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martes, 21 de abril de 2020

El patio de mi casa: historia y habitantes alados.

El patio de la comunidad de vecinos en el que está mi casa se ha convertido en una comunidad de verdad. Hemos empezado a aplaudir, a escuchar música con peticiones, a tomar nuestros aperitivos y, lo más importante, a hablar y a conocernos. En este patio al verme con cámara de fotos, prismáticos y telescopio en mano, me han empezado a preguntar e interesarse por lo que estaba haciendo y sorprenderse de todo lo que se puede ver, simplemente, con observar con tranquilidad.
Este patio tiene historia. Una larga historia de auge y caída. Historia que voy a ir contando según describo a sus nuevos habitantes. Historia extraída del magnífico trabajo de Rafael Ángel García Lozano titulado: “El hospital y la capilla de la Cofradía de los Ciento. Aportaciones para el estudio del urbanismo y la arquitectura de Zamora”.
Este patio era el patio de un ilustre palacio, el Palacio de Los Valencia: “El Palacio de los Valencia era una magnífica casona del siglo XV en la que vivió la familia de D. Gonzalo de Valencia, Caballero del Hábito de Santiago, Procurador a Cortes y Patrón de la capilla de San Bernardo de la Catedral zamorana. Los orígenes familiares se remontan al matrimonio del rey Fernando III con Beatriz de Suabia, hija del emperador de Alemania Felipe de Suabia, en 1219. Su última descendiente fue Doña María Antonia de Villafañe…”.
En este patio tranquilo con un pequeño jardín, varios arbustos, arbolitos y un gran abeto se desarrolla una vida paralela a la nuestra que sigue su curso, sigue los dictados de la naturaleza. Tiene sus propios habitantes que actúan según sus necesidades.
Los mirlos comunes están muy atareados consiguiendo comida para sus pequeños que los tienen en un árbol de un patio cercano que escapa a mi visión. La pareja de mirlos se va alternando en las llegadas al jardín. Normalmente el más atareado es el macho, es el que más veces se ve patrullando el césped. Camina despacio, como si estuviera escuchando algo o tuviera un geo-radar para localizar a los pequeños gusanos o lombrices que viven bajo la superficie. Camina a pequeños saltitos para pararse. Inclinar la cabeza y, como si supiera donde está su presa, meter toda la cabeza entre la capa de césped cual experto buceador para después, tirar, como si de un largo espagueti se tratara, y sacar una larga lombriz que sujeta con su anaranjado pico para volver a iniciar nuevamente, la misma operación. Cuando considera que tiene comida suficiente para sus pequeños marcha contento para, a los pocos minutos, aparecer la hembra que hará la misma operación.
La hembra, con más mala leche, no tolera la presencia de las palomas torcaces que también vienen al patio y se lanza chillando y alterada sobre cualquiera de ellas para echarlas del lugar en el que está buscando la comida para sus pequeños pero, las urracas, apostadas en las antenas o en los tejados, son la horma de su zapato y, en cuanto pueden, se lanzan sobre la hembra de mirlo como para decirle que  son ellas las que mandan en el lugar, porque no es por la comida, ya que, en ningún momento, las he visto buscar alimento aquí.
Patio ilustre en el que: “Mediada la segunda década del siglo XIX, mientras se llevan a cabo unas obras de reforma en el palacio episcopal, el Palacio de los Valencia se convierte en la residencia provisional del obispo de la Diócesis, D. Pedro de Inguanzo y Rivero…..Con el devenir del tiempo el palacio acoge a finales del siglo XIX las dependencias de la Guardia Civil, procedentes del cercano Palacio de los Ocampo, a cuyo cargo estaba el comandante Antonio Pascual del Real. El establecimiento de la Benemérita en el Palacio de los Valencia se hace paradójicamente compatible con otros usos en algunos momentos. Allí permanece hasta que se traslada al desamortizado convento de los Trinitarios, en la calle San Torcuato”.
Los estorninos también vienen al jardín. En unos primeros momentos se veía a varias parejas que bajaban juntas y, mientras el macho, reclamaba constantemente, la hembra se dedicaba a comer siguiendo una técnica muy parecida a la de los mirlos. El macho se pavoneaba delante de su amada para intentar camelarla y, la hembra, más práctica, comía tranquila mientras su pretendiente alardeaba ante su presencia.
