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miércoles, 7 de junio de 2023

Territorio de galápagos y molinos.

Las riberas sayaguesas son un paseo estimulante y maravilloso en primavera. El agua, los colores, los sonidos y los silencios se entremezclan formando un conjunto de sensaciones que te van abordando según caminas por sus orillas.
Por una de esas riberas salpicadas de viejos molinos anduvimos hace unos días. Las flores formaban grandes alfombras que cubrían la superficie del agua entre las que sonaba y resonaba el croar de las ranas que tenían un coro de concurso mientras un alcaudón común vigilaba desde su atalaya o un cuco entonaba su melancólico canto entre los árboles.
En esta época del año hay unos habitantes muy especiales en la ribera, los galápagos europeos.
En esta visita teníamos compañía: tres curiosos niños querían ver los galápagos, mi hija, ducha en estos menesteres hacía de orgullosa anfitriona ante sus amigos que caminaban expectantes hasta que descubrimos los primeros galápagos.
Galápagos esquivos y escurridizos que nos obligaban a descubrirlos de lejos y acercarnos con enorme sigilo para poder verlos ya que al menor ruido se lanzaban rápidamente al agua, a la protección del riachuelo.
Niños que sabían cómo debían de comportarse para poder observarlos y lo hicieron tan bien que pudieron disfrutar de un buen número de ejemplares y algunos de ellos muy cerca ante su asombro y sorpresa.
En cuanto los rayos de sol iluminaron la rivera aparecieron. Ahí estaban termorregulándose sobre las rocas y, ante el mínimo atisbo de peligro, lanzándose a la seguridad del agua.
La ribera está preciosa. Flores. Verde. Cánticos de pájaros, de ranas nos acompañan en el recorrido y, las mariposas, que despliegan toda su belleza de color y diseño en cada recodo del riachuelo.
Los galápagos europeos seguían apareciendo asomados en la superficie del agua o sobre las rocas; ahí estaban, soleándose, alerta. No todos los galápagos que vimos fueron europeos también vimos un ejemplar de galápago leproso en compañía de varios europeos sobre las rocas de la orilla.
Galápago europeo arriba y leproso al borde del agua.
Tanto los galápagos europeos como los leprosos tienen un crecimiento muy lento, por lo tanto alcanzan la madurez sexual muy tarde; los europeos a los 12-13 años en los machos y en las hembras a los 18-20 años. Por su parte en el leproso los machos lo hacen a los 6 ó 7 años y las hembras a los 10 años. Su proceso de cría es muy lento y siempre es una maravilla y una gozada poder contemplar un pequeño galápago europeo como el que nos encontramos junto a los adultos.
La hembra saldrá del agua, hará un agujero y pondrá alrededor de dieciocho huevos que eclosionarán en más o menos dos meses. Este proceso de puesta y el nacimiento de los pequeños galápagos es un periodo crítico en la vida de las hembras y de las crías que pueden llegar a ser predadas en más de un noventa por ciento, cifras enormes que suponen una gran perdida de ejemplares.
Alcaudón común.
Multitud de aves nos acompañaron en el recorrido, desde milano negro hasta águila calzada pasando por abejarucos, alcaudón común o cuco que salpicaron el recorrido con sus vuelos o cánticos como el tan característico de la oropéndola.
Las riberas sayaguesas albergan una de las últimas buenas poblaciones de galápago europeo catalogado como "vulnerable" siendo "...el sur-oeste de Zamora y alguna zona del norte, oeste de Salamanca y el sur de Ávila donde se presentan las mejores poblaciones...El mayor número de ejemplares observados se presentan en el cuadrante suroeste de Zamora y en el cuadrante noroeste de Salamanca. Cabe destacar también un núcleo importante en al norte de Zamora y toda la franja oeste y sur de Salamanca" (Extraído del magnífico trabajo: "Distribución y estado de conservación de los galápagos autóctonos, Emys orbicularis y Mauremys leprosa en Castilla y León". De Gonzalo Alarcos, Fabio Flechoso, Miguel Lizana, Jaime Madrigal y Francisco Álvarez).
Las poblaciones de galápagos van disminuyendo poco a poco. Los científicos exponen diversas razones de esta decadencia. Entre ellas destacan la destrucción de su hábitat, la introducción de especies exóticas y la fragmentación de sus poblaciones.
La ribera por la que íbamos tenía algo más: etnografía e historia salpicada de viejos molinos que nos cuentan sus vidas pasadas como viejos fantasmas que resurgen del olvido. Un ejemplo es el molino de la Resbaladera en el que entramos y pudimos disfrutar de su rehabilitación para contar su existencia a todo aquel que quiera pasar por allí. 
Molino, aserradero, batán y mini central eléctrica que fue evolucionando con los tiempos hasta desaparecer y ser recuperado para contarnos su dilatada y sufrida historia.
El tiempo pasó volando, la mañana se terminaba; era la hora de comer, Mateo, Pilar, Geno y Manolo nos habían acompañado a Lucía, Isa y a mí en un entorno precioso, entorno en el que habíamos entrado en el territorio de los galápagos europeos, en una de las pocas zonas que van quedando con una excelente población de estos hermosos animales.

