blanco y, seguramente, llegará un momento que será blanco del todo.
Otras veces se produce un fallo de lectura de los genes. Así pasó seguramente con esta serpiente de dos cabezas. 
El bicefalismo, generalmente, son dos individuos diferentes que se han fusionado en el desarrollo, es decir, dos gemelos que no han llegado a separar sus cuerpos, pero tienen dos cabezas y normalmente dos corazones, aunque no se vea.
Este fallo no lo transmitirá genéticamente, porque no es genético, sino un fallo de interpretación de nuestro organismo que se muestra a través del fenotipo, su apariencia.
Si el fenotipo es la apariencia de un organismo, sucede que en ciertos momentos te puedes encontrar con una mezcla de dos especies, es decir un híbrido. Como sucedió cuando en el Parque Nacional de Doñana nos encontramos con este cruce de cerdo doméstico y jabalí. 
Casi siempre, un híbrido, unión de dos especies, es estéril, con lo cual no podrá tener descendencia. Los híbridos pueden producirse de forma natural como seguramente sea este cruce de jabalí y cerdo doméstico pero, normalmente, el hombre tiene que ver en la creación de muchos de ellos.
Sean rarezas genéticas o híbridos siempre sorprende encontrarse con algún animal que tenga alguna de estas características o peculiaridades en la naturaleza.
(Agradezco enormemente a Ernesto H. Barbáchano sus consejos para la realización de esta entrada, y a Poli prestarme su fotografía de la serpiente de dos cabezas para que la ilustre)

martes, 28 de febrero de 2012

Visita a Doñana II: zona sur. El águila imperial.

Entre pinos y arena apareció un águila imperial, volaba encima de nosotros, a poca altura. El guía empezó a hablar acerca de ella mientras le decía: “¡está ahí!”. A lo que me contestaba que ya la había visto pero, de lo que no se daba cuenta, es qué le estaba indicando otra águila imperial que se encontraba a 20 metros nuestros, posada en un gran pino piñonero. Cuando por fin se dio cuenta todos miraron hacia ella y pudimos disfrutar de su presencia en el pino.
Esta águila imperial estaba anillada (cuando sepa algo lo comentaré).
Impresionante. Esa es la palabra que me viene a la memoria recordando el momento. Nunca la había visto tan cerca en libertad. Allí estaba. Posada. Elegante. Poderosa. Majestuosa. 
El águila imperial ibérica es uno de los símbolos de nuestro país. Es la rapaz más amenazada de Europa y se encuentra en peligro de extinción, aunque se esté recuperando poco a poco. Actualmente hay unas 250 parejas que se emparejan para toda la vida y que incluso cazan juntas y coordinadas. Vida que si no se ve truncada por algún veneno, la falta de alimento (sobre todo conejos. Si no hay conejo no puede sobrevivir), la perdida de su hábitat o algún tendido eléctrico puede llegar hasta los 21 años (en cautividad bastante más).
Ahí la teníamos. Su nuca color crema, hombros blancos y plumaje oscuro nos indicaban que era un águila imperial adulta. Este es su color final, ya que va cambiando según los años, si queréis ver cómo es su evolución pinchar aquí.
El águila se empezó a mover por las ramas, lo cual nos hacía pensar que se iba a echar a volar, pero no, hizo algo que nos dejó de piedra.
Estiró el cuello. Abrió su fuerte y curvado pico, a modo de una gran podadora, cogió una rama y se oyó un ¡crack! que resonó en el silencio de La Vera. Había roto una gran rama con una facilidad pasmosa. Su pico demostró su potencia. El sonido me dejó helado. Cogió la rama. Se acercó al borde, desplegó sus poderosas alas y se marchó volando en busca de su nido para acondicionarlo de cara a la próxima temporada de cría. La otra águila, que nos sobrevolaba, también se fue en la misma dirección. Era la pareja. Irían a uno de los varios nidos que tienen y que van alternando temporada tras temporada. Era una de las 14 ó 16 águilas imperiales de Doñana.
La sensación que nos quedó fue de un gran impacto. Tenerla ahí, tan cerca y comportándose en total libertad es una sensación irrepetible, única. Una sensación de ser unos privilegiados de poder admirar a un ave tan imponente como es el águila imperial.
Vimos en total tres águilas imperiales a lo que el guía, Jerónimo, no paraba de darle importancia ya que como él decía: “Traigo a gente hasta de Suecia que vienen a verla y no la ven. Así es que apreciar y disfrutar lo que habéis visto”.
El recorrido continuó hacia las dunas móviles que forman un complejo único y de gran importancia. Vimos el llamado “cerro de los ánsares” que es donde miles de gansos van a comer arena para poder digerir su comida favorita, las castañuelas. Observamos al curioso enebro que con sus raíces móviles va cabalgando sobre la duna para sobrevivir saliendo por arriba mientras que los pinos y arbustos se ven atrapados y mueren sin remisión.
Pinos y matorrales se ven cercados por las arenas de las dunas
formando los llamados "corrales".
Tras una parada en las dunas donde pudimos contemplar innumerables huellas de zorro, ciervo, gamo, jabalí o gaviotas y disfrutar de la suavidad de unas arenas blancas que conforman un paisaje que en ocasiones parece nevado, continuamos hasta la playa para volver al punto de partida, El Acebuche.
Habíamos recorrido unos 70 km entre un paisaje imponente y desbordante aunque este año la marisma esté seca. Al llegar al Acebuche recorrimos sus lagunas en las que no había gran cosa pero pudimos disfrutar de un pequeño zampullín que agitaba con fuerza un pez que acababa de pescar.
Vistas las lagunas decidimos ir hasta El Rocío que es donde había más aves y, además, allí empezaba, nuestra siguiente excursión por la zona norte del Parque Nacional de Doñana.

