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martes, 26 de marzo de 2024

II Censo del embalse de Almendra entre zamoranos y salmantinos.

Miguel Rodríguez Esteban es un joven biólogo salmantino (con una pequeña parte zamorana) de enormes conocimientos, carácter templado e infinita paciencia que por segundo año consecutivo puso de acuerdo y distribuyó a un grupo de zamoranos y otro de salmantinos para hacer el Censo del Embalse de Almendra situado entre las provincias de Zamora y Salamanca.
El embalse de Almendra es el tercero más grande de España, el que tiene la presa más alta (202 metros) y que ocupa 8.650 hectáreas con una orilla en cada provincia, cuya construcción comenzó el 28 de agosto de 1964 y terminó seis años más tarde, inaugurándose ese mismo año.
Lugares en los que se prospectó el embalse.
Miguel distribuyó a los 17 participantes en grupos asignándoles una zona concreta para poder abarcar la práctica totalidad de las orillas del enorme embalse. El grupo de zamoranos recorría la orilla de su provincia y el grupo de salmantinos recorría la suya. La idea era que cada grupo, en su zona, iba anotando todas las especies de aves que fuera detectando.
El embalse se encontraba a algo más del 80% de su capacidad dando la sensación de un pequeño mar interior mientras que desde su presa se contemplaban los enormes y majestuosos cortados que excavó el río Tormes antes de su unión con el río Duero.
Cigüeña negra fotografiada por Alfonso Rodrigo.
Pareja de buitre leonado.
Se consiguieron observar 106 especies (aquí se puede ver la lista completa); una muy buena cifra, 25 más que el año anterior ya que el censo se ha realizado este año más tarde y se han apuntado muchas estivales que el año anterior no habían llegado todavía. 
Gaviota argéntea fotografiada por Miguel Martín.
Cabe destacar la observación por segundo año consecutivo de una gaviota argéntea, especie muy escasa en toda Castilla y León exceptuando el CTR de Gomecello (Salamanca). También se confirma el asentamiento del ganso del Nilo en el embalse, observándose cinco ejemplares, recordemos que el año anterior criaron en la zona salmantina de Ledesma.
Pareja de ganso del Nilo fotografiada por Tino Fernández.
Águila perdicera fotografiada por Miguel Rodríguez.
Una joven águila perdicera fue otra de las sorpresas de la jornada que además estaba anillada E32 en los arribes portugueses en mayo de 2023. Un precioso y activo mirlo acuático hizo las delicias de todos los participantes con su maestría e incursiones acuáticas en el tramo encajonado del río, observación muy interesante dada su rareza en la zona.
Mirlo acuático fotografiado por Alfonso Rodrigo.
Aves, aves y más aves nos deleitaron en cualquier rincón del enorme embalse: un pequeño grupo de alcaravanes en pleno cortejo, dos majestuosas cigüeñas negras y varios vencejos reales con su rápido y alegre vuelo, sin olvidarnos de chorlitejo chico, andarríos chico y grande, tarro blanco, gaviotas reidora y sombría, garceta grande y común, garza real, collalba rubia o roquero solitario que junto a los grandes buitres leonados, la imponente águila real, los alimoches, las águilas culebreras o pequeños pajarillos como mosquiteros, currucas o golondrinas hicieron disfrutar a los zamorinos o salmantanos como queramos llamar a este grupo de intrépidos pajareros.
Pareja de alcaravanes fotografiados por Alfonso Rodrigo.
Amantes de la naturaleza en general y aves en particular que disfrutaron de un magnífico día de campo y de confraternidad, con la conveniente y necesaria comida de hermandad seguida de una tarde de pajareo conjunto en el imponente cañón del río Tormes por debajo de la enorme presa.
Alcaudón común fotografiado por Alfonso Rodrigo.
Collalba rubia fotografiada por Ángel González.
Águila culebrera.
Vencejo real.
Grupo de buitres leonados.
Picogordos fotografiados por Gary Losada.

Alfonso Rodrigo, Gary Losada, Noelia Fernández, José Miguel San Román, José Barrueso, Xurxo Piñeiro, Nati Berrocal, José Miguel Colorado, Marian Coca, Julián Martín, Carlos Ramírez, Ángel González, Miguel Martín, José Ángel Hernández, Tino Fernández, Carlos Villaverde y Miguel R. Esteban fueron los integrantes de esta magnífica iniciativa que nació en 2023 para quedarse y todo gracias a Miguel Rodríguez y su capacidad de dirección. Enhorabuena a todos los que participaron en un espléndido día en la naturaleza.
(Gracias en especial a Miguel Rodríguez, Miguel Martín, Alfonso Rodrigo, Ángel Fernández, Gary Losada y Tino Fernández por prestarme sus magníficas fotografías para ilustrar esta entrada. Gracias).

sábado, 9 de septiembre de 2017

Los rascones (y sus vecinos) de la presa de San Miguel.

