El jueves por la tarde Luís Manso descubrió uno de esos pájaros que jamás te imaginas ver en tu ciudad, a cinco minutos de casa, en pleno río Duero a su paso por Zamora: un ¡¡¡charrán ártico!!! (juvenil).
El charrán ártico realiza un enorme viaje cada año desde sus lugares de reproducción en el Ártico hasta sus zonas de invernada en la Antártida. Un viaje de unos 70.000 km de ida y otros 70.000 km de vuelta; una verdadera proeza.
En 2010 Carsten Egevang, de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca puso dispositivos Gps en 50 charranes para ver cuál era el recorrido que hacían en su migración anual. Sus conclusiones fueron las siguientes (fuente
National Geographic publicado en 2018):
“Al final de la época de apareamiento, los charranes dejan Groenlandia e Islandia y se dirigen al suroeste para hacer una escala que no se conocía. Se encuentra en medio del Atlántico norte, donde las aguas septentrionales llenas de comida se encuentran con las corrientes meridionales, más cálidas pero menos productivas. Los charranes pasan allí una media de 3 a 4 semanas entre agosto y septiembre, reuniendo fuerzas antes de poner rumbo sureste hacia África.
Todos siguen la misma trayectoria hasta llegar a las islas de Cabo Verde, frente a la costa noroccidental de África, donde se dividen en dos grupos. Un grupo sigue disfrutando de la costa africana, mientras que otro cruza el Atlántico y sigue la curva de Brasil.…Tardan una media de 93 días, aunque las aves más rápidas migran en solo 69 días”
Este viaje al sur es el que está realizando el charrán ártico juvenil que se encuentra en Zamora descansando y alimentándose. Charrán que constituye la primera cita de esta ave en nuestra provincia y la segunda de Castilla y León (la primera cita es de Rafael Díez y César Díez el 30-9-2022 en el embalse del Ebro, Herbosa. (Burgos). Datos extraídos de "
Aves raras y escasas de Castilla y León de 2022") y una de las pocas del interior peninsular ya que su viaje se realiza por el mar y la costa siendo muy, muy raro en el interior de la península Ibérica.
Pero ¿por qué hacen este enorme viaje de polo norte a polo sur cada año de su vida? El mismo artículo nos señala tres posibles explicaciones:
“Estudios previos han encontrado dos explicaciones: las latitudes más altas implican menos parásitos y, cuantas más horas de luz diurna, más tiempo tienen las aves para atrapar el alimento que tanto necesitan”.Es decir, tanto en el Ártico como en la Antártida las horas de luz son muchas al día lo que le permite alimentarse durante casi las 24 horas.
“Pero las aves podrían disfrutar de esos mismos beneficios haciendo escala en una zona subártica más al sur, reduciendo en gran medida sus viajes y apareándose en climas más indulgentes.
Laura MicKinnon, de la Universidad de Quebec, tiene una tercera respuesta que podría explicar este viaje final hacia el norte: es más seguro. McKinnon estudió la influencia de los depredadores en un estudio pancontinental.”
“Descubrió que aparearse a un grado más de latitud reduce las probabilidades de que te devoren. En el experimento, 29 grados separaban los lugares de apareamiento más al norte y más al sur, lo que se traduce en un riesgo un 65 por ciento inferior de caer en las fauces de los depredadores.”
En el viaje de vuelta tardan …“una media de 40 días en llegar a casa. Evitan sus rutas costeras en favor de un vuelo más recto sobre aguas profundas. Trazan una S a través de la atmósfera en dirección a la punta suroccidental de África, cruzan el Atlántico y regresan por la misma ruta de paso en el Atlántico norte que visitaron en su viaje hacia el sur. Finalmente, llegan a su hogar del Ártico en mayo, exhaustos y listos para aparearse.”
El pasado viernes por la tarde pude ver y disfrutar de esta ave viajera que ha hecho una escala en su larga trayectoria. Escala para descansar y coger fuerzas realizando imponentes picados sobre las aguas del río Duero en Zamora ciudad, aguas que son un verdadero punto caliente de observaciones de gaviotas (reidora, sombría, cabecinegra, gavión atlántico, cana, patiamarilla y de Audouin), charranes (común, charrancito y ártico), fumareles (común, cariblanco y aliblanco) y pagazas (piconegra). Un verdadero ramillete de maravillas, todas en el río Duero a su paso por Zamora, en la misma zona.
Tres días después sigo fascinado viendo sus evoluciones entre la niebla zamorana en el río Duero a su paso por Zamora ciudad. Viendo su silueta pasar por delante de las aceñas de Olivares o de la catedral. Viéndolo cruzar el puente de piedra o el puente de hierro pasándome a escasos 5 metros de distancia ante mi sorpresa y las personas con las que hablaba. Un verdadero privilegio de observación. Descubierto por Luis Manso e identificado por Alfonso Rodrigo.