La mañana estaba heladora. Hacía sol pero el viento
cortaba la cara con fuerza acrecentando la sensación de frío. Una pequeña
neblina se movía por la superficie del río como un fantasma de forma
indeterminada mientras una garza real intentaba pescar en una de las orillas,
un solitario martinete permanecía inmóvil sobre una rama seca y un precioso
Martín pescador se acicalaba delante de la entrada a su nido.
Martinete. |
Garza real. |
Pollada de minúsculos azulones siguiendo a su madre. |
Aproximadamente una hora después, en otro punto del río,
un ligero movimiento entre los carrizos llamó mi atención. Paré. Coloqué el
telescopio y…allí estaba, otro precioso macho de avetorillo bebiendo agua
asomado del carrizal.
El avetorillo es la más pequeña de nuestras garzas pero
es tremendamente hermoso y espectacular de poder ver. Se esfumó pero sabía por
donde se movía así es que esperé a que volviera a aparecer…y apareció.
El avetorillo es un ave esquiva, mimética, cuyo plumaje
le hace pasar totalmente desapercibido entre los carrizos de la orilla. Es un
ave de costumbres crepusculares qué se mueve perfectamente entre los carrizos
agarrándose a ellos con una soltura y elegancia sorprendente.
Todo él está diseñado para vivir en este hábitat. Sus
largos dedos y uñas le permiten agarrarse firmemente a estrechos carrizos en
posturas dignas de un equilibrista consumado. Su largo cuello es perfecto para
equilibrarse y estirarlo hacia el agua para poder pescar pequeños peces qué coge
al acecho con su largo y fuerte pico. Su plumaje es de un color mimético con el
entorno. Está perfectamente adaptado a la vida entre los carrizos.
Allí estaba. Mimético. Hierático. Sin inmutarse lo más
mínimo. Se sentía seguro. Se sentía oculto entre los carrizos que lo protegen y
cubren como una gran capa de invisibilidad. Sus largos dedos se agarran a los
pequeños carrizos como si de ventosas se trataran adoptando posturas imposibles
para cualquier otra ave. Se movió y voló. Pero lo hizo hacia mi. Se posó
todavía más cerca, al descubierto, en la misma orilla.
Ahora estaba nervioso, intranquilo ya que se puso en la
típica postura que los avetorillos adoptan cuando están intranquilos o
nerviosos. Estiró su cuerpo cuan largo era y levantó el cuello verticalmente,
se puso como si fuera una vara, rígida, inmóvil, como si fuera una caña más del
entorno.
Pasados unos minutos se relajó y adoptó una postura
imposible, estaba haciendo un “spagat” sobre dos ligeros juncos mientras no
quitaba ojo de la superficie del agua. Estaba intentando pescar, hizo varios
intentos pero no consiguió nada así es que se estiró y con una gran agilidad
comenzó a caminar entre los juncos y cambió de ubicación.
En el tramo urbano del río Duero a su paso por Zamora
tenemos varias parejas de avetorillos que llegan regularmente todos los años
entre marzo y abril para criar aquí pero, también, algunos se quedan todo el
invierno y no migran hasta África. Es un verdadero lujo poder disfrutarlos y
admirar sus delicados movimientos, sus posturas increíbles, su belleza…como
tuve la suerte de hacer con este precioso avetorillo macho durante bastante tiempo en la fría mañana de
abril.
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