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jueves, 22 de septiembre de 2022

Grupo de lavanderas boyeras: thumbergi, flava, flavissima e iberiae.

La última semana he podido disfrutar de un muy interesante grupo de lavanderas boyeras (Motacilla flava) en las graveras de Coreses (Zamora). En dicho grupo viajaban diferentes subespecies de esta preciosa ave cuya variabilidad es muy grande; tan grande que se han descrito, en función de los autores, entre 12 y 17 subespecies, además de algunas más que son cruces de algunas de las anteriores. Casi nada.
El grupo estaba compuesto por lavanderas boyeras de las subespecies iberiae, flava, flavissima y thunbergi. Cuatro subespecies que han parado en tierras zamoranas para coger fuerzas y descansar para continuar su largo viaje migratorio hasta tierras africanas.
Lavanderas boyeras que deambulaban por el campo zamorano comiendo frenéticamente todos los pequeños insectos que iban encontrando a su paso. Debían de coger fuerzas para continuar el largo y peligroso viaje que les espera.
Motacilla flava thunbergi.
De estas cuatro subespecies, sin lugar a dudas, la subespecie M. f. thunbergi procedente de la zona de Escandinavia y Siberia es la que más ilusión me ha hecho ver ya que nunca la había visto (Muchas gracias a Miguel Rodríguez por su amabilidad en la inestimable ayuda para la correcta identificación de esta subespecie).
La subespecie M. f. thunbergi tiene “cabeza y nuca gris pizarra que, al carecer de lista superciliar, se funden con las más oscuras auriculares. La garganta es amarilla bordeada de blanco en su zona de contacto anterior con las auriculares y bajo las bridas”.
Motacilla flava flava.
La subespecie M. f. flava proveniente de Centroeuropa era la más abundante en el grupo. Esta subespecie tiene “cabeza, nuca y auriculares de un gris azulado más claro que en iberiae, lista superciliar más patente que en M. f. iberiae, y garganta amarilla sólo bordeada de blanco en su zona de contacto con las auriculares y bajo las bridas”.
Motacilla flava flava.
La preciosa y elegante subespecie M. f. flavissima proveniente de Gran Bretaña y la Bretaña francesa también estaba presente en este grupo migratorio.
Motacilla flava flavissima.
M. f. flavissima tiene “cabeza y nuca verde amarillenta, al igual que las poco destacadas auriculares, mientras que la lista superciliar y la garganta son intensamente amarillas”.
Motacilla flava flavissima.
Por último, la subespecie M. f. iberiae es la que tenemos en la Península Ibérica, sur de Francia y noroeste de África y también se encontraba en el grupo. “Presenta una fina ceja blanca (lista superciliar) que separa las plumas de cabeza y nuca de color gris ceniza claro, de las auriculares, casi negras en el macho, pero más claras en las hembras y prolongadas en una brida que alcanza el pico. La garganta es también blanca”.
Motacilla flava iberiae.
En el postnupcial, en la Península Ibérica, se establecen dos corrientes migratorias principales:
“Una, se desarrollaría paralela al litoral atlántico implicando a la gran mayoría de las flavissima, bastantes flava, y más excepcionalmente thunbergi.
Otra, se desarrollaría a lo largo del litoral mediterráneo, constituida mayoritariamente por ejemplares de flava, aunque también incluiría a la mayoría de los escasos representantes de thunbergi y cinereocapilla que llegan a Iberia (probablemente desviados en exceso de sus rutas habituales por el Mediterráneo central)”.
Este grupo migratorio situado en las graveras de Coreses se correspondería con ejemplares que toman la ruta atlántica, compuesta por la mayoría de la subespecie flava, seguida de flavissima y de forma rara thunbergi como así he podido comprobar, añadiéndole iberiae.
Grupo de lavanderas boyeras que me ha permitido observar y deleitarme con cuatro diferentes subespecies; lavanderas que se movían sin descanso, caminando entre los rastrojos cortados buscando comida incansablemente para así poder proseguir su largo viaje hasta sus cuarteles de invierno en África.
(Todos los entrecomillados de esta entrada han sido sacados del trabajo: Palomino, D. (2016). Lavandera boyera – Motacilla flava. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Morales, M. B. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales).

martes, 8 de mayo de 2012

Por la vega de Villaralbo.