Estos estorninos también sufren las embestidas de las urracas que son como el matón del lugar. Después de varios intentos de bajar y que los echaran las urracas, esta pareja de estorninos siguió una táctica de despiste.
Se subieron al abeto y se quedaron quietos, agazapados entre sus ramas, esperando. Cuando las urracas desaparecieron, los estorninos bajaron al jardín para continuar con sus quehaceres.
La historia del antiguo Palacio de Los Valencia continúa: “…llega a Zamora en 1866 Federico Cantero Seirullo como director de la línea ferroviaria de Medina del Campo a Zamora. Tras su matrimonio con Isabel Villamil, se hace con parte del palacio, donde fija su residencia familiar y despacho. Se dispone a reformar estas estancias del palacio ya de por sí maltrecho para acoger a su familia sin privarla de las comodidades propias de su condición adinerada. Para ello manda dotar su casa de despacho, sala de billar, sala para audiciones musicales, salones para recepciones, cuartos de baño completos, e incluso decoración pictórica en algunas de las salas. La obra a la que se ve sometido el palacio es de notable importancia, quizá no tanto el aspecto exterior, pero sí transformando su interior de forma sobresaliente. Con sus diferentes inquilinos, todas estas reformas transcurren entre 1864 y 1883, dando como resultado una considerable modificación del edificio. Trasladado Cantero Seirullo a Vigo, su hijo Federico Cantero Villamil le sucede en el cargo, dando continuidad a la presencia de la familia en el palacio".
En tal ilustre lugar ha habido numerosos e importantes visitantes a lo largo de toda su existencia; entre ellos me gustaría destacar a D. Miguel de Cervantes Saavedra que pasó una temporada alojado en el palacio de D. Francisco de Valencia que fue compañero de cautiverio en Argel o la visita de trabajo de Juan Antonio Benlliure (padre del gran escultor Mariano Benlliure) para los trabajos de decoración y reforma encargados por Federico Cantero Seirullo en el interior del palacio.
Los pequeños gorriones comunes se mueven desde los patios y tejados cercanos hasta los arbustos del jardín, se dan baños de arena que les servirán de protección y limpieza ante indeseados inquilinos o se alimentan del delicioso diente de león que comen con gran delicadeza.
En el alto abeto o sobre las antenas se escucha el precioso canto de los pardillos que se desgañitan hinchando el pecho para que su voz resuene y atraiga a su amada. Cuando una hembra ha bajado a comer al jardín, el encandilado macho, se acerca con un regalo, una miga de pan que será un magnífico obsequio que sellará su amor.
La hembra de pardillo no pierde el tiempo; necesita material para su nido y se dedica a recoger los pelos que los perros de los vecinos han caído cuando los bajan a pasear. Es muy afanosa y, cuidadosa y meticulosamente, va recogiéndolos para cuando tiene una buena cantidad volar hacia el lugar en el que su nido está comenzando a tomar forma.
El viejo palacio continúa con su ajetreada vida: “Tras la marcha de la familia Cantero Villamil de la ciudad en 1924, las dependencias menores del palacio, ya conocido vulgarmente como Palacio de los Cantero, fueron habitadas por varios vecinos. Años después pasa a manos de la empresa hidroeléctrica “Saltos del Duero” que lo destina a viviendas para sus empleados…..
….Este fue su último uso, hasta que el abandono y la ignominia de una ciudad despreocupada en los años setenta del siglo XX por sus edificios singulares acabaron con él definitivamente. De la factura original del Palacio de los Valencia poco sabemos. Solamente lo que nos ha llegado por su portada y escudo actualmente integrados en el nuevo edificio…” (el antiguo palacio de Los Valencia fue destruido en 1976)
Las palomas torcaces, tórtolas turcas, colirrojos tizones, grajillas y palomas domésticas son otros de los habitantes de este patio de vecinos en el que, coincidencias que tiene la vida, me enteré hace relativamente poco tiempo, que en el antiguo patio del Palacio de Los Valencia, en los años cincuenta y sesenta se hacían conciertos de música y, curiosamente, mi abuelo Manolo, era uno de los integrantes de la banda de Zamora que tocaban en el antiguo lugar. Lugar que es ahora el patio en el que observo las evoluciones de sus habitantes alados. Lugar en el que los vecinos hemos empezado a conocernos.

