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domingo, 5 de noviembre de 2023

Nuevo libro: Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0

Comienza una nueva aventura. Un nuevo libro cuyo protagonista principal es el lobo ibérico. Animal emblemático y carismático de nuestra fauna ibérica.
Ese animal es el protagonista de las observaciones que he ido recopilando, fundamentalmente, en el noroeste de la provincia de Zamora en los últimos 10 años.
La finalidad de este libro es describir cómo vive un lobo ibérico mediante observaciones reales y directas de su comportamiento para conocer mejor su existencia, para comprenderlo, entenderlo, valorarlo y respetarlo así como poner en valor el entorno que le rodea.
Formato horizontal, tamaño A4, doble columna, pasta dura, 248 páginas a todo color, 96 observaciones, 163 fotografías, 36 fotografías ilustradas y 5 ilustraciones con prólogo de Javier Talegón (Llobu: Ecoturismo y medioambiente), fotografías propias además de las de Fernando García, Manuel Segura, José Luís Santiago y Hipólito Hernández “Poli”. A todos ellos les agradezco enormemente su colaboración pero sobre todo su amistad.
El libro está dividido en cuatro partes: Sentir al lobo. El grupo familiar. Alimentación. Encuentros fortuitos y Comportamientos inusuales.
Libro del que estoy muy orgulloso y espero que despierte en el lector un interés por conocer y valorar a nuestro lobo ibérico.

viernes, 15 de mayo de 2020

9 años del blog: la mirada del lobo.

