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lunes, 14 de octubre de 2024

Búho campestre: una hipnótica mirada.

Majestuosos. Elegantes. Poderosos. Me miran. Sus enormes ojos amarillentos me observan tranquilos. Son inquietantemente hermosos. Ahí están mirándome fijamente. Son búhos campestres. Son maravillas aladas que siempre que me encuentro los disfruto plenamente, cada movimiento, cada giro, cada aleteo, cada caminar…
El búho campestre es, como se suele decir, la rapaz nocturna más diurna; se alimenta fundamentalmente de pequeños roedores siendo junto con otras rapaces un fantástico controlador de estas poblaciones, por supuesto mucho mejores que el terrible veneno que, por desgracia, se sigue echando en nuestros campos.
Al ver posado al búho campestre en el suelo tienes una sensación extraña, la sensación de que se va a caer de cabeza, que va a perder el equilibrio, ya que está de una forma muy horizontal, casi paralelo al suelo, no como otras rapaces nocturnas que están muy verticales. La explicación de esa postura es muy sencilla: como pasa gran parte de su tiempo posado en el suelo, tiene que adquirir una posición que no destaque demasiado; si estuviera más vertical se le vería inmediatamente en la llanura; por el contrario otras rapaces nocturnas están mucho más verticales porque tienen que pasar desapercibidas en lo alto de un árbol y deben asemejarse a las ramas que están a su alrededor.
El búho campestre es un invernante común en España llegando desde zonas nórdicas y rusas; desde los años noventa del siglo pasado cría en nuestra tierra, sobre todo en Tierra de Campos, donde encuentra una buena despensa de comida necesaria para sacar adelante a sus pequeños. Zamora alberga una de las principales poblaciones de esta especie en España junto con Palencia y Valladolid. Es una especie que se asocia a la abundancia de comida (roedores, fundamentalmente, topillos) con lo que unos años habrá más que otros en función de la comida disponible.

SEO BirdLife: Distribución observada en el III Atlas (2014-2018)

En el artículo"Remote tracking unveils intercontinental movements of nomadic Short-eared Owls (Asio flammeus) with implications for resource tracking by irruptive specialist predators” de John Calladine, Gunnar Thor Hallgrimsson, Neil Morrison, Chris Southall, Hallgrimur Gunnarsson, Fernando Jubete, Fabrizio Sergio y François Mougeot se cuenta el estudio realizado entre 2017 y 2022 donde se marcaron 47 ejemplares (Islandia (13), Escocia (17) y España (17: Palencia, Valladolid y Huelva).
En ese estudio que contó con la participación del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos, la Universidad de Valladolid y la Estación Biológica de Doñana, se ha podido comprobar que “las distancias entre áreas de cría han oscilado desde 41 y 4216 kilómetros, observando que hay muy baja fidelidad o filopatria a las zonas de cría anteriores. …En Escocia, hubo una hembra marcada en 2017, que en el año 2018 crió dos veces, una a 41 km de la zona de cría anterior, y otra en Noruega, a 926 km de distancia de esta última”. (Artículo de Alfonso Guido)
Seguimiento de los ejemplares marcados en España. (Artículo mencionado)
Además se ha constatado una estrategia de supervivencia para criar el mayor número posible de pollos, al año, con las mejores condiciones posibles para su supervivencia: “En España, se ha dado el caso de que una hembra abandonó a los pollos una vez estos ya eran capaces de termorregular por si solos, pero antes de que tuvieran total independencia, dejando al macho con el papel de crianza hasta esa independencia absoluta. Esto, denota una estrategia clara, la hembra con capacidad de criar hasta tres veces en un mismo año, optimiza el tiempo de esta manera para volver a comenzar en otro lugar el mismo proceso, y sacar otra pollada de jóvenes búhos campestres y asegurar así las supervivencia y continuidad de la especie”. (Artículo de Alfonso Guido)
Búho viajero, nómada que vuela sin ruido alguno gracias, fundamentalmente, a sus plumas (como el resto de búhos). Plumas que están aserradas en los extremos para amortiguar el sonido que producen al chocar entre ellas así como su disposición especial que hace que el aire fluya entre ellas y no provoque ningún sonido por rozamiento.
Plumas que le dan un color marrón, rojizo, pardo, blanco, leonado que le hace camuflarse perfectamente entre la vegetación de la estepa. Un color que le camufla como a un fantasma cuando se encuentra en el suelo entre hierbas o arbustos.
Plumas que varían de color de unos ejemplares a otros, haciendo que unos sean más blancos, otros más tipo leonados o más oscuros. Plumas que en su disco facial son blancas o amarillas sucias; disco facial de plumas rígidas que hacen la función de antena parabólica dirigiendo el sonido que puedan detectar hacia el oído que tiene recubierto de otras pequeñas plumas marrones que levantan cuando están nerviosos o alterados.
Ahí estaban. Mirándome con esa mirada hipnótica, penetrante que rebusca en tu interior, que te escruta sin remisión. Belleza alada que siempre es una delicia poder disfrutar en nuestra maravillosa tierra.
(Todas las fotografías que aquí aparecen han sido tomadas desde dentro del coche, sin abandonar el camino, ni salir del mismo. No es necesario salir ni perseguir a los búhos para conseguir fotografías de estas bellas aves).