martes, 28 de abril de 2015

Por una ribera sayaguesa.

Las riberas sayaguesas son un paseo estimulante y maravilloso en primavera. El agua, los colores, los sonidos y los silencios se entremezclan formando un conjunto de sensaciones que te van abordando según caminas por sus orillas.
Este año tienen mucha menos agua que el año pasado con lo cual, si no llueve lo suficiente, se van a quedar sin agua muchas de ellas en muy poco tiempo; por una de esas riberas salpicadas de viejos molinos anduvimos hace unos días, por cierto, ribera o rivera, es una de las dudas que siempre surgen pero, hace mucho tiempo, una persona me explicó como diferenciarlas de una manera muy sencilla: "la "v" tiene fondo, por lo que la rivera con "v" es por el (fondo) cauce del río. La ribera con "b" es alta, por lo tanto, por la orilla".
Las flores formaban grandes alfombras que cubrían la superficie del agua entre las que sonaba y resonaba el croar de las ranas que tenían un coro de concurso mientras una pollada de azulones se escondía rápidamente al tiempo que su madre nos hacía una exhibición de una de sus técnicas de distracción en la que nadaba como si tuviera un ala rota para atraer nuestra atención y así dar tiempo a que sus pequeños se escondieran.
En esta época del año hay unos habitantes muy especiales en la ribera, los galápagos europeos.
Pronto vimos el primer galápago y luego otro y otro, así hasta la muy buena cifra de cuarenta y cuatro. Galápagos esquivos y escurridizos que nos obligaban a descubrirlos de lejos y acercarnos con enorme sigilo y escondiéndonos para poder fotografiarlos ya que al menor ruido se lanzaban rápidamente al agua, a la protección del riachuelo.
De todos los que pudimos disfrutar uno me resultó muy especial, tan especial hasta en la manera de verlo pues hasta que no miré la fotografía no me percaté de él......¿lo veis?
Son como David y Goliat. El tamaño del pie de uno es todo el cuerpo del otro. Es uno de los ejemplares del futuro. Un pequeño galápago que se aferra a la vida, un pequeño galápago que bien pudo ser fruto de una de las cópulas que pudimos presenciar hace unos meses, tras la cual, la hembra saldrá del agua, hará un agujero y pondrá alrededor de dieciocho huevos que eclosionarán en más o menos dos meses. Este proceso de puesta y el nacimiento de los pequeños galápagos es un periodo crítico en la vida de las hembras y de las crías que pueden llegar a ser predadas en más de un noventa por ciento, cifras enormes que suponen una gran perdida de ejemplares.
Cópula de galápagos europeos (fotografía tomada el año pasado).
Ahí estaba el minúsculo galápago haciendo como sus mayores, termorregulándose sobre una roca y, ante el mínimo atisbo de peligro, lanzándose a la seguridad del agua.
La ribera está preciosa. Flores. Verde. Cánticos de pájaros, de ranas nos acompañan en el recorrido y, las mariposas, que despliegan toda su belleza de color y diseño en cada recodo del riachuelo.
Carcharodus alceae.
Polyommatus icarus.
(Agradezco enormemente a Alfredo Hernández
 su ayuda con algunas identificaciones)
Quizás, este año, me haya fijado más en ellas con lo cual pudimos identificar hasta trece especies que me siguen sorprendiendo por su belleza, aunque sean minúsculas; su simetría, su armonía, su color, su diseño son ciertamente espectaculares.
Los galápagos europeos seguían apareciendo asomados en la superficie del agua o sobre las rocas; ahí estaban, soleándose, alerta o entregados a los quehaceres del amor.
Abril y mayo es una época muy buena para verlos y las riberas sayaguesas albergan una de las últimas buenas poblaciones de un animal catalogado como "vulnerable".
No todos los galápagos que vimos fueron europeos también vimos a este par de galápagos leprosos (los dos de la derecha) en compañía de varios europeos sobre las rocas de la orilla. 
2 galápagos europeos (izquierda) y
2 galápagos leprosos (derecha).
En esta ribera dominan los galápagos europeos aunque algún galápago leproso también hace su vida en la misma zona. Tanto los galápagos europeos como los leprosos tienen un crecimiento muy lento, por lo tanto alcanzan la madurez sexual muy tarde; los europeos a los 12-13 años en los machos y en las hembras a los 18-20 años. Por su parte en el leproso los machos lo hacen a los 6 ó 7 años y las hembras a los 10 años. Por lo tanto, su proceso de cría es muy lento y siempre es una maravilla y una gozada poder contemplar un pequeño galápago europeo como el que nos encontramos junto al adulto.
Alcaudón común.
Multitud de aves nos acompañaron en el recorrido, desde milano negro hasta águila calzada pasando por abejaruco, alcaudón común, cuco, carbonero o mirlo común que salpicaron el recorrido con sus vuelos o cánticos e incluso tuvimos la suerte de que, al terminar y volver al coche, más de cien buitres leonados se levantaron a pocos metros nuestros y nos ofrecieron un espectáculo inenarrable ya que fueron pasando sobre nuestras cabezas a muy, muy poca altura permitiéndonos ver con detalle su enorme envergadura que vista de cerca impresiona; incluso un buitre negro se levantó del festín que no pudimos ver ya que una loma, varias cercas y árboles nos impedían ver que estaban comiéndose.
Buitre leonado.
Traca final a un hermoso y placentero paseo que nos abrió el apetito, con lo cual, nos dirigimos hasta los cercanos arribes del Duero donde nos dispusimos a pasar la tarde deparándonos un buen número de sorpresas que serán el tema de la próxima entrada.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Galápagos en el río Duero.