Se cumplen 9 años desde que este blog comenzó a andar. 9 años en los que los inicios fueron muy complicados. Quería contar mis propias experiencias, transmitir sentimientos, emociones, inquietudes, valores. Quería dar a conocer la naturaleza que nos rodea para poder valorarla y respetarla.
Nos encontramos en un momento en el que la inmediatez, agilidad y alcance de las redes sociales han ido arrinconando y haciendo que muchos grandes blog hayan desaparecido. Momento en el que los blogs están de capa caída. Momento en el que los blog han ido decayendo pero los que se mantienen siguen siendo una magnífica ventana a la naturaleza, a la difusión de sus valores, a la educación ambiental.
Hace dos años Emilio J. Orovengua me hizo una entrevista en naturablog dentro de las entrevistas blogueras (os recomiendo pinchar aquí para leerla completa). De ella quiero extraer varios pasajes que creo son muy significativos en este momento.
Las redes sociales y los blogs no tienen por qué ser excluyentes, al contrario, pueden ser complementarios, pueden coexistir. Un gran problema de mantener un blog es el enorme trabajo que conlleva. Desde mi punto de vista para poder mantener un blog hay que tener una serie de ideas claras, de características específicas para que funcione: “…fundamentalmente tres: entusiasmo, constancia y capacidad para transmitir. El entusiasmo es básico; tienes que hacer algo que te gusta, que te apasiona, que disfrutas haciéndolo. A ese entusiasmo hay que añadirle el deseo de transmitir, de enseñar, de contar historias. Todo este entusiasmo y deseo de trasmisión serían inútiles sin la constancia. Mantener un blog es arduo, complicado y tienes que ser muy constante para no desanimarte, para no dejarlo”.
Sinceramente creo que “el blog se caracteriza más por sus textos, por lo que cuento en él que por las fotografías. Las fotografías acompañan al texto pero no son básicas, ni determinantes, es evidente que ayudan pero lo verdaderamente importante es lo que quiero contar, lo que quiero transmitir, las emociones, las historias aderezadas con información, con defensa de la naturaleza. Quiero que a la mayoría de la gente que entre en el blog, tengan o no grandes conocimientos, les llegue”.
Después de 9 años, casi 480.000 visitas de todas las partes del mundo, 420 entradas, 1.000 comentarios, una media en los últimos años de casi 6.000 visitas mensuales aquí seguimos y para celebrarlo he querido hacer dos entradas muy especiales sobre un animal mítico, el lobo ibérico. La primera dedicada a mis sensaciones al sentir al lobo (podéis recordarla aquí) y esta segunda acerca de su mirada. En ambas he querido extraer algunos pasajes del libro “Observaciones de campo del lobo ibérico” que nació de este blog.
La mirada del lobo:
Ahí está. Me mira. Nuestros caminos se han encontrado. Coincidimos. Nuestras miradas se entrecruzan durante un tiempo eterno, un tiempo que parece haberse detenido, petrificado. Estamos él y yo. No escucho nada. No hay nada a mi alrededor. Sólo está su mirada. Una mirada de ojos almendrados que parece bucear en tu interior. Una mirada que como decían desde antiguo: “te hiela la sangre”. En cierto  modo es verdad. Es una mirada penetrante, profunda, hipnótica. Una mirada que no puedes dejar de mirar hasta que él decida cambiarla. Es la mirada del lobo.
Mirada que espero poder volver a ver en cuanto sea posible. Mirada que espero volverme a encontrar lo más pronto posible. Mirada que eriza el bello. Mirada que nunca me ha dado miedo. Mirada que siempre me ha dado respeto.
“Mirada que vi por primera vez cuando tendría unos siete u ocho años. El verano terminaba y volvía con mis padres y hermano del Lago de Sanabria, donde habíamos pasado casi dos meses en tienda de campaña; justo antes de llegar al pueblo de Galende, en una curva cerrada hacia la izquierda, mi padre redujo la marcha y nos dijo. “Mirad. Un lobo”. El animal cruzó la carretera de izquierda a derecha y comenzó a subir por un camino. Paramos el coche para contemplar cómo subía con un andar elegante y majestuoso, cómo se paraba, se volvía, nos miraba un instante y seguía tranquilamente”.