jueves, 2 de enero de 2020

Búhos campestres, ánsares indios, ortegas y una sorpresa en Villafáfila.

En una de mis últimas visitas a las Lagunas de Villafáfila pude disfrutar de un precioso y fructífero día. Día salpicado de muy buenas observaciones en las que hubo un denominador común: el entusiasmo de la persona que me acompañaba, Claudia García (futura bióloga).
Siempre me ha gustado enseñar y este día fue muy especial porque traía a las lagunas a la hija de una prima que acababa de empezar a estudiar Biología y estaba descubriendo el mundo de las aves aunque, como ella dice: “tu tienes mucha culpa de que esté estudiando biología”. Frase que me enorgullece y satisface a partes iguales pero no mas que su cara de sorpresa, ilusión y entusiasmo cada vez que veíamos un ave diferente o descubríamos como se levanta una bandada de cientos de pardillos mientras escuchábamos los silbidos de un zarapito real.
Al llegar la niebla era la reina y señora de las lagunas. Niebla que tardó en levantarse y dejarnos observar la primera sorpresa del día. Vi volar a un par de ellos pero no le dije nada. Monté el telescopio. Los busqué donde se habían posado y le dije: “Claudia. Mira a ver qué te parece eso”. Su enormes ojos se abrieron desbocados mientras que su sempiterna sonrisa se entrecortaba al decir emocionada: “¡Es un búho. No dos!”. Eran dos preciosos búhos campestres que asomaban entre las hierbas.
El búho campestre es un invernante común en España llegando desde zonas nórdicas y rusas; hasta hace pocas décadas no criaba aquí, pero desde los años noventa del siglo pasado cría en nuestra tierra, sobre todo en Tierra de Campos, donde encuentra una buena despensa de comida necesaria para sacar adelante a sus pequeños.
El búho campestre es la rapaz nocturna más diurna, se alimenta fundamentalmente de pequeños roedores y, en esta zona en concreto, de topillos, siendo junto con otras rapaces un fantástico controlador de la población de roedores
Seguimos buscando en los campos cercanos y más búhos campestres comenzaron a surgir entre las altas hierbas por las que asomaban su rechoncha cabeza o posados en la verde alfombra que conforman algunas zonas en las que la hierba surge decidida y fuerte. Hasta veinticinco llegamos a contar. Una auténtica maravilla poder disfrutarlos.
Al ver posado al búho campestre en el suelo tienes la sensación de que se va a caer de cabeza, que va a perder el equilibrio, ya que está de una forma muy horizontal, casi paralelo al suelo, no como otras rapaces nocturnas que están muy verticales. La explicación de esa postura es muy sencilla: como pasa gran parte de su tiempo posado en el suelo, tiene que adquirir una posición que no destaque demasiado; si estuviera más vertical se le vería inmediatamente en la llanura; por el contrario otras rapaces nocturnas están mucho más verticales porque tienen que pasar desapercibidas en lo alto de un árbol y deben asemejarse a las ramas que están a su alrededor.
Junto a los búhos campestres un gran bando de ánsares comunes comía tranquilamente. Pocos lugares hay en los que en la misma imagen veas: búhos campestres, ánsares comunes y avutardas. Pero es que en este caso había un plus: dos preciosos ánsares indios (descubiertos un par de días antes por Juanjo González). Comían inseparables entre los ánsares comunes. No se despegaban ni un instante. Desde enero de 2013 no veía un ánsar indio en las Lagunas.
Este ganso, originario de La India, realiza una migración anual desde esta hasta Mongolia y es, en esa migración, cuando en 2009 un equipo de científicos dirigidos por Lucy Hawkes (Universidad de Bangor (Reino Unido)) colocó a veinticinco gansos un transmisor GPS para ver la altura a la que llegaban. Los datos recogidos demostraron que volaban a 6.437 metros de altura, tardando en completar su recorrido de 8.000 km casi dos meses. Pero lo que más les sorprendió es que sobrevolaron la cordillera del Himalaya de un sólo tirón, en ocho horas y media, sin descansar, volando de noche y sin viento, lo que significaba que se elevaban solamente por la fuerza de sus alas.
Fotografías de Juanjo González, quién los descubrió.