martes, 31 de marzo de 2020

111 especies desde las ventanas de muchos zamoranos (desde mi ventana III).

Una semana mas. Una semana mas desde mi ventana. Desde la ventana de muchos zamoranos. Desde la ventana de 38 zamoranos de 17 localidades desde las que hemos visto ¡111 especies!, ni más ni menos que 111 especies desde cada una de nuestras ventanas. 
Precioso escribano soteño fotografiado por M. Segura en Calabor.
Trepador azul fotografiado por H. Hernández "Poli" en El Puente de Sanabria.
Desde especies comunes como el colirrojo tizón, el mirlo común, la paloma doméstica o el estornino negro hasta especies mucho más sorprendentes como el búho chico, el torcecuello, el pico picapinos o el vencejo real pasando por especies que nunca me hubiera imaginado que se vieran desde casa como la cigüeña negra, la pagaza piconegra, el zarapito real o el chorlito dorado europeo. (Si pincháis aquí veréis la lista completa). Quiero agradecer enormemente a dos amigos: M. Segura y H. Hernández "Poli", grandes amantes de la naturaleza y magníficos fotógrafos prestarme sus preciosas fotografías para ilustrar esta entrada.
Pinzón vulgar fotografiado por M. Segura en Calabor.
Pico picapinos fotografiado por Poli en El Puente de Sanabria.
Serín verdecillo fotografiado por M. Segura en Calabor.
Las ventanas están abiertas, abiertas a la naturaleza urbana o rural, abiertas a la esperanza, abiertas a un mundo que antes no mirabas, no prestabas atención, estaba ahí y no tenía nuestro interés. Ahora no nos queda más remedio y nos estamos sorprendiendo de todo lo que se puede ver desde la ventana de nuestra casa, con sus peculiaridades y diferencias de unas ventanas a otras, ya sea por la ubicación de la ventana, el campo de visión o la capacidad para ver (no sólo para mirar).
Mi ventana me sigue dando alegrías. Me sigue dando aire. Me sigue dando vida. Sigo viendo la mayoría de las especies que he comentado en las anteriores entradas pero aparecen sorpresas, momentos únicos o momentos impactantes.
Vencejo real.
El vencejo real es el más grande de los vencejos españoles, desde luego para mí, el más bonito y espectacular. Es un ave especial, diferente, un ave que como todos los vencejos tiene la silueta típica en forma de arco. Vencejos que nunca se posan en el suelo y si lo hacen sería sinónimo de muerte, no podrán levantar el vuelo y morirán.
Una vez leí un artículo que me impresionó y quiero poner aquí un extracto de él: “Los ornitólogos saben desde hace mucho tiempo que el vencejo es una criatura especial. Las observaciones y las mediciones con radares les hacía sospechar que estas aves son capaces de pasar largos periodos en el aire, sin necesidad de tocar tierra o bajar al nido, hasta el punto de que se cree que duermen en el aire, dando vueltas en círculo. El equipo de Felix Lietchi, del Instituto Ornitológico de Suiza, acaba de presentar la primera prueba de que el vencejo real, la especie de mayor tamaño de estas aves, realiza una verdadera proeza: es capaz de pasar seis meses en el aire, durante su migración transahariana, sin bajar ni posarse en un solo momento.