El lobo mira y te quedas hipnotizado como me sucedió hace muchos años. “Eran las 8 de la mañana nos dirigíamos por un camino hasta una finca. En una curva de 90º mi hermano dijo: “Para. Un lobo”. Miré a la cuneta y allí estaba. Mirándonos. Escasos tres metros nos separaban de él. Su mirada color miel nos sopesaba, nos medía, nos preguntaba si éramos una amenaza para él. Nos quedamos de piedra. Pasados unos segundos decidió irse ladera arriba. Lo hizo de forma imponente ya que subió corriendo la ladera mirándonos fijamente, sin perdernos de vista. Era increíble verle correr hacia delante, con la cabeza vuelta, mirando hacia atrás, hacia nosotros”.
Mirada que fue muy especial en una soleada pero fría mañana del mes de agosto: “Jose Luis escrutaba los brezos como un vigía que está a punto de descubrir tierra. Noa, su hija pequeña, observaba atentamente todo lo que hacíamos y miraba con sus grandes ojos la zona de la que ni su padre, ni yo, quitábamos un segundo la mirada. Los brezos se volvieron a mover. El movimiento era suave, ligero. No era ni un jabalí, ni un corzo, ni un ciervo. Según mirábamos los tres, un precioso e imponente lobo, se asomó por encima de una peña, entre los brezos. Nos miraba. Nos miraba. Nos miraba fijamente con sus ojos almendrados, cara oscura, grandes orejas, pelo muy corto de verano y expresión seria pero decidida y firme. Su mirada penetrante parecía escrutarnos. Parecía sondearnos. Parecía preguntarse quiénes éramos, qué queríamos, qué hacíamos allí, qué mirábamos, los intrusos éramos nosotros, los observados éramos nosotros, la espera nos la estaba haciendo él a nosotros.
El lobo nos miró durante unos minutos que avanzaron lentamente. Era como si el tiempo se hubiera detenido o avanzara al ritmo de la mirada del lobo, no había nada más, su mirada y nosotros. Nos quedamos hipnotizados ante la mirada de aquel lobo que teníamos a escasos diez metros. El lobo nos miró profundamente, como cuando un ilusionista quiere entrar en tu mente. En ningún momento quitamos los ojos de él. Había que saborear y disfrutar este momento tan intenso, tan profundo. Nada más verlo tuve la fuerza de coger la cámara y mirarlo a través de ella, sólo hice cinco fotos, y son muchas ya que en otras ocasiones no he hecho ninguna al quedarme absorto observando pero, en esta ocasión, las hice.
El tiempo se detuvo durante esos minutos. Ninguno nos giramos a ver que hacía el otro, cada uno saboreábamos el momento a nuestra manera, era como cuando te dejan muy poco tiempo para ver un cuadro de un pintor famoso y quieres aprovechar cada segundo, cada instante. Allí estaba. Mirándonos. Era un lobo adulto. Su porte, expresión y comportamiento así lo delataban, un lobo joven nunca hubiera tenido ese aplomo, esa seguridad a la hora de comportarse, hubiera sido más fugaz, se hubiera movido más rápido pero este lobo no, todos sus movimientos fueron seguros, firmes y decididos pero lentos y suaves. Estaba tranquilo, seguro de sí mismo, confiaba en él. Seguramente nos hubiera oído y decidiera observar quiénes éramos y si suponíamos una amenaza o quizás pasaba por la zona. Nunca lo sabremos. Pero lo que nunca se nos olvidará es su mirada, el hecho de que un lobo adulto y en total libertad estuviera a escasos diez metros observándonos, estudiándonos, no perdiendo detalle de nuestros movimientos y nuestro comportamiento.
Pasaron los minutos y, cuando decidió que había visto lo suficiente, se bajó de la roca y desapareció entre los brezos. Seguimos viendo el movimiento de los brezos que se iba alejando lentamente como cuando sigues las burbujas de una nutria que van saliendo a la superficie. A unos cincuenta metros volvió a asomar. Se subió en una roca y nos volvió a mirar. Seguíamos ahí. Inmutables. Hieráticos. En silencio absoluto sin casi oír ni nuestra propia respiración. No había nada. No existía nada. Sólo estaba el lobo que nos volvió a observar. Tenía que cerciorarse. Estuvo unos segundos en la roca. Bajó y desapareció. No lo volvimos a ver”.
Esa mirada me caló desde pequeño y me sigue calando hondo cada vez que me la cruzo. Mirada de un animal emblemático, icono de nuestra fauna, un animal con el que debemos convivir y sobre todo, respetar. Ese es el lobo y esta es su mirada.

