Ahí está quieto, hierático, sigiloso haciendo un equilibrio perfecto en el carrizo que le sirve de percha, de atalaya para otear la superficie del agua en busca de alimento.
Hembra de avetorillo. |
Todo en él está diseñado para vivir en este hábitat. Sus largos dedos y uñas le permiten agarrarse firmemente a estrechos carrizos en posturas dignas de un equilibrista consumado; ya sea boca arriba, boca abajo o haciendo un perfecto spagat. Su largo cuello es idóneo para equilibrarse y estirarlo hacia el agua para poder pescar pequeños peces qué coge al acecho con su largo y fuerte pico. Su plumaje es de un color mimético con el entorno. Está y no lo ves. Está y parece que no está. Está y para poder verlo hay que esperar un movimiento, tener suerte o tener un buen ojo o una mezcla de todos ellos. Está oculto entre los carrizos que lo protegen y cubren como una gran capa de invisibilidad de la que sale cuando él quiere para dejar ver su preciosa figura.
Se mueve. Se estira. Camina por el junco. No pierde de vista la superficie del agua. Espera. Se tensa y se estira lanzándose al agua quedando agarrado solamente por una pata como si de un ancla se tratar. Se vuelve a replegar hacia el carrizo. Ha conseguido su premio.
Varias parejas de avetorillo llegan regularmente todos los años entre marzo y abril hasta nuestro río Duero en Zamora ciudad para criar aquí pero, también, algunos se quedan todo el invierno y no migran hasta África.
Macho de avetorillo con el pico enrojecido. Época de celo. |
Se persiguen de un lado al otro del río, defienden su zona. El intruso no puede quedarse aquí. Vuelan como pequeñas balas que se incrustan en los carrizales donde continúan sus disputas y persecuciones.
Su voz ronca, suave, de tono bajo resuena en el carrizal. Es un avetorillo macho que llama a la hembra que ha salido de la profundidad del carrizal al borde. Se asoma. Se deja ver. Su cuerpo se contorsiona en los finos tallos del carrizo. Es su momento de exhibición. Es su momento de emparejamiento.
Hace unos días J. Alfredo Hernández me comentó un comportamiento del avetorillo que no conocía y que me resultó verdaderamente impactante a la par que sorprendente. En Salamanca, José Luís Rodríguez Esteban, Alberto H. Romo y Carlos Aldea Dorado descubrieron y documentaron un hecho insólito que nunca se había descrito: la utilización por parte del avetorillo de cebos vivos para atraer a los peces y así tener más oportunidad de capturarlos; en el siguiente enlace podéis ver esta increíble manera de pescar que tienen el avetorillo y que nunca he visto. Enhorabuena a sus descubridores.
Sin lugar a dudas un documento único, sobre para mí, la desconocida habilidad del avetorillo de pesca con cebo. Sapeau para los autores de la filmación. Un fuerte abrazo José.
ResponderEliminarDesde luego es impresionante. Gracias por el comentario. Un saludo.
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