Después de la entrada que realicé acerca de los habitantes del río Duero a su paso por Zamora me surgió la idea de la realización de esta entrada tras hablar con un magnífico conocedor de la fauna zamorana como es J. Alfredo Hernández. Antes de continuar me gustaría agradecer tanto a Alfredo como a Gonzalo Alarcos su inestimable colaboración para la identificación de algunos ejemplares que ilustran esta entrada así como a Nano por prestarme sus fotografías.
En una de las fotografías aparecía un galápago europeo. Animal que hacía años que no tenía constancia de su existencia en el río Duero a su paso por Zamora y que me hizo recordar la historia de un nido de galápagos que sucedió hace algún tiempo.
Galápago europeo entre los juncos.
En el río Duero a su paso por Zamora nos encontramos con dos especies de galápago. El europeo y el leproso. Cuando vas por el río y tienes la suerte de ver uno puedes distinguirlos de una manera sencilla, siempre que los veas no muy lejos o con unos prismáticos. Si hablas con un científico o consultas una guía te indicarán diversas maneras de hacerlo pero cuando los ves en una piedra o en un árbol, puedes distinguirlos simplemente mirando su color de la cabeza, de las patas o de la cola.
El galápago europeo tiene un color oscuro manchado de pintas amarillas; por el contrario, el galápago leproso, es de color pardo oliva, sin pintas amarillas, aunque algunos conservan líneas naranjas o amarillas en la cabeza y las patas (sobre todo los juveniles). De esta sencilla manera se podrán diferenciar, siempre que se vean relativamente bien. Evidentemente hay otras formas más técnicas de diferenciarlos como el tamaño o la forma y color del caparazón.
Galápago europeo. Observar las pintas amarillas en la cabeza y pata derecha.
Los dos tienen un crecimiento muy lento, por lo tanto alcanzan la madurez sexual muy tarde; los europeos a los 12-13 años en los machos y en las hembras a los 18-20 años. Por su parte en el leproso los machos lo hacen a los 6 ó 7 años y las hembras a los 10 años. Por lo tanto su proceso de cría es muy lento.
Pareja de galápagos leprosos al sol de la mañana.
Las hembras son más grandes que los machos y cuando salen del agua a hacer la puesta están muy expuestas a diversos peligros, es un momento crítico para ellas y para la conservación de la especie.
Las hembras harán un agujero, casi siempre de noche, en una zona protegida, cercana al agua, donde pondrán hasta 18 ó 20 huevos y es aquí donde comienza nuestra historia.
Esa puesta se realizó en la orilla del río a su paso por Zamora pero las puestas de huevos son un manjar para muchos otros animales como zorros o jabalíes que si las localizan  darán buena cuenta de ellas. Mi amigo Nano se encontró una puesta en malas condiciones, la recogió y se la llevó para casa.
Se calcula que pueden llegar a desaparecer el 95% de los huevos o neonatos de una puesta de galápagos (tanto europeos como leprosos) y eso, en una especie catalogada en España como vulnerable, es una tremenda pérdida.
Resto de un nido de galápagos después de agrandar el agujero.