martes, 21 de febrero de 2012

Momentos muy fugaces.

Me gusta hacer rutas por el campo y casi siempre llevo la cámara. En muchas ocasiones se cruza un animal y lo hace tan rápido que no te da tiempo a poder sacarle una fotografía. Sucede demasiadas veces aunque la visión te queda guardada en tu cabeza y la recordarás siempre. Pero hay ocasiones en las que llevas la cámara preparada o te ha dado tiempo a encender, quitar el tapón, enfocar y disparar. Esas veces las fotografías suelen salir movidas o de baja calidad pero para ti son importantes e ilustrativas del momento.
La Real Academia Española de la Lengua dice que un instante es una porción brevísima de tiempo. Ese instante queda grabado para siempre en tu retina y a veces en una fotografía. Estas son algunas de esas fotografías y sus curiosidades.
Volvíamos de una espera fallida al lobo y lo hacíamos por la carretera que une Villardeciervos con Ferreras de Arriba. Ese día iba de copiloto, algo muy raro, y con la cámara guardada. De repente a nuestra izquierda oímos un ruido y apareció un ciervo macho dando saltos entre los brezos y escobas. No se como me dio tiempo a coger la cámara, encenderla, enfocar y disparar cuando nos atravesó por delante del coche. El ciervo saltó desde arriba de la cuneta, es increíble el salto que tienen estos animales, cayendo en la carretera y huyendo hacia un pinar cercano de nuestra derecha.
Los atropellos o golpes con animales salvajes han estado muy presentes en nuestra provincia en los últimos años. Cuando se circula por una carretera problemática en relación al paso de fauna debemos de tener presentes varias circunstancias. La principal es la velocidad ya que a mucha velocidad no te da tiempo a frenar y la segunda es que en el amanecer y el anochecer es cuando más probabilidad de paso de fauna hay y, por lo tanto, en esos momentos es cuando hay que ir más alerta y a una velocidad moderada.
En el segundo instante me encontraba haciendo una ruta por la Sierra de La Culebra. Bajábamos de Peña Mira y, tras varias subidas y bajadas, al coronar un cortafuegos, nos aparecieron en la ladera de enfrente un grupo de jabalís dispuestos a cruzar un cortafuegos de derecha a izquierda. De nuevo preparo la cámara a toda velocidad para intentar sacar la fotografía. La verdad es que si uno de mis compañeros no hubiese gritado: “¡Mirad. Jabalís!”, como un poseso, los hubiera visto todo el grupo y a mi me hubiera dado tiempo a hacer unas buenas fotos. En cuanto se oyó el grito, los jabalís emprendieron una veloz carrera hasta los brezos del otro lado que les daban cobijo y protección. Moraleja: “Cuando veáis un animal en el campo. No gritéis. Se asustará”. (algún día debería de hacer alguna entrada relativa a los jabalís ya que tengo algunos “curiosos” encuentros con ellos). Segundos después pasó el que faltaba, el jabato rezagado a toda velocidad.
El siguiente instante es de una cierva.
Volvíamos, Isa y yo, a mediodía, de sacar huellas en escayola por un camino de la Sierra de la Culebra cuando, a nuestra izquierda oí un ruido de ramas rompiéndose en el pinar, automáticamente levanté la mano  en señal de no movernos. Nos quedamos quietos. Delante de nuestras narices cruzó una cierva tranquilamente de un lado al otro del camino, la pena fue que la cámara que llevaba, que saqué a toda velocidad, era una compacta pequeña y las fotos se podrían haber hecho mejor, pero la luz del momento hacía que pareciera albina. Quedó una fotografía curiosa ya que la luz lo es todo en una foto, y esta luz era muy especial.
Tres instantes que, aparte de en la memoria, quedaron reflejados en un foto, algo que no es frecuente ya que muy pocas veces te da tiempo a hacer la fotografía.