Sabía donde estaban. Los estaba oyendo moverse y emitir su grito típico pero no aparecían. Se movían como pequeños rayos entre los carrizos pero no había manera de poder verlos en condiciones. La familia de rascones vivía en la pequeña presa del río Castro. Días antes, Manolo Segura y Hipólito Hernández, dos grandes amantes de la naturaleza aparte de excelentes fotógrafos y, por supuesto, amigos, habían visto varios juveniles moverse entre los juncos.
El rascón europeo es difícil de ver. Es esquivo, huidizo y tímido que se escucha más que se ve. Es un pequeño fantasma que muy pocas veces sale fuera de la protección de los carrizos; eso era, precisamente, lo que estaba esperando escondido detrás de unos carrizos. Allí agachado, esperé.
Había varios rascones. Se oían en diferentes puntos y los había visto pasar entre los carrizos pero no salían. Amanecía y el sol iba iluminando lentamente el agua de la pequeña presa del río Castro. El sonido (más bien chillido) de los rascones se acercaba al borde de los juncos. Me puse tenso, levanté la cámara y espere. Asomó.
Allí estaba. Un rascón asomó cauteloso y lento entre los carrizos. Miraba de un lado para otro como cuando se va a cruzar una carretera. Allí estuvo unos segundos que se me hicieron interminables. ¿Saldría? ¿Volvería al interior del carrizal?
El rascón no se movió hasta que el sol lo iluminó con su suave luz naranja. Cuando la preciosa luz me mostró todos los colores del tímido rascón se comenzó a mover lentamente, con un infinito cuidado.
Avanzaba lentamente con sus delicadas patas levantándose por encima de la superficie. Miraba a todos los lados e introducía su cabeza dentro del agua. Comía. Estaba confiado y tranquilo.
Continuó avanzando hasta que salió totalmente al descubierto y pude apreciarlo en todo su esplendor. Su pico de color rojizo, su pecho grisáceo, su pequeña cola blanca y esos ojos intensos y despiertos de un fuerte color rojo que llaman poderosamente la atención cuando los ves de cerca.
Era un precioso adulto. Continuó avanzando. Comiendo. Se estiraba como cuando un sprinter llega a la ansiada meta. Se movía entre las hojas y el agua con una enorme delicadeza. Picoteaba la superficie o introducía la cabeza totalmente bajo la superficie. Otros rascones se oían en el carrizal. Había visto, en total, dos adultos y cuatro juveniles pero a este lo estaba disfrutando especialmente.
El rascón se movía tranquilamente hasta que se paró. Miró hacia arriba y, en un segundo, desapareció a una velocidad sorprendente en dirección a la seguridad de los carrizos. Una águila calzada sobrevolaba la laguna. Ese día no los volví a ver.
Uno de los jóvenes rascones fotografiados por Manuel Segura,
al cual le agradezco enormemente la foto para esta entrada.
Esta familia de rascones vive en un lugar peculiar. La presa de San Miguel en el río Castro, en Sanabria. Un lugar que tiene una enorme variedad de vida, una enorme biodiversidad. Un lugar en el que se pueden ver, entre otros: mirlo acuático, martín pescador, galápago europeo, cigüeña negra, garza real, nutria, rata de agua, carricerín común, ruiseñor bastardo, halcón abejero, alcotán, cigüeña blanca, carricero común, focha común, gallineta, zampullín común, andarríos chico, grande y bastardo, agachadiza común o chorlitejo grande y chico además de innumerables pajarillos, mariposas, anfibios, roedores, reptiles o libélulas. Las siguientes fotografías son una pequeña muestra de toda la vida que hay en la presa.
Martín pescador.
Mirlo acuático.
Galápago europeo.
   Rata de agua.
Andarríos grande.
Agachadiza común.
Preciosa fotografía de un archibebe claro realizada por Manuel Segura.
Carricerín común.
Fotografía de una nutria realizada por Hipólito Hernández,
al cual le agradezco enormemente cedérmela para esta entrada.
Garza real.
Zampullín común en primer término y rascón europeo al fondo.
Focha común.
Sin olvidarnos de todos los ciervos, corzos, zorros, jabalís y demás animales que acuden a sus orillas a beber, comer o bañarse. 
Un lugar especial que atesora una enorme biodiversidad de especies residentes o que simplemente estén en paso. Una pequeña presa preciosa con un amplio y diverso ecosistema en el que conviven cientos de especies tanto animales como vegetales que debemos valorar y respetar. Así es la presa de San Miguel en el río Castro.

domingo, 15 de enero de 2017

Un día redondo.