jueves, 7 de mayo de 2020

Sentir al lobo.

Ver a un lobo es un momento único, especial, diferente. Da igual las veces que lo hayas visto, siempre hay una sensación de emoción, alegría, nerviosismo controlado o euforia que te recorre el cuerpo como una pequeña descarga pero, si además de poder verlo, tienes la inmensa suerte de poder verlo cerca (o muy cerca) o de sentirlo, entonces, las sensaciones se multiplican exponencialmente. Esos dos momentos son muy especiales: su mirada y cuando lo sientes. Estos dos momentos son únicos, impactantes, diferentes y los recordarás toda la vida.
Hace algo más de tres años publiqué el libro: “Observaciones de campo del lobo ibérico”. En él narraba varios encuentros muy cercanos con este animal tan emblemático de nuestra fauna ibérica. En estas dos próximas entradas quiero recordar algunos de ellos y añadir alguno mas que no aparece en el libro.
En esta primera quiero contar las sensaciones vividas cuando sientes a un lobo pero no lo ves. Sabes que está ahí. Lo notas. Notas su presencia. Lo oyes. Oyes su jadeo. Oyes su respiración. Oyes como se mueve a tu lado. Tus pelos se erizan y tus sentidos se ponen en alerta. Se acerca. Está a menos de cinco metros de ti. Esto nos pasó a mi amigo Jose Luís y a mi con un lobo que vino a ver quienes éramos y qué hacíamos allí.
El lobo bordeó una pequeña pradera...
“El sol se había ocultado y se veía muy poco. No había luna y la oscuridad lo cubría todo. El lobo bordeó una pequeña pradera y desapareció entre los brezos. Se acercaba. Nos quedamos quietos. En silencio absoluto. Escuchando. Pasados unos minutos un leve ruido delante nuestro nos hizo girar e indicar el lugar. Estaba allí. A escasos diez metros. Luego a escasos cinco metros. Entre el brezo. Nuestros sentidos se pusieron en alerta máxima. No veíamos nada pero si escuchábamos. Se movió a nuestra derecha en un andar muy lento, suave, como si no estuviera pisando entre brezos y carqueisas. Se movía y se paraba. Nos debía de estar observando detenidamente. Andaba de nuevo. Estaba a nuestra espalda. Se paraba y oíamos su respiración en la noche. Nos estaba rodeando. Estaba haciendo un círculo en el que nosotros éramos el centro. Quería comprobar e informar a su general lo que éramos y que queríamos. Siguió moviéndose lentamente, muy lentamente, notábamos su presencia, oíamos sus pasos en un susurro, escuchábamos su respiración. Nos dio la vuelta completa. Había terminado su trabajo. Debía de informar. Salió a la pista y oímos cómo se sacudía los trozos de brezo que pudieran haber quedado entre su pelo, era como cuando un perro sale del agua y se la sacude de un lado a otro”.
Sentirlo. Esa palabra alcanza todo su significado cuando se te acerca. Cuando sabes que está ahí. Cuando está a tu lado pero no lo ves como nos pasó en otra ocasión.
“La mañana era agradable y varios grupos de ciervos se movían entre brezos, escobas y pinos cuando José Luis me dijo casi en un susurro: "Tenemos un lobo detrás. Mira a ver". Los pelos se me erizaron como las púas de un erizo cuando se siente amenazado. También lo había oído. Silencio. Un jadeo. Silencio. Me giré muy despacio y busqué entre las peñas que teníamos detrás. No veía nada pero allí estaba. Sentíamos su presencia. Una presencia que no ves pero que sabes que está allí. No vimos nada. Giramos de nuevo la cabeza hacia los ciervos y otra vez. Silencio. Jadeo. Silencio. Jadeo. Silencio. Allí estaba por segunda vez. Detrás nuestro. Observándonos. Nos volvimos a girar pero nada nuevamente. Había estado allí. Nos había observado él a nosotros. El lobo había estado allí. No lo vimos pero notar su presencia, oírlo jadear es algo indescriptible, algo que hay que vivirlo para poder entenderlo”.
Estos encuentros han quedado grabados en mi memoria de una manera tan especial que según escribo estas líneas se me erizan los pelos de los brazos al recordarlos.
El último encuentro que quiero contar en esta entrada sucedió en un camino por el que íbamos tranquilamente cuando el sol se encontraba en lo mas alto. La conversación era amena y agradable acerca de los ciervos de la zona, los corzos que habíamos visto y el calor que hacía en pleno mes de agosto. Según avanzábamos noté una presencia; como cuando notas que alguien te está mirando, que tienes sus ojos clavados en tu nuca, esa sensación en la que miras para atrás y no ves a nadie, esa sensación en la que notas perfectamente que te están vigilando.
Bajábamos por el camino y la sensación no disminuía, al contrario, crecía por momentos. Cada pocos metros me giraba y miraba hacia atrás. Nada. No se veía nada en absoluto pero la sensación seguía ahí. A la cuarta o quinta vez que me volví un lobo asomó la cabeza por la parte izquierda del camino. Ahí estaba. La sensación que me vigilaba había aparecido. La preciosa cabeza dio paso a un potente cuerpo en el que se notaban todos sus músculos tensos al avanzar hasta el otro lado del camino. Cruzó y desapareció.
Me dejó de piedra. Boquiabierto. Ojiplático. La sensación que había tenido sobre mí durante un tramo del camino desapareció. El lobo desapareció. Fuimos incapaces de volver a verlo y eso que se metió en una zona de hierbas agostadas en la que teníamos muchas probabilidades de verlo pero él no quiso volver a mostrarse.
Estas dos entradas van a ser muy especiales porque con ellas quiero conmemorar los nueve años de existencia de este humilde blog que gracias a vosotros ha ido creciendo hasta llegar a las casi 6.000 visitas de media mensual. Gracias a todos.
Espero que haya podido transmitir alguna de las sensaciones que pude experimentar. Sentir al lobo es muy difícil de transmitir; quizás me entiendan un poco mas los que se hayan visto en situaciones parecidas.
Esta fotografía corresponde al primer encuentro narrado en esta entrada
porque antes de venir a vernos...nos miró.
La próxima entrada será la mirada del lobo. Esa mirada penetrante y cautivadora que he podido ver muy de cerca en unas cuantas ocasiones.