Gracias por cedérmelas para esta entrada.
Los ánsares indios que llegan hasta nuestra tierra pueden tener dos procedencias: la primera ser un escape de algún zoo o colección privada y la segunda provenir de Centroeuropa, de una de las poblaciones asilvestradas; si es esta segunda opción habrían venido infiltrados en un grupo de ánsares comunes.
Estos dos ejemplares no portan ninguna anilla y no son ninguno de los ánsares indios que se encuentran en La Nava (los suyos siguen allí)  así es que me inclino a pensar (y deseo que sea así) que han venido con el gran grupo de ánsares que aparecieron el día 15 de diciembre; grupo en el que siguen los cinco ejemplares con collares azules y que tres de ellos fueron los protagonistas de una anterior entrada (fidelidad en la naturaleza).
También están en el grupo otros dos ánsares con collares: LZ5 y LB2 que también tienen una curiosa historia. LZ5 fue anillado por Arne Follestad el 17-6-2016 en Noruega y la he podido (es una hembra) ver en 2016, 2017 y 2019. LB2 fue anillado el 1-7-2018 y desde ese mismo día se han visto juntos en Noruega, Holanda, La Nava (Palencia en 2018) y aquí en Villafáfila donde permanecen inseparables. El único punto en el que no se han visto juntos ha sido en Francia donde se vio al LB2 en su viaje de vuelta hacia su Noruega natal pero estoy seguro que el otro ánsar, el LZ5, también estaba. Muy posiblemente (con todas las reservas del mundo porque no se puede confirmar) sean pareja ya que fueron anillados de adultos en una zona de Noruega a la que van ánsares no reproductores tanto jóvenes como adultos.
La mañana avanzaba y no nos habíamos movido del mismo punto cuando saltó la observación del día, por lo menos para mi. Buscando en la lejanía un poste llamó mi atención, bueno, lo que había encima del poste…¡un águila imperial ibérica!
Imagen meramente testimonial de la presencia del águila imperial ibérica.
 La lejanía era evidente...
Era un pajizo. Un ejemplar joven que desde el poste de una caja nido observaba la enorme planicie. Nunca la había visto en Villafáfila y me hizo especial ilusión verla aquí. Allí estaba una preciosa águila imperial ibérica joven que estaría en dispersión.
Águila imperial que he visto en diferentes puntos de nuestra provincia, la primera vez en agosto de 2012 y que desde la primavera de 2018 cría en la provincia de Zamora.
Claudia observaba como un niño pequeño para el que todo es novedad, se empapaba de todo lo que veía y preguntaba sus dudas o que es esa ave o la otra e incluso algunas ya las reconocía. Mientras observábamos los ánsares indios un pequeño grupo que volaba muy rápido llamó nuestra atención (bueno la de Juanjo González que se acababa de unir a nosotros). ¡Eran ortegas! Ave complicada de ver por su magnífico camuflaje y escaso número.
Gracias Fernando García por la foto para ilustrar esta entrada.
La ortega es una de esas especies esteparias que están bajando sus efectivos en los últimos años. En toda España se estiman unos 37.000 ejemplares, unos 10.700 en Castilla y León y, en Zamora, entre 150 y 200 según la Junta de Castilla y León.
Volaban a una enorme velocidad para tirarse en una pequeña vaguada en la que las perdimos de vista aunque las volveríamos a ver más tarde.
Habían pasado tres horas, que se habían literalmente, esfumado, y seguíamos en el mismo lugar. Lugar en el que también pudimos disfrutar de perdices comunes, palomas zurita, mochuelos, aguiluchos laguneros, milanos reales, busardos ratoneros, cernícalos, ánade azulón, pato cuchara, ánade silbón, cerceta común, combatientes y así hasta 43 especies.
El día avanzaba, el hambre azuzaba y decidimos movernos hasta otras zonas de las lagunas, después de un buen bocadillo reglamentario, en las que pudimos disfrutar de tarros blancos, avocetas, ánades rabudos, chorlitos dorados y multitud de pequeños pajarillos que nos hicieron disfrutar de un magnífico día en las lagunas. Primer día de Claudia que según volvíamos repasaba las mas de cincuenta especies que habíamos podido ver. 
Día de grandes observaciones pero, sobre todo, día en el que una futura bióloga conoció el maravilloso lugar que son las Lagunas de Villafáfila.