El trabajo, publicado en Nature Communications; Liechti F., Witvliet W., Weber R. & Bächler E. (2013). First evidence of a 200-day non-stop flight in a bird, Nature Communications, 4 DOI: 10.1038/ncomms3554; sugiere que estos animales realizan todas sus necesidades fisiológicas, incluido el sueño, durante su larguísimo vuelo. Los autores del estudio colocaron unos pequeños receptores a seis ejemplares de vencejo real (Tachymarptis melba) y recapturaron a tres de ellos a su regreso a Europa tras un periodo de siete meses. Los datos recogidos en los receptores indicaban la posición mediante GPS y valores como la incidencia del sol, la posición respecto al suelo y la actividad de sus alas. Los resultados, explican los científicos, no dejan lugar a dudas: los tres vencejos volaron desde África occidental hasta Europa durante el periodo de no cría y recorrieron una distancia de 2000 km durante alrededor de 200 días sin dejar de volar” (Extracto sacado del siguiente enlace).
Este precioso vencejo real lo he visto en varias ocasiones de la última semana. Hasta seis ejemplares he podido ver juntos. Vencejos reales que vuelan rápidos, sin descanso, infatigables entorno a mi ventana. Una alegría para la vista.
Vencejos reales que vuelan por debajo de la atenta e inescrutable mirada del águila calzada que vigila esperando su ocasión. Ocasión en la que, en una décima de segundo, se gira, pliega las alas y se lanza como un misil en picado sobre una desdichada paloma del tejado.
Palomas que viven en el alambre como les gusta a varios mirlos cercanos a mi casa. Mirlos que se acercan a pequeños saltitos al objetivo. Ven al gato. Lo controlan. Saben donde está y qué va a hacer.
Un saltito mas. Un paso mas. Llegó. El gato sigue ahí. Se tensa. Agacha el cuerpo cual pequeño tigre en pos de un antílope. Salta. El mirlo se libra por poco. Volverá. Unos granitos de pienso siempre vienen bien.
Los gorriones aprovechan la tranquilidad del patio para darse un merecido baño de arena. Arena que les servirá como protector de parásitos. O para ir llevando material a su preciado nido que permanece oculto en un pequeño arbusto.
La vida sigue. Los herrerillos comunes se han unido a mi lista de vecinos al igual que los jilgueros, las currucas capirotadas, los verdecillos, los mosquiteros o los verderones que cantan y se mueven por la tranquilidad de la ciudad. Incluso un sorprendente pito real cruza por mi ventana. Pito real al que he oído varios días tamborilear en algún árbol cercano. Sin olvidarme de un aguilucho lagunero que he podido en varias ocasiones o las gaviotas reidoras y sombrías que están en plena migración.
Cigüeña blanca con material para su nido.
Un total de 42 especies llevo vistas desde mi ventana. Especies que cada una de ellas ha llenado mis anhelos de naturaleza.
Águila calzada morfo claro.
Los buitres leonados siguen pasando regularmente.
La vida sigue. La vida tranquila de la fauna de ciudad. Fauna que estamos viendo y descubriendo desde nuestras ventanas.
(Podéis encontrar más información sobre las aves vistas en la provincia desde casa en otros dos blogs zamoranos: saliegosbirding y zamorabiodiversa.

sábado, 21 de marzo de 2020

Desde mi ventana II.

