Nunca lo había visto. Lo
había oído en incontables ocasiones pero verlo era una cuenta pendiente. Por
fin lo vi y, como nos tiene acostumbrada la naturaleza en muchas ocasiones, de
la manera más imprevisible e inesperada posible.
Paseaba con mi pequeña por
una zona en la que los había oído en las últimas semanas, se acababa de quedar
dormida cuando, un pequeño bulto, llamó mi atención en una rama: “¿qué es
eso?”, pensé según miraba con los prismáticos. “No puede ser”, fue mi siguiente
expresión. Allí estaba. Dormido. Hecho un ovillo, perfectamente camuflado en su
árbol, pasando su noche, nuestro día.
El autillo es el ave más
pequeña de nuestras rapaces nocturnas, un poco más pequeño que el mochuelo,
realmente es muy pequeño; de 20 cm de longitud, unos 50 cm de envergadura y
aproximadamente 100 gramos de peso.
Verlo es realmente difícil.
Su plumaje lo camufla a la perfección y pasa totalmente desapercibido; plumaje realmente precioso cuando lo ves de cerca y aprecias sus tonos, colores y formas, es verdaderamente una auténtica preciosidad. Si además de su plumaje y pequeño tamaño que lo camuflan a la perfección le unimos que esté dormido y, se encoge, se convertirá en una pequeña bola que pasas por
alto con una facilidad pasmosa pero, en esta ocasión lo vi, no sé como, pero
percibí que estaba allí y mira que lo he buscado innumerables ocasiones
guiándome por su característico cántico y nada de nada pero, en esta ocasión,
sin buscarlo, apareció.
Pero la sorpresa no terminó
ahí ya que detrás de él, en otra rama, todavía más camuflado, había otro
pequeño autillo que estaba pegado al tronco, todavía más camuflado ya que parecía una prolongación del árbol, otra rama del mismo. Era
un poco más pequeño, seguramente el macho.
Estaba la pareja. Nunca había
visto ninguno y ahora, ante mí, tenía dos; una preciosa pareja que se empareja
de por vida y que criará en nuestra tierra hasta que, cada otoño, emigre a
África reuniéndose en pequeños grupos.
Esta pequeña preciosidad se
alimenta, fundamentalmente de insectos, aunque de vez en cuando pueda capturar
pequeñas lagartijas o roedores. No se movieron en ningún
momento de su posadero diurno. Allí los dejé. Tranquilos. Seguros en su viejo
árbol.
La población de autillos en
Zamora ciudad ha disminuido considerablemente o, por lo menos, es mi opinión ya que, donde antes había, desde hace algunos años, han dejado de cantar y es una
maravillosa noticia poder encontrarlos nuevamente y, todavía más, verlos por
primera vez. Un auténtico privilegio y gozada que esta pequeña rapaz nocturna
vuelva a donde siempre estuvo.
Que guapos son los autillos, enhorabuena!!! Preciosa entrada Pepe, un abrazo desde Cantabria.
ResponderEliminarGracias Germán. Era la primera vez que lo veía y, te aseguro, que me encantó. Es un ave preciosa.
ResponderEliminarJo, que envidia. Yo llevo por lo menos 10 años buscándolos por mi zona y ¡No los he visto!. Los oigo cantar todas las primaveras pero, aparte de algún vuelo a la luz de una farola, no he sido capaz de ver ninguno dormido.
ResponderEliminarEn mi defensa diré que aquí los árboles donde suele estar son muy altos ;)
Muchas gracias Guillermo. Cuando menos te lo esperes o lo busques...aparecerá. Un saludo.
Eliminar¡Qué encuentro tan bonito has tenido, José!
ResponderEliminarOjalá que a 'Ojolince y Sra.' nos suceda lo mismo un año de estos, pues ya son bastantes los que llevamos escuchándole en el pinar próximo a casa, e incluso desde casa, sin suerte de localizarle.
Sabemos lo difícil que es, pero no perdemos la esperanza de que algún día surja el feliz encuentro.
Amena y bonita crónica con gran final!!
Un saludo de 'Ojolince y Sra.'
Muchas gracias. Fue un encuentro inesperado pero muy deseado después de tanto tiempo intentando verlo. Un saludo y gracias por vuestro comentario.
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