sábado, 13 de mayo de 2017

Desperzándose de la tormenta

La tormenta acababa de terminar. La lluvia había cesado pero quedaba un poco de viento y la humedad se notaba en el ambiente. Los animales comenzaban a asomar. Los conejos asomaban de sus agujeros y un par de liebres se perseguían inquietas por la pradera cuando un bulto grande llamó mi atención.
Lo normal es que fuera un cernícalo, una paloma, un cuervo, una corneja o un halcón pero esto era más grande de lo normal así es que me acerqué con mucho cuidado. Mi sorpresa fue mayúscula…¡era un búho campestre!
Nunca los había visto subido en un cable. Siempre me los había encontrado en el suelo, sobre un terraplén o un montón de piedras, entre hierbas o volando; nunca lo había visto ahí, en un cable. Me acerqué un poco más.
El precioso búho campestre se desperezó y movió todo su cuerpo sacudiéndose sus preciosas e inmaculadas plumas. El agua que hubiera podido quedar en su exterior salió volando en todas direcciones en forma de pequeñas gotas que huían del movimiento del búho que tembló de abajo arriba en un contoneo espasmódico que hizo moverse a todas sus preciosas plumas.
Plumas que son básicas para poder volar si ruido alguno. Plumas que están aserradas en los extremos para amortiguar el sonido que producen al chocar entre ellas así como su disposición especial que hace que el aire fluya entre ellas y no provoque ningún sonido por rozamiento.
Plumas que le dan un color marrón, rojizo, pardo, blanco, leonado que le hace camuflarse perfectamente entre la vegetación de la estepa. Un color que le camufla como a un fantasma cuando se encuentra en el suelo entre hierbas o arbustos.
Plumas que varían de color de unos ejemplares a otros, haciendo que unos sean mas blancos, otros más tipo leonados o más oscuros. Plumas que en su disco facial son blancas o amarillas sucias; disco facial de plumas rígidas que hacen la función de antena parabólica dirigiendo el sonido que puedan detectar hacia el oído que tiene recubierto de otras pequeñas plumas marrones que levantan cuando están nerviosos o alterados.
Sobre su pico tiene otras pequeñas plumas rígidas que utilizan como el tacto para, por ejemplo, al tocar la carne para dar de comer a sus pollos, les sirven para controlar las distancias y saber que hacer.
Ahí estaba, sobre el cable, observando. Sus grandes ojos amarillos prospectaban alrededor y su especializado sistema de escucha estaría detectando cualquier sonido. Me ignoraba por completo. Se estaba desperezando y yo no suponía ningún problema para él.
Ahí subido me mostró sus poderosas garras. Garras largas y potentes con las que se agarraba fuertemente al cable y que son un elemento letal en la caza. Garras que son la finalización de unas poderosas y potentes patas recubiertas de plumas blanco amarillentas.
Se volvió a sacudir y levantó el vuelo. Un vuelo silencioso y limpio que le llevó a comenzar un vuelo de reconocimiento en busca de posibles presas. El búho campestre, la más diurna de nuestras rapaces nocturnas, voló alrededor y se perdió en la estepa castellana.