Nano cogió la puesta y se la llevó para intentar sacarla adelante. ¿De qué serían? ¿De europeo o de leproso? Daba igual, eran de galápagos, y había que intentar sacarlos adelante.
Las puestas de los galápagos deben estar a una temperatura determinada, algo fundamental ya que, si la temperatura baja, se puede perder. Esa temperatura también va a determinar el sexo de los jóvenes galápagos ya que si baja de 28º se producen machos y a más de 29º, hembras. Por lo tanto, la temperatura, es básica para que la puesta llegue a buen fin.
Los galápagos tienen actividad desde primavera hasta finales de octubre o principios de noviembre dependiendo de la temperatura; el resto del tiempo lo pasarán hibernando enterrados.
Pequeños galápagos leprosos recién nacidos.
Fue en Octubre cuando Nano, consiguió sacar esta puesta adelante. Eran galápagos leprosos. Once pequeños galápagos que no paraban ni un instante y que devolvió al lugar donde deberían de haber nacido sin problemas, al río Duero, donde los primeros años tendrán que tener mucho cuidado pues les acecharán multitud de peligros.
Galápago subido en un tronco termorregulándose.
Los galápagos se activan por la mañana subiéndose a troncos o piedras para regular su temperatura. Ahí pasarán gran parte de la mañana si no son molestados y es ahí donde más y mejor se pueden ver en la orilla del río a su paso por Zamora. Si se ven amenazados se lanzarán al agua y se enterrarán en el fondo.
Tres galápagos europeos.
En otra ocasión. En uno de mis paseos por el río me puse a hablar con unos pescadores. Mientras hablábamos a uno de ellos se le empezó a mover la caña. Habían picado. El hombre recogió el sedal y para sorpresa nuestra no había picado un pez sino un galápago. Lo cogió y lo dejó en el suelo. Había que quitarle el anzuelo. Algo que no resultó nada fácil pues escondía la cabeza y era bastante complicado agarrarle el anzuelo. Tras varios intentos conseguimos sacárselo. Era un galápago leproso.
Galápago leproso con el anzuelo clavado.
Las poblaciones de galápagos van disminuyendo poco a poco. Los científicos exponen diversas razones de esta decadencia. Entre ellas destacan la destrucción de su hábitat, la introducción de especies exóticas y la fragmentación de sus poblaciones.
Tortugas de Florida (de orejas amarillas a la izquierda y
 de orejas rojas a la derecha).

Con respecto a la introducción de especies exóticas hay que tener sentido común y saber que está prohibido soltar tortugas alóctonas, es decir, de fuera de la península Ibérica, como son las tortugas de Florida, tanto de orejas amarillas como de orejas rojas, que se han convertido en un verdadero problema en determinadas zonas de nuestro país por las sueltas de estos animales por parte de personas que se han cansado de ellas y las han llevado a un río, charca o lago.
Estas tortugas de florida son especies invasoras y muy dañinas ya que se adaptan rápidamente y desplazan a los galápagos autóctonos, el europeo y el leproso, al compartir alimento, territorio y zonas de cría. 
Aún así, el galápago sigue en nuestro río Duero. Cuando lo veáis en algún paseo recordar que es una especie vulnerable y, como tal, debemos de cuidar.