La mañana estaba heladora; -6º marcaba el coche cuando me dirigía a Puebla de Sanabria y, después de pasar el Puente de la Estrella, asomó el sol tras la intensa niebla que cubría Zamora desde hacía, más o menos, un mes. Sol. Que maravilla. Que luz. Amanecía y la luz era extraordinaria, la visibilidad fantástica y una impresionante helada cubría el campo dando la sensación de que había nevado.
Había que aprovechar la luz y decidí acercarme hasta un punto concreto de la Sierra de La Culebra en el que tenía la esperanza de poder avistar al lobo, animal emblemático, enigmático y mítico que como, muchos ya sabéis, es una de mis pasiones.
Nada más llegar, ni pasados cinco minutos, un precioso e imponente lobo se levantó de entre los brezos. La helada cubría los campos y un gran lobo de pelaje tupido caminaba lentamente, parsimonioso, elegante, avanzaba lento, muy lento, gustándose, recreándose.
Agradezco enormemente a John Hallowell prestarme
la fotografía para ilustrar el momento.
Su silueta se recortaba en el manto helado. Una silueta potente, fuerte; una silueta que demostraba la fortaleza del lobo. Paró. Levantó la pata y marcó el lugar. Era un gran macho. Un macho muy oscuro. Un macho espectacular que caminaba lento y confiado en la fría mañana.
Avanzó varios cientos de metros lentamente y se volvió a tumbar en el brezal. Desapareció. Se lo tragó la tierra. No volvió a aparecer. No lo volví a ver pero me dejó una visión imborrable de un animal que debemos valorar y respetar.
Continué camino hacia Puebla de Sanabria mientras los ciervos comían tranquilamente los tiernos brotes que el frío hielo iba dejando al descubierto y, los corzos, se movían atentos según el sol iba calentando la heladora mañana.
Durante la mañana me moví por el entorno de Puebla de Sanabria y Robledo donde me encontré con un gran amante de la naturaleza y fotógrafo, además de amigo, Manolo Segura, que buscaba los verderones serranos que se movían por las cercanías de Robledo. La suerte nos acompañó y pudimos ver dos ejemplares que suponían mis primeros verderones serranos.
Agradezco enormemente a Manuel Segura prestarme esta
fotografía de los verderones serranos de otro momento.
Estos pequeños verderones serranos se movían entre los abedules y la pradera junto al riachuelo donde se alimentaban tranquilamente, mientras, los piquituertos, otros de los habitantes del lugar oteaban las cercanías desde su atalaya. 
Los piquituertos son pequeñas y curiosas aves que, nada más verlas, lo primero que te llama poderosamente la atención es su pico. Pico que tiene la mandíbula superior recta y la inferior cruzada a la derecha o a la izquierda (dependiendo de los individuos).
Este pico es una herramienta especializada para poder comer. Su alimento principal son los piñones que tiene que coger mediante una curiosa operación: el pico lo introduce en la piña quedando las dos puntas una encima de la otra. Al cerrarlo hará cuña para ir separando la escama de la piña, si hace falta se ayudará de giros de cabeza; de esta manera conseguirá abrirla y llegar al piñón. Aquí entrará en acción su larga y pegajosa lengua para coger el piñón y comérselo.
Esta adaptación tan específica de tener el pico cruzado, le impide tener otras muchas posibilidades de recursos alimenticios por lo que, si escasean las piñas, deberá de buscar otros suministros de comida como pueden ser las manzanas, de las que solamente comerá sus semillas, como ocurre en Sanabria determinados años; o los escarabajos, que son fáciles de coger para él.
En Puebla de Sanabria me acerqué, junto con Manuel Segura hasta el embalse en busca de unas agachadizas chicas que llevan un tiempo por la zona pero sin éxito; en cambio, después que Manuel marchara estuve admirando las evoluciones de un pájaro precioso que es un consumado buceador. El mirlo acuático.
Es una verdadera gozada verlo moverse por las aguas cristalinas del río Tera, como va de piedra en piedra o se sumerge en las frías aguas del río pudiéndose distinguir como, literalmente, camina por el fondo en busca de pequeñas larvas que son la base de su alimentación.
El intenso día llegaba a su fin había y había disfrutado de animales de nuestros campos, de nuestros bosques, de nuestros ríos; animales que viven en nuestro entorno y que muchas veces no prestamos la atención que se merecen.