martes, 29 de noviembre de 2016

Villafáfila: una esperanzadora invernada.

El pasado 2 de noviembre escribía en una anterior entrada: “Actualmente habrá entorno a 500-600 gansos en toda la Reserva; cifra irrisoria que como no haga más frío en el centro y norte de Europa y aquí llueva, no van a venir, ¿para que desplazarse miles de kilómetros si tienen comida suficiente en el centro de Europa?”
La primera circunstancia ya ha sucedido. En el norte de Europa han caído las primeras nevadas y el tiempo ha cambiado, algo que no hacía por esta época en los últimos años, circunstancia que ha empujado a miles de ánsares a desplazarse hacia el sur, con lo cual, en el último censo efectuado en la reserva el pasado día 15, se contabilizaron algo más de 4.000 ejemplares pero, ahora y después de mi última visita el pasado día 25, esa cifra, estoy seguro que ha aumentado más.
Esto es un motivo de alegría ya que hacía varios años que no había esa cifra en las lagunas de Villafáfila en la época en la que nos encontramos pero, la segunda circunstancia debe de suceder; hay muy poca agua en la reserva, es imprescindible que llueva, que las lagunas se vayan llenando sino, todos esos miles de ánsares que están viniendo y llegando a la reserva se irán, buscarán otro lugar con agua para poder pasar el invierno. En el último fin de semana ha llovido, espero que sea un comienzo en la acumulación de agua para las maltrechas lagunas de la reserva.
Un hecho que indica que vienen nuevos ánsares es el poder leer y estudiar el movimiento de los que están marcados con un collar; así, por ejemplo, el primer collar que he leído este año (que ya he visto en tres ocasiones) es de un ejemplar que nunca había invernado en España (si hubiera venido, seguramente, en algún momento, se le habría podido ver). Este ganso común es el TJE y fue anillado en Noruega el 29 de junio de 2010, siempre había invernado en Holanda y Alemania, nunca había bajado más al sur de esos países porque, seguramente, no le había hecho falta desplazarse más pero, en esta ocasión, ha bajado hasta aquí; el frío y la nieve que ha tapado sus zonas de alimentación le ha empujado hasta nuestras latitudes.
Otro ganso nuevo es el del collar “raro”, me explico, el pasado día 11 Alfonso Rodrigo y yo más tarde pudimos ver un ganso con collar azul LZ5 que descansaba en la laguna de San Pedro; lo curioso de este collar es que tiene la letra L puesta al revés. Este ganso fue anillado el 16 de junio de este año en Noruega y es su primer avistamiento y su primera migración en la que ha llegado hasta las lagunas de Villafáfila.
Esperemos que estos dos días haya caído la suficiente agua para que, al menos, no se vayan los ánsares que ya han llegado. Con ellos, casi siempre, viene algún infiltrado, como la barnacla cariblanca que nos acompaña desde el pasado 1 de noviembre.
Las grullas están en los números más altos de este año, hay alguna más de 1.000 y entre ellas siempre aparece alguna anillada como es el caso de dos ejemplares que pude ver y que iban juntos a todos lados, no se separaban ni un instante; la lastima es que de los dos, solamente pude leer una, ya que la otra siempre me ocultó una de las patas pero, lo que si es seguro, es que las dos están anilladas en Alemania.
La grulla con código BuBuR- YGY es muy curiosa porque no tiene informe de datos pero si tiene 5 observaciones: 3 en Alemania y 2 en España. Presumiblemente fue anillada en Alemania el 13 de octubre de 2008 y solamente se ha visto allí, hace tres años en Villafáfila y la observación del otro día. La verdad es que me quedé con las ganas de saber la historia de la otra grulla porque al ir siempre juntas podría suceder que tuviesen una historia tan singular y hermosa como la de dos grullas que pude observar en noviembre de 2014 (pinchar aquí para recordarla).
Azulones, combatientes, ánade rabudo, silbón, cerceta común, tarro blanco, agachadizas, gaviotas reidoras, estorninos negros y pintos, aguiluchos laguneros o cernícalos vulgares son algunos de los habitantes de las lagunas que se pueden ver estos días al igual que los espectaculares y preciosos búhos campestres.
La invernada tiene muy buena pinta esperemos que llueva lo suficiente y se cumplan las expectativas...