jueves, 18 de enero de 2018

Hace un año de la publicación del libro: “Observaciones de campo del lobo ibérico”.

En el pasado mes de diciembre de 2017 se cumplió un año de la publicación del libro: “Observaciones de campo del lobo ibérico”Era el comienzo de un finalUn año del nacimiento de un sueño que se hizo realidad después de mucho trabajo, paciencia y dedicación. Un año en el que ha ido creciendo lentamente.
Lo primero es agradecer enormemente a todos aquellos que me apoyasteis, me disteis ánimos y consejos en su gestación. A Pepe Calvo (director del Museo Etnográfico). A Luís González (Semuret). Y en especial a mis compañeros de viaje, de horas y horas en el campo con frío, viento, calor, lluvia y mucha, mucha paciencia, gracias a Ernesto Hernández, Fernando García y, en especial, a José Luís Santiago
Gracias a todos aquellos que lo habéis leído u os habéis interesado por él. Vuestras muestras de apoyo y opiniones satisfactorias es lo mejor que puede suceder cuando te embarcas en una aventura como esta. El proceso es largo y lleno de complicaciones. Un libro es una arriesgada aventura y más cuando no tienes nombre, ni caché, ni distribución a gran escala, ni un apoyo mediático…el libro va saliendo por su propio peso, es como si tuviera vida; uno lo lee y lo recomienda a otro, va a la librería y le hablan de él, va cobrando vida propia.
La mayor satisfacción es hablar con alguien que lo ha leído y que te cuente sus opiniones. Opiniones que han sido muy buenas en general. Opiniones de gente de todo tipo, desde gente muy mayor hasta jóvenes e incluso niños que lo han leído y te cuentan cosas que les sorprenden, que les admiran o que les gustan especialmente. Siempre hay frases que te dejan una gran sonrisa de satisfacción y orgullo al haber transmitido tus vivencias sobre un animal tan emblemático, tan mítico de nuestra fauna.
Me ha sorprendido la variedad de gente que se interesa por él y la dispersión enorme que tiene por la geografía española; una de las finalidades del libro era hacer un libro fácil de leer, que todo el mundo, independientemente de sus conocimientos técnicos o biológicos, pudiera leer y disfrutar; un libro estructurado de una manera poco habitual pero que atrajera y animara a su lectura, incluso a los niños o jóvenes y, esto, creo que lo está consiguiendo.
Me gustaría recordar algo fundamental del libro: no es un libro de fotografías; es un libro de historias, de situaciones cotidianas en la vida del lobo ibérico, de observaciones directas de comportamientos y maneras de actuar en determinados momentos de su vida diaria para comprenderlo, entenderlo, valorarlo y respetarlo. 
Los siguientes pasajes del libro son una buena muestra.
"Siempre se ha dicho que “la mirada de un lobo te hiela la sangre” y, en cierto modo, es verdad. Esos ojos almendrados de mirada penetrante, profunda, que te observan y parece que leen en tu interior. Cuando un lobo te mira directamente, quedas hipnotizado, no puedes dejar de mirarlo hasta que él decida cambiar la mirada”.
“El tiempo se detuvo durante esos minutos. Ninguno nos giramos a ver que hacía el otro, cada uno saboreábamos el momento a nuestra manera, era como cuando te dejan muy poco tiempo para ver un cuadro de un pintor famoso y quieres aprovechar cada segundo, cada instante. Allí estaba. Mirándonos. Era un lobo adulto. Su porte, expresión y comportamiento así lo delataban, un lobo joven nunca hubiera tenido ese aplomo, esa seguridad a la hora de comportarse, hubiera sido más fugaz, se hubiera movido más rápido pero este lobo no, todos sus movimientos fueron seguros, firmes y decididos pero lentos y suaves. Estaba tranquilo, seguro de sí mismo, confiaba en él. Seguramente nos hubiera oído y decidiera observar quiénes éramos y si suponíamos una amenaza o quizás pasaba por la zona. Nunca lo sabremos. Pero lo que nunca se nos olvidará es su mirada, el hecho de que un lobo adulto y en total libertad estuviera a escasos diez metros observándonos, estudiándonos, no perdiendo detalle de nuestros movimientos y nuestro comportamiento”.
Gracias a todos.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Libro: “Observaciones de campo del lobo ibérico”.