Cuando era pequeño, en muchas ocasiones, mis padres nos llevaban a una zona de Villaralbo en la que iba la gente a bañarse en el río Duero; algo realmente impensable desde hace unos años. También acudía con mis tíos, expertos pescadores, a que nos iniciaran en el arte de la pesca, que para mí era tremendamente aburrido. Respeto a los pescadores pero, a mí no me gusta, igual que los pescadores pueden decir que qué rollo es esperar durante horas y horas a que ver si se ve un animal pasar aunque sean solamente unos segundos; a unos nos gustan unas cosas y a otros, otras. El caso es que entre tira la caña, espera  y espera y espera si pican, por allí pasaban extrañas águilas, pájaros de colores y un montón de aves acuáticas, además de algún jabalí que cruzaba el río. Eso me atraía mucho más.
Estuve mucho tiempo sin volver hasta que ya mayor me decidí a regresar y, por supuesto, todo estaba cambiado. Ya no había zona de baño y el río se había comido los mejores lugares,  pero los animales seguían estando y ahora sabía qué eran aquellos bichos raros que veía de pequeño.
Abejarucos sobre la valla.
Algo que no entiendo es el por qué de cerrar con vallas muchos de los accesos al río, cuando es obligatorio, por ley, que se pueda pasar por su márgenes. Si por ley debe de dejarse abierto el paso, ¿cómo es posible que una orilla por la que se podía caminar o ir en bicicleta por sus caminos se haya visto cortada por vallas y vallas que llegan a meterse incluso dentro del río para que no se escape el ganado? El caso es que desde hace años me gusta ir para observar y, el pasado domingo, estuve allí.
Lavandera boyera llevando material al nido.
Gorrión molinero comiendo.
Tarabilla.
En el camino que llega hasta el río desde Villaralbo, entre los campos trabajados de esta fértil vega, surgen, si vas mirando con cuidado, muchas sorpresas. Te puedes encontrar multitud de pequeños pajarillos que vuelan de un campo a otro. Lavanderas boyeras, gorriones morunos y molineros, mosquiteros comunes, tarabillas, verdecillos y verderones o jilgueros son fáciles de ver según vas avanzando por el camino. Además de las abundantes urracas, estorninos o cigüeñas.
El río tiene una muy variada vida tanto en él como en sus márgenes. En esta zona siempre hay milanos, ya sean negros o reales. Pude observar una gran cantidad de milanos negros y un milano real que todavía seguía en la zona.
Milano negro en su atalaya.
El milano negro no es un buen cazador pero sí un oportunista que come de todo lo que puede y, en esta zona, cuando el río deja charcas de agua aisladas del cauce central es frecuente verlos comer carpas y barbos que se han quedado atrapados o atacar a los polluelos de somormujos o azulones que crían en la zona.
En esta época se pueden ver un buen número de abejarucos que se mueven constantemente entre los árboles del río y los campos de cultivo buscando insectos. Esta hermosa ave, de colores espectaculares, solamente viene a comer. 
Alcaudón común dispuesto a cazar.
La sorpresa agradable de la mañana fue una abubilla que nunca había visto por allí y sobre todo una pareja de alcaudón común que tampoco había visto. Una pareja de estas pequeñas y curiosas aves estuvo gran parte de la mañana por la zona. Estuve pendiente de ver si cazaban algún topillo, ratón o incluso pajarillo. Hicieron un intento a un jilguero que tuvo una enorme suerte y se escapó en el último momento. El alcaudón es capaz de imitar a otros pájaros y eso fue lo que hizo para atraer al incauto jilguero que, atraído por el sonido, se aproximó y casi encontró la muerte que le atacó desde un arbusto. Ante tal frustración para el alcaudón y suerte para el jilguero se limitaron a capturar pequeños insectos del suelo que luego se comían en un arbusto o poste cercano.
Alcaudón común en su atalaya.
Esta zona del Duero es propicia para observar azulones, cormoranes y somormujos que crían sobre sus nidos flotantes y, cuando salen sus pequeños, los llevan a cuestas. Son dignos y complicados de ver.
Cormoranes en el río.
A media mañana decidí cambiar de ubicación y dirigirme a otra parte de la misma vega pero más cerca de Zamora. Allí me encontré con varios ruiseñores que cantaban como locos, algunos mirlos y dos carriceros que pareciera les hubieran dado cuerda para cantar y cantar sin parar y que no fui capaz de ver hasta que no se movieron de un cañizo a otro.
Carricero cantando desde un carrizo.
Martinete en la orilla contraria.
Un martinete me deleitó con varios cruces de lado a lado del río y una solitaria garza imperial se movía sigilosa entre los cañizos en busca de comida, mientras alguna garza real pasaba volando por el río.
Así es esta zona de la vega de Villaralbo, de una gran variedad. Zona que antes se podía recorrer por la orilla del río y ahora, las vallas, te lo impiden.