viernes, 18 de noviembre de 2016

Búhos campestres y ánsares en Villafáfila.

El sol había salido hacía pocos minutos pero las nubes ocultaban su luz dando un aspecto triste y desangelado a la mañana. Acababa de llegar a las Lagunas de Villafáfila e iba en busca de los habitantes principales en esta época, los ánsares, cuando, según avanzaba, comenzaron a levantarse búhos campestres a ambos lados. Era increíble. Se levantaban, volaban unos metros y se volvían a posar. 1, 2, 3, …16 preciosos búhos campestres aparecieron ante mi asombro y mi cara de incredulidad.
No esperaba encontrármelos y, muchas veces, cuando surge algo que no esperabas la sensación es de perplejidad, admiración y un asombro que pasa a ser una maravilla cuando los disfrutas a placer; cuando los puedes observar en todo su esplendor, observar sus grandes y preciosos ojos, sus inmaculadas plumas, sus fuertes patas y las diferencias de tono en sus colores.  
Había más de 16, seguramente estarían entre 20 y 30 pero era imposible contarlos. Su penetrante mirada me taladraba como una afilada lanza. Sus preciosos ojos amarillentos no dejaban de observar al intruso.
El búho campestre es un invernante común en España llegando desde zonas nórdicas y rusas; hasta hace pocas décadas no criaba aquí, pero desde los años noventa del siglo pasado cría en nuestra tierra, sobre todo en Tierra de Campos, donde encuentra una buena despensa de comida necesaria para sacar adelante a sus pequeños.
El búho campestre es la rapaz nocturna más diurna, se alimenta fundamentalmente de pequeños roedores, siendo junto con otras rapaces un fantástico controlador de sus poblaciones. Mucho mejor que el maldito veneno o las quemas. De entre todos ellos, dos me llamaron poderosamente la atención. 
El primero estaba posado en un campo cuando comenzó a mover el cuello y el cuerpo de una forma convulsiva, como cuando tenemos ganas de vomitar y, ante mi asombro, abrió el fuerte pico y vomitó una egagrópila, es decir, estaba devolviendo una especie de bola con todas las partes que no puede digerir de sus presas (huesos, plumas…) el proceso es similar a cuando los gatos devuelven una bola de pelo. Estas egagróplias son una fuente de información ya que con su estudio se puede saber la alimentación de esa rapaz.
El segundo por su color. Era mucho más blanco que los demás, me recordaba a los búhos de las películas de Harry Potter. Era realmente precioso.
Al ver posado al búho campestre en el suelo tienes la sensación de que se va a caer de cabeza, que va a perder el equilibrio, ya que está de una forma muy horizontal, casi paralelo al suelo, no como otras rapaces nocturnas que están muy verticales. La explicación de esa postura es muy sencilla: como pasa gran parte de su tiempo posado en el suelo, tiene que adquirir una posición que no destaque demasiado; si estuviera más vertical se le vería inmediatamente en la llanura; por el contrario otras rapaces nocturnas están mucho más verticales porque tienen que pasar desapercibidas en lo alto de un árbol y deben asemejarse a las ramas que están a su alrededor.
Dejé a los búhos campestres y busqué a los ánsares que este año, toquemos madera, parece que, hasta estos momentos, han venido más que los que había, por estas fechas, el año pasado. Actualmente hay algunos más de 4.000 y, entre ellos, mis dos primeros ánsares caretos (en una visita anterior), un par de ánsares con collar y al ánsar chico que nos ha estado volviendo locos durante las últimas semanas.
El pasado verano José M. San Román descubrió un ánsar chico en el Centro de Interpretación y, a principios de septiembre, Alfonso Rodrigo descubrió que portaba una anilla, lo cual, en principio era síntoma de que procedía de una colección privada o un parque.
Durante las últimas semanas se ha visto un ánsar chico entre los grupos de ánsares salvajes que se mueven por las lagunas surgiendo la duda de si era el mismo ejemplar.
El pasado día 12 lo pude ver en una zona de la Salina Grande entre un grupo de ánsares comunes que llegaban volando. Me llamó poderosamente la atención su gran cojera y el enorme barrado, no se parecía al del ejemplar que había visto el pasado 30 de septiembre en las lagunas del Centro de Interpretación. Como no pude verle la anilla surgió la duda. ¿Era el mismo?
En días sucesivos otras personas lo han conseguido ver y certificar que tiene la anilla al igual que lo he visto hoy, con lo cual, la duda y el misterio se han resuelto. 
Es un ave preciosa y verlo entre los ánsares comunes es especial y, si fuera un ave que viniera con ellos desde el norte de Europa, sería un auténtico lujazo. Hay más ánsares, collares pero eso será otra historia.