El pasado jueves fue un día muy especial. El comienzo de un final, me explico, presenté en el Museo Etnográfico de Castilla y León (Zamora) el libro: “Observaciones de campo del lobo ibérico”Un sueño que  vio la luz.
Quería hacer un libro fácil de leer, que todo el mundo, independientemente de sus conocimientos técnicos o biológicos, pudiera leer y disfrutar; un libro estructurado de una manera poco habitual pero que atrajera y animara a su lectura, incluso a los niños o jóvenes.
Fernando García, José Luis Santiago, José Barrueso y Ernesto Hernández.
En la presentación me acompañaron tres amigos y amantes de la naturaleza que han colaborado en la gestación de este libro; amigos y compañeros de tantas horas de campo, de tantas horas de frío, viento, lluvia y calor en la búsqueda del lobo. Fernando García (gracias por tus fotos y consejos), Ernesto Hernández (gracias por tus consejos y ayuda en ciertos temas biológicos) y José Luis Santiago (gracias por tu compañía, consejos y mostrarme al lobo como es).
La presentación estuvo muy concurrida y llenó el salón de actos del museo en un acto ameno y distendido que dio el telón de salida a un libro diferente sobre lobos. Gracias a todos los que estuvisteis allí, gracias a todos los que me habéis apoyado y animado, gracias a Pepe Calvo (director del museo) por su amabilidad y predisposición, gracias a Luis González (librería Semuret) por sus inestimables consejos y amabilidad. A todos, mil gracias.
El libro está dividido en cinco grandes bloques: “Sentir al lobo”, “El grupo familiar”, “Alimentación”, “Encuentros fortuitos” y “Comportamientos poco habituales”. Cada bloque es independiente y todos se desarrollan mediante el relato de una observación directa de campo en la que narro una situación o un hecho cotidiano en la vida de un lobo ibérico, de tal manera que al terminar el libro se tenga una idea clara de cómo es su día a día.
El lobo ibérico es el protagonista de este libro, el protagonista de cuarenta y cinco observaciones de campo en las que se nos muestra su vida cotidiana. Una vida llena de emociones y peligros.
Tres páginas del libro.
No es un libro de fotografías, es un libro de historias, de situaciones cotidianas en la vida del lobo ibérico, de observaciones. Todas las observaciones y fotografías de este libro han sido realizadas a lobos en total libertad, sin causarles ningún daño, molestia o perjuicio, sin interferir para nada en su vida, en sus movimientos o en sus quehaceres.
106 fotografías y 4 esquemas de caza ilustran el libro.
Una de las finalidades de este libro es describir cómo vive un lobo mediante observaciones reales de su comportamiento para conocer mejor su vida, para comprenderlo, entenderlo, valorarlo y respetarlo. 
Espero y deseo que guste a todo aquel que se anime a tenerlo entre sus manos, a leerlo, a disfrutarlo, a saborearlo...
(Más información en jbarru99@yahoo.es)