Ayer, 14 de marzo se cumplieron treinta y cinco años de la
muerte de Félix Rodríguez de la Fuente y, casualmente, también cumpliría 87
años ya que nació y murió el mismo día.
Hace dos años escribí en el blog una entrada de la que
quiero recuperar ciertos pasajes ya que es una entrada con profundos
sentimientos y emociones muy internas que me sucedieron cuando era muy pequeño
pero que las recuerdo con total nitidez.
Mucho se ha escrito de él y su vida; alabanzas, parabienes y
críticas; así es que no voy a repetir lo sobradamente conocido; pero quiero
intentar transmitir en esta entrada la importancia que tuvo para mucha gente,
sobre todo niños, entre los que me incluyo.
Al darse la coincidencia de que nació y murió el mismo día
me gustaría felicitarle como si cumpliera esos 87 años y darle las gracias por
todo lo que ha supuesto para mi.
Gracias Félix por abrirme los ojos: a finales de los años
setenta yo era un pequeño niño inquieto, movido, al que le interesaban todas
las cosas que no sabía o no entendía, que se escapaba los viernes por la noche
de la cama (no podía despertar a mi hermano que era más pequeño) y se sentaba
en el sofá, pegado a la televisión, esperando ansioso a que empezara aquella
música que le erizaba los pelos en cuanto comenzaba a sonar y un mundo nuevo se
abría ante sus ojos. Un mundo maravilloso. Un mundo lleno de situaciones
espectaculares, tiernas, dramáticas, divertidas. Un mundo que estaba allí
fuera, al lado de nuestra casa, en nuestros campos. Un mundo fascinante.
Gracias Félix por enseñarme la naturaleza: los capítulos
de El Hombre y la Tierra marcaron a una generación de niños que
mirábamos fascinados, intrigados, extasiados la naturaleza más cercana, la que
nos rodeaba. Seguimos a los lobos en sus andanzas. Conocimos a Gaspar que era capaz
de romper un huevo con piedras. Vimos cómo una turona defendía a sus crías de
una serpiente. Observamos fascinados y temerosos cuando una nutria cogió a un
cervatillo y lo sumergió en un río. Descubrimos algo que se llamaba lirón
careto o a las grandes aves que eran capaces de coger hasta una cabra y
llevársela o a pequeños pájaros que eran capaces de bucear. Nos adentramos en
madrigueras y huecos de árboles. La fascinación era total.
Gracias Félix por hacernos comprender la importancia de las especies: el embrujo de aquellos capítulos todavía me recorre la sangre (tengo todos y los veo de vez en cuando). Aquel hombre nos enseñó la naturaleza con sus cosas buenas y malas, con sus maravillas y sus problemas, con sus alegrías y sus miserias. Nos enseñó a conocerla, apreciarla y respetarla. Nos enseñó que teníamos que intentar protegerla. Nos mostró animales que podían desaparecer como el lince o el águila imperial y porqué no debían de dejar de existir. Nos mostró el camino a toda una generación de niños. Nos enseñó a valorarla y respetarla.
Recuerdo cuando murió. El impacto que supuso fue tremendo. Me enteré de su muerte en la calle. Había salido del colegio y en el escaparate de una tienda vi una noticia en un periódico que me heló la sangre. Había muerto Félix. El hombre que me había enseñado la naturaleza. Una fotografía con una avioneta estrellada acompañaba la noticia. Era cierto, y una gran lágrima se me escapó en plena calle. Miré a mi madre y me lo corroboró con la mirada y un asentimiento de cabeza que no daba lugar a dudas. Había muerto el defensor de los animales.
Gracias Félix por meternos en el cuerpo el gusanillo del amor por la naturaleza: muchos de esos niños que mirábamos fascinados la televisión dedicaron su vida a la naturaleza, ya fuera de forma profesional o como una maravillosa afición.
Gracias Félix por hacernos comprender la importancia de las especies: el embrujo de aquellos capítulos todavía me recorre la sangre (tengo todos y los veo de vez en cuando). Aquel hombre nos enseñó la naturaleza con sus cosas buenas y malas, con sus maravillas y sus problemas, con sus alegrías y sus miserias. Nos enseñó a conocerla, apreciarla y respetarla. Nos enseñó que teníamos que intentar protegerla. Nos mostró animales que podían desaparecer como el lince o el águila imperial y porqué no debían de dejar de existir. Nos mostró el camino a toda una generación de niños. Nos enseñó a valorarla y respetarla.
Recuerdo cuando murió. El impacto que supuso fue tremendo. Me enteré de su muerte en la calle. Había salido del colegio y en el escaparate de una tienda vi una noticia en un periódico que me heló la sangre. Había muerto Félix. El hombre que me había enseñado la naturaleza. Una fotografía con una avioneta estrellada acompañaba la noticia. Era cierto, y una gran lágrima se me escapó en plena calle. Miré a mi madre y me lo corroboró con la mirada y un asentimiento de cabeza que no daba lugar a dudas. Había muerto el defensor de los animales.
Gracias Félix por meternos en el cuerpo el gusanillo del amor por la naturaleza: muchos de esos niños que mirábamos fascinados la televisión dedicaron su vida a la naturaleza, ya fuera de forma profesional o como una maravillosa afición.
Si algo consiguió Félix Rodríguez de la Fuente fue que
conociéramos, valoráramos, apreciáramos y respetáramos la naturaleza más
cercana, la que está en nuestros campos, en nuestras tierras y que merece toda
nuestra comprensión, reconocimiento y fascinación.
Félix nos enseñó todo eso y mucho más. Seguramente muchos de los que leéis este blog os sintáis identificados con lo que digo; si así fuera, Félix habría hecho un gran trabajo. Siempre le estaremos agradecidos. Gracias Félix.
Félix nos enseñó todo eso y mucho más. Seguramente muchos de los que leéis este blog os sintáis identificados con lo que digo; si así fuera, Félix habría hecho un gran trabajo. Siempre le estaremos agradecidos. Gracias Félix.
Bonito recuerdo al gran Félix y suscribo una por una tus palabras.
ResponderEliminarYo también me acuerdo perfectamente del impacto que me causó su muerte y cómo, después de venir de jugar al fútbol con los amigos, mi madre me dio una voz y me dio la noticia. Me senté a llorar en el rellano de la escalera... Esa recuerdo lo tengo en lo más profundo de mi.
Un saludo.
Antonio Córdoba
Hola Antonio. Esos recuerdos son nuestros, pertenecen a nuestra infancia o juventud, son queridos, admirados y sentidos con una pasión desbordante y única pero lo más importante es el poso que este hombre dejó en muchos de nosotros para toda la vida. Gracias por el comentario y un saludo.
EliminarEmocionado y sentido homenaje al recuerdo de Félix R. Murió demasiado joven, con demasiado todavía por aportar. Toda una generación quedó marcada con su impronta. Yo tambien me encuentro entre ellos.
ResponderEliminarSaludos
Alfredo
Hola Alfredo. Muchos somos los "hijos de Félix", un hombre que supo transmitir como nadie lo ha hecho nunca el amor, respeto y concienciación por la naturaleza y muchos somos los que aportamos con nuestro granito el transmitir ese amor, respeto y concienciación por la naturaleza que nos rodea. Gracias por el comentario.
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