martes, 13 de enero de 2015

Barnaclas carinegras y búhos campestres en Villafáfila.

Después de muchos días de nieblas y nieblas en las lagunas de Villafáfila salió el sol así es que para allí que me fui huyendo de la cerrada niebla que cubre Zamora desde hace semanas.
Mi esperanza era poder encontrar alguna de las barnaclas carinegras que Cristian Osorio, Manuel Rodríguez y Blanca Arenaz habían descubierto el pasado día tres y que desde el día después que fueron vistas por J.Alberto Fernández, Iker Fernández y Cristian Osorio no se habían vuelto a localizar.
Nunca había visto una barnacla carinegra en libertad y mi claro objetivo era poder encontrar alguna de ellas, si es que todavía seguían por la zona.
La niebla me acompañó hasta casi llegar a Villarrín donde un sol majestuoso iluminaba los campos, que gusto da ver el sol después de tantos días de nieblas, nieblas y más nieblas. Según llegaba a la laguna de San Pedro cientos de gansos bajaban haciendo piruetas y cabriolas en el aire acompañados de un ruido característico en el batir de sus alas. La laguna se llenó de ruidosos gansos que bajaban a beber y bañarse.
Después de buscar entre todos ellos encontré un ganso con un collar azul, el Gfc que fue anillado en Noruega el 7 de julio de 2008 y que es la primera vez que se ve en Villafáfila ya que siempre que había venido a España se le había visto en la Laguna de la Nava además de en Noruega, Holanda y Alemania.
En la Salina Grande nos reunimos J.M. San Román, Juan Román, Cristian Osorio y yo con la intención de encontrar las barnaclas; al cabo de unos minutos de búsqueda apareció una de ellas.
Una cabeza negra asomaba por la línea del horizonte: "¡Tengo una barnacla!" Dije emocionado. Nunca había visto una. Era mi primera barnacla carinegra y era en un lugar tan especial como las lagunas de Villafáfila, entorno en el que es muy, muy raro verlas. La última cita de esta especie en las lagunas fue en febrero de 2010.
La barnacla carinegra se movía por debajo de la línea del horizonte, solamente veíamos su negro cuello, poco a poco, se fue moviendo hasta que conseguimos verla entera. Caminaba rápido entre los gansos, iba sola pero decidida. Lo primero que me llamó la atención fue su pequeño tamaño en comparación con los gansos que la rodeaban y la rapidez de movimientos que tenía, tanto a la hora de desplazarse como de comer.
Este año, en la península ibérica, está siendo especialmente pródigo en avistamientos de barnaclas carinegras, se han visto desde Cádiz hasta La Coruña, Pontevedra o Asturias, pasando por Salamanca, Valencia, Guipuzcoa o Extremadura cuando lo normal es que los avistamientos fueran generalmente en la costa Cantábrica, siendo un lugar prácticamente fijo de invernada Santoña. Con todos estos avistamientos había más probabilidades de que, este año, se viera alguna por las lagunas de Villafáfila donde es bastante raro poder observarlas.