Llevamos una semana. Una semana en la que debemos de ser solidarios. Debemos de hacer caso y quedarnos en nuestras casas. No puede ser que haya gente desobediente que no tengan ni dos dedos de frente y salgan a correr, pasear o incluso a la montaña (esta semana han denunciado a dos excursionistas que con ellos no iba nada y estaban por la sierra sanabresa). Ser solidarios. Es cosa de todos. A todos nos afecta. Pensar que hay gente que se está jugando la vida como los empleados de supermercados, los transportistas, el personal sanitario, los policías y guardias civiles, los miembros del ejército, los empleados de gasolineras o farmacias, panaderos, agricultores, ganaderos, repartidores, empleados de limpieza, cuidadores…están ahí, al pie del cañón para que nosotros podamos continuar adelante. Si salís a correr, pasear o lo que sea, les ponéis en peligro a ellos y a todos los demás ¡Quedaros en casa!
Una semana mirando desde mi ventana. Ventana al mundo. Ventana de salvación. Ventana de evasión. Ventana de naturaleza urbana. Ventana desde la que todos los días observo como la vida de la naturaleza sigue, sin aspavientos, sin sobresaltos, con normalidad.
Colirrojo tizón (macho).
Un colirrojo tizón persigue a su amada ante la presencia de un competidor mientras un curioso gorrión común me mira entre sorprendido e intrigado.
Gorrión común (macho).
Cigüeña blanca.
Las cigüeñas vuelan ajetreadas en sus quehaceres, los pardillos y los mirlos cantan desgañitándose ante su selecto público y las palomas, madre mía nunca me hubiera imaginado estar tanto tiempo observándolas, se pavonean delante de sus parejas o esperan a que se selle su amor.
Mirlo común (macho).
Pardillo común (macho).
Pareja de paloma torcaz en pleno proceso de cortejo.
Paloma doméstica en cortejo.
A las especies habituales que he comentado en la entrada anterior se van uniendo nuevas como los aviones roqueros que vuelan haciendo quiebros y requiebros junto a la catedral (gracias Alfonso Rodrigo por tu ayuda), los cormoranes grandes que suben y bajan por el cercano río Duero (que no lo veo por poco), grandes grupos de gaviotas reidoras que están en migración de regreso a sus cuarteles de cría o los buitres leonados que se desplazan a gran altura.
Avión roquero.
Cormoranes grandes.
Buitre leonado a gran altura.
El tiempo pasa despacio. Lentamente. No hay prisa. No hay trasiego. Los gatos callejeros están muy tranquilos y confiados; la vida sigue y a esta zona de la ciudad, todos los días, se acercan aves de caza, ya sean halcones peregrinos, milanos negros o reales, busardos ratoneros o águilas calzadas que ven en las palomas una posible presa.
Hace unos días un halcón peregrino se lanzó como un verdadero misil a por las palomas que descansaban en la cúpula de la catedral. Se dio la alarma y las asustadas palomas levantaron el vuelo despavoridas, momento en el que un águila calzada, que estaba detrás de la torre, se lanzó a por ellas en busca de una posible presa. 
Águila calzada (morfo claro).
El halcón falló por muy poco y el águila calzada también después de perseguir a las palomas unos segundos, segundos en los que una cotorra de Kramer asustada, se levantó de su posadero en un árbol cercano. Cotorra que lleva un tiempo por la ciudad. No se ha demostrado que crie (esperemos que no lo consiga).
Esta cotorra es originaria de África y el sur de Asia y ha sido introducida en España por parte de todos aquellos que la han comprado como animal de compañía y después, cuando les molestaba, la han soltado. Ahí comienza el problema. La cotorra de Kramer es muy adaptable y rápidamente ha colonizado decenas de ciudades de nuestro país, donde es un verdadero dolor de cabeza.
Una especie invasora es la que llega a un nuevo territorio, colonizándolo y criando en él. Por lo tanto alterará el ecosistema y provocará daños de diferente índole como el desplazamiento o reemplazamiento de especies autóctonas ya que competirá con ellas por el mismo alimento, provocarán riesgos para la salud humana (por ejemplo alergias) o problemas para la agricultura. Se provocará un impacto sobre los individuos autóctonos (visón americano sobre el visón europeo), genético (como la hibridación entre la malvasía canela sobre la malvasía cabeciblanca), sobre los ecosistemas (modificación del paisaje por parte del eucalipto) o sobre las poblaciones (cangrejo americano sobre el autóctono). Un verdadero problema. (Si queréis leer más sobre estas cotorras, pinchar aquí).
Milano negro.
29 especies diferentes llevo vistas desde mi ventana (todas las fotografías de esta entrada han sido realizadas durante estos días, desde la ventana de casa), no son muchas pero si son las que me acercan a la naturaleza. A lo largo de esta semana ha surgido la iniciativa entre muchos naturalistas zamoranos de toda la provincia, de ir anotando lo que vemos desde nuestras ventanas. En estos días llevamos 95 especies, algo increíble. Especies que siguen su vida, especies como la cigüeña negra, el camachuelo, el zarapito real, el torcecuello o el zorzal charlo. Especies que voy a ir actualizando en una lista que está en una pestaña a la derecha de este blog. De momento os dejo aquí la lista. Impresionante. Gracias a todos y cuidaros. (Pinchar en la lista para verla).
Podéis ver también la lista en otros dos blogs zamoranos:

