La mañana estaba heladora; -6º marcaba el coche cuando me
dirigía a Puebla de Sanabria y, después de pasar el Puente de la Estrella, asomó
el sol tras la intensa niebla que cubría Zamora desde hacía, más o menos, un
mes. Sol. Que maravilla. Que luz. Amanecía y la luz era extraordinaria, la
visibilidad fantástica y una impresionante helada cubría el campo dando la
sensación de que había nevado.
Había que aprovechar la luz y decidí acercarme hasta un
punto concreto de la Sierra de La Culebra en el que tenía la esperanza de poder
avistar al lobo, animal emblemático, enigmático y mítico que como, muchos ya
sabéis, es una de mis pasiones.
Nada más llegar, ni pasados cinco minutos, un precioso e
imponente lobo se levantó de entre los brezos. La helada cubría los campos y un
gran lobo de pelaje tupido caminaba lentamente, parsimonioso,
elegante, avanzaba lento, muy lento, gustándose, recreándose.
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Agradezco enormemente a John Hallowell prestarme la fotografía para ilustrar el momento. |
Su silueta se recortaba en el manto helado. Una silueta
potente, fuerte; una silueta que demostraba la fortaleza del lobo. Paró.
Levantó la pata y marcó el lugar. Era un gran macho. Un macho muy oscuro. Un
macho espectacular que caminaba lento y confiado en la fría mañana.
Avanzó varios cientos de metros lentamente y se volvió a
tumbar en el brezal. Desapareció. Se lo tragó la tierra. No volvió a aparecer.
No lo volví a ver pero me dejó una visión imborrable de un animal que debemos
valorar y respetar.
Continué camino hacia Puebla de Sanabria mientras los
ciervos comían tranquilamente los tiernos brotes que el frío hielo iba dejando
al descubierto y, los corzos, se movían atentos según el sol iba calentando la
heladora mañana.
Durante la mañana me moví por el entorno de Puebla de
Sanabria y Robledo donde me encontré con un gran amante de la naturaleza y
fotógrafo, además de amigo, Manolo Segura, que buscaba los verderones serranos
que se movían por las cercanías de Robledo. La suerte nos acompañó y pudimos
ver dos ejemplares que suponían mis primeros verderones serranos.
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Agradezco enormemente a Manuel Segura prestarme esta fotografía de los verderones serranos de otro momento. |
Estos pequeños verderones serranos se movían entre los
abedules y la pradera junto al riachuelo donde se alimentaban tranquilamente, mientras, los piquituertos, otros de los habitantes del lugar oteaban las cercanías desde su atalaya.
Los piquituertos son pequeñas
y curiosas aves que, nada más verlas, lo primero que te llama poderosamente la atención
es su pico. Pico que tiene la mandíbula superior recta y la inferior cruzada a
la derecha o a la izquierda (dependiendo de los individuos).
Este pico es una herramienta especializada para poder
comer. Su alimento principal son los piñones que tiene que coger mediante una curiosa
operación: el pico lo introduce en la piña quedando las dos puntas una encima
de la otra. Al cerrarlo hará cuña para ir separando la escama de la piña, si
hace falta se ayudará de giros de cabeza; de esta manera conseguirá abrirla y
llegar al piñón. Aquí entrará en acción su larga y pegajosa lengua para coger
el piñón y comérselo.
Esta adaptación tan específica de tener el pico cruzado,
le impide tener otras muchas posibilidades de recursos alimenticios por lo que,
si escasean las piñas, deberá de buscar otros suministros de comida como pueden
ser las manzanas, de las que solamente comerá sus semillas, como ocurre en
Sanabria determinados años; o los escarabajos, que son fáciles de coger para
él.
En Puebla de Sanabria me acerqué, junto con Manuel Segura hasta el embalse en
busca de unas agachadizas chicas que llevan un tiempo por la zona pero sin
éxito; en cambio, después que Manuel marchara estuve admirando las evoluciones de un pájaro precioso que es
un consumado buceador. El mirlo acuático.
Es una verdadera gozada verlo moverse por las aguas cristalinas del río Tera, como va de piedra en piedra o se sumerge en las
frías aguas del río pudiéndose distinguir como, literalmente, camina por el
fondo en busca de pequeñas larvas que son la base de su alimentación.
El intenso día llegaba a su fin había y había disfrutado
de animales de nuestros campos, de nuestros bosques, de nuestros ríos; animales
que viven en nuestro entorno y que muchas veces no prestamos la atención que se
merecen.