Esta barnacla es de la subespecie nominal, Branta bernicla bernicla, que cría en las costas árticas de  Siberia (zona centro y occidental), invernando en Inglaterra, Alemania y Francia de donde habrá venido hasta nuestra tierra.
Después de observarla detenidamente y comprobar que finalmente estaba sola nos cambiamos de lugar de observación; nos movimos hasta la laguna de El Roal donde un gran bando de gansos se movía delante y detrás de la laguna; buscábamos un ganso careto grande que había visto antes de estar con Cristian. El ganso careto no apareció pero Cristian localizó otras dos barnaclas carinegras que se encontraban comiendo entre cientos de gansos. Habíamos localizado tres de las cuatro que se habían visto hacía unos días. La distancia era enorme con lo que las fotografías eran imposibles de realizar, había que disfrutarlas.
Al igual que la anterior eran de la misma subespecie; se movían ágiles y rápidas entre los gansos que parecían enormes a su lado. Las tres barnaclas carinegras han tenido que realizar un viaje enorme desde sus lugares de cría, un viaje increíble de miles de kilómetros..
No solamente vimos las barnaclas carinegras sino que otra ave impresionante estuvo presente durante todo el tiempo que estuve en las lagunas, el búho campestre.
Es la rapaz nocturna más diurna y nos lo demostró fehacientemente ya que, a cualquier hora del día, volaba buscando pequeños roedores u observaba desde cualquier terruño o cuneta. Disfrutamos de su vuelo majestuoso, de su penetrante mirada e incluso pudimos ver intentos de caza. Es una rapaz bella, hermosa, espectacular y con un encanto especial.
Al igual que con las barnaclas carinegras este año esta siendo especialmente pródigo en la observación de búhos campestres; he podido ver, varias veces, más de cuarenta ejemplares juntos en otro punto de la provincia de Zamora al igual que J. Alberto Férnandez y José Rey que los han visto en diferentes puntos de nuestra comunidad como nos contaron en sus magníficos blogs.
Pero, como digo siempre, en Villafáfila siempre hay algo más y también pudimos ver pato cuchara, ánade azulón, ánade rabudo, ánade silbón, ánade friso, cerceta común, cigüeña blanca, avoceta, tarro blanco, garza real, avutarda, aguilucho lagunero, busardo ratonero, halcón peregrino, mochuelo, milano real, aguilucho pálido, agachadiza común, avefría, correlimos común y menudo, chorlitejo grande, zarapito real, cernícalo vulgar y combatiente, además de innumerables pajarillos. Sin lugar a duda, un gran día.