martes, 18 de noviembre de 2014

Nada más que un charco...

En muchas ocasiones no prestamos demasiada atención a lo más cercano, lo más común, lo que tenemos más al alcance y, esa cercanía, cuando nos fijamos en ella, puede ser sorprendente. Así me sucedió hace unos días cuando paseaba por la zona de trascastillo, zona habitual de paseos ya que está muy cerca de mi casa.
La mañana era de perros, lluvia, viento y frío sacudían los hermosos jardines que rodean la vieja muralla de Zamora; jardines salpicados de sequoyas, almendros, abetos o tejos que son refugio y alimento de multitud de pajarillos que se mueven entre los árboles y el verde del jardín que parece un perfecto tapiz por el que buscan comida los pequeños habitantes de la zona.
Picogordo comiendo.
Mirlo común escarbando en el suelo.
En este lugar, junto a la vieja muralla, llamó mi atención un pequeño charco sobre la roca. No era nada especial, nada sorprendente, nada del otro mundo, era un simple charco.
Charco en el que apareció"un picogordo", "y un estornino", "y un colirrojo", "y una urraca"; ¿todos iban al charco? Unos lo hacían para bañarse (y estaba lloviendo a cántaros), otros a beber y otros a picotear pero ¿qué buscaban en el charco? Cogí la cámara y esperé.
Petirrojo.
Centré mi atención en tan insignificante lugar y llegaron un petirrojo seguido de una lavandera cascadeña, un mosquitero musical, un herrerillo común, un gorrión común, un carbonero común y una curruca capirotada, además de un mirlo común que luego subió a una de las ramas cercanas y no dejó de observarme mientras estuve allí.
Herrerillo común bañándose.
Mosquitero musical, curruca capirotada y lavandera cascadeña.
Lavandera cascadeña.
Mosquitero musical (muy tardío para las fechas en que estamos).
Doce aves diferentes se pasaron por el charco en poco más de media hora. No salía de mi asombro pero era un simple charco. ¿Simple charco? ¿Un charco es algo simple? ¿Un charco no tiene importancia?
La vida salió de un charco hace 3.500 millones de años, un simple charco; un charco es un pequeño universo que desaparece rápidamente pero sólo es un simple charco; multitud de insectos o anfibios comienzan su vida en un charco pero claro, es un simple charco; multitud de pajarillos beben agua o se bañan o buscan comida en un charco pero...es un simple charco...
Cualquier simple charco puede ser un hervidero de vida, un pequeño universo que desaparecerá en horas o días, un pequeño universo que está ahí, un simple charco no es sólo un simple charco, es vida. Nada más que un charco... y nada menos.