sábado, 9 de agosto de 2014

El pequeño corzo.

En el lugar que estoy pasando el verano no dispongo de internet con lo cual actualizar el blog es complicado pero eso no quita que no tenga vivencias que contar, algunas de ellas muy difíciles de olvidar. Quiero empezar con la historia de un pequeño corzino.
El pequeño corzino crece con rapidez; ha pasado una de las épocas más críticas de su vida. Ha estado oculto entre las hierbas, quieto, inmutable, hierático, sin casi respirar, esperando la señal de su madre, esperando su llegada,  se acercará a él cauta, recelosa, tomando todas las precauciones posibles ya que hay peligros por todos lados.
La corza llegará hasta donde se encuentra su pequeño. Le dará de mamar sin perder tiempo y le lamerá para eliminar todo posible rastro de olor que un depredador pueda detectar. Lo Hará rápido. Debe evitar estar mucho tiempo junto a él, sería una señal inequívoca de que tiene un pequeño, una señal que los depredadores esperan para tener una oportunidad. La corza se aleja pero permanecerá atenta por si algún peligro afecta a su cría, si así fuera sería capaz de exponerse para salvar a su pequeño corzino.
Ese tiempo ha pasado pero no el peligro. El pequeño corzino tiene aproximadamente un mes y ya sigue a su madre, ya puede correr pero los peligros siguen acechándole y su madre lo esconde todavía durante gran parte del día.
La corza llega hasta donde ha quedado su pequeño que ha cometido la imprudencia de salir de sus altas hierbas, de su escondrijo. La corza lo observa y lo llama. Un pequeño y corto chillido hace que el pequeño levante la cabeza y se acerque rápidamente hasta su madre. Se saludan tiernamente. Se reconocen. Han conseguido sobrevivir un tiempo más.
Es hora de comer y el pequeño tiene hambre. Se acerca pero su madre le rechaza con una suave patada que le deja claro que no es momento de mamar, debe de aprender una nueva lección.
El corzino camina pegado a su madre que observa  recelosa cualquier movimiento de la pradera. Camina. Se para.  Escucha. Debe estar segura de sus movimientos.
Se tranquiliza y le enseña a su pequeño cuales son las flores más suculentas, las que debe de comer. Las que se pueden encontrar en esta época del año. El pequeño la observa y aprende. Imita a su madre y come las mismas flores que come ella.
Continúa el aprendizaje. La corza enseñará todo a su pequeño. Lo protegerá e intentará por todos los medios que le imite y que no cometa imprudencias que pueden costarle la vida.
La corza es joven. Probablemente será su primera cría ya que las corzas primerizas tienen un solo corzino pero a partir del segundo parto el índice de probabilidades de tener dos es muy elevado, es un método de supervivencia, es una manera de aumentar las probabilidades de que uno de los dos pequeños corzinos sobreviva.
Según pasen los días estarán cada vez más tiempo juntos. El pequeño se irá haciendo más fuerte. Crecerá rápidamente y seguirá a su madre en todo momento pero la corza, en esta época, tiene otra preocupación, está en celo y un macho siempre anda cerca de ella.
El corzo correrá a su alrededor. Intentará captar su atención. Defenderá su territorio frente a otros machos y no dejará que ningún otro se le acerque. El corzo emitirá un ladrido ronco. Seco. Corto que avisará a todos que él está allí, en su territorio.
Si algún otro macho se aproximara más de la cuenta lo perseguiría y lo echaría, si aún así volviera se enfrentaría a él con todas sus fuerzas. Defendería su territorio e impediría  que se acercara a la corza. Como vencedor saltaría entre los brezos con las cuatro patas juntas, como si tuviera muelles, como si fuera un juguete articulado. Alegre. Orgulloso.
Más tarde se apareará con la corza y en ese momento sucederá otra de las particularidades de los corzos (no solamente de ellos, hay otros animales que hacen lo mismo, por ejemplo el tejón). Esta particularidad es la implantación retardada del óvulo, es decir, pueden guardar el óvulo fecundado un tiempo determinado; quedarán preñadas en verano pero hasta los primeros meses del siguiente año no se desarrollará para nacer en primavera donde encontrará las condiciones ideales para intentar sobrevivir: abundancia de comida, altas hierbas en las que esconderse y buena temperatura todo lo contrario de lo que hubiera tenido si hubiera nacido en otoño donde comienza a hacer frio, hay poca comida y las hierbas donde esconderse de los depredadores escasean.
La corza estará con el macho un tiempo pero no dejará nunca desatendido a su pequeño que depende totalmente de ella para poder sobrevivir. Continúan por la pradera. Continúa el aprendizaje. Continúa la supervivencia.

6 comentarios:

  1. Que guapa entrada!!...Tanto fotos como el texto.Salud!!

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  2. Fotazas y bonita historia. Te ha quedado una entrada estupenda.
    Saludos desde León

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    1. Hola J. Alberto gracias por el comentario y seguir el blog. Un saludo.

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  3. Saludos, he estado leyendo en la tarde de hoy tus aportaciones, te felicito. Amena y alecciona te lectura del ambiente que te rodea. Gracias por compartir. Continúa haciéndolo. Walter.

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  4. Bonita y completa lección sobre la biología de los corzos, con unas fotos súper chulas, nada fáciles de conseguir con estos esquivos animales.
    Un saludo

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