Los verdaderos protagonistas de la salida fueron los
alcatraces. Una ave excepcionalmente bella que nos deleitó con sus vuelos,
pasadas y picados (muchos menos de los que hubiéramos deseado). Entre pardelas
y gaviotas siempre aparecía un alcatraz.
Siempre los había visto de lejos, desde la costa, y
cuando los ves más cerca te das cuenta de lo grandes que son. Su envergadura
puede llegar a casi dos metros. Aparecen planeando. Se aproximan. Giran y, de
repente, se lanzan en un picado asombroso, a una velocidad de vértigo, puede
llegar a 100km/h, para atravesar la superficie del mar como una auténtico
misil. Saliendo majestuosos y elegantes segundos después con su premio para iniciar
una carrera sobre el agua que les permitirá remontar el vuelo nuevamente.
Dos curiosidades me surgieron mientras los veía desde el
barco; la primera el nombre; la segunda, ¿cómo soportan el impacto con el agua
a esa velocidad? Como he sido curioso desde pequeño me puse a investigar.
Sabía que su nombre provenía del árabe pero nada más;
resulta que, efectivamente, proviene del árabe hispano pero hay varias
posibilidades. La partícula “al” significa “el”o “la” y qatras "caminar
arrogante", con lo cual sería: “el que camina arrogante” (según la DRAE). Pero
hay una segunda opción, que venga de al-gattas que significa “el zambullidor”
(según American Heritage). Como no hay dos sin tres tenemos una tercera
posibilidad, según el diccionario Webster, proviene de al-gadus, “el portador
de agua”.
Los alcatraces seguían pasando. El movimiento era
constante y la actividad frenética. Actividad que se vio sacudida por alguien
que gritó: “¡Soplo a las nueve!”. Automáticamente todos buscamos en esa
dirección. Allí estaba. Un pequeño soplo se veía en el agua…¡y una aleta! Eran
delfines comunes.
La verdad es que no sé si nos acercamos nosotros o fueron
ellos los que vinieron a vernos; el caso es que estuvieron un rato jugando
alrededor del barco, tanto en los laterales como por debajo del casco. Parecía
que se divertían; para ellos era como un juego, como cuando nuestros niños van
al parque y se montan en un columpio o bajan por el tobogán.
“Están a babor”. “Ahora en proa”. Se movían de un lado
para otro, saltaban o se giraban bajo el agua. Ellos disfrutaban de nosotros y
nosotros de ellos. La familia de delfines comunes desapareció y continuamos con los alcatraces.
Es
increíble como entran en el agua. Este pequeño misil tiene una adaptación
perfecta de su cuerpo para poder pescar de esta forma. Cuerpo alargado, alas insertadas
muy adelante para plegarlas a la entrada del agua, cola corta y patas palmeadas
que utiliza dentro del agua para perseguir a los peces, pico fuerte y largo
para captúrarlos, agujeros nasales y
oídos que cierra para que no le entre agua; todo está adaptado para lanzarse en
picado, introducirse en el agua y capturar a los peces, pero ¿cómo soportan el
impacto con el agua a esa velocidad?
La naturaleza y la evolución son sorprendentes. Los
alcatraces tienen debajo de la piel de su cara y del pecho unos sacos de aire
que llenan cuando va a entrar en el agua amortiguando el impacto.
Seguían pasando cerca nuestro. Mostrándonos toda su
belleza; da igual la edad que tengan, todos, desde los juveniles hasta los adultos
(consiguen el plumaje de adulto a los cinco años) son increíblemente hermosos.
En las siguientes fotografías se puede ver la evolución de su plumaje desde un
juvenil nacido este año en cualquier lugar de Escocia hasta un adulto con su
inmaculado plumaje.
Para alguien de interior estar en alta mar es un cúmulo
de sensaciones que te embriagan, que te entran por los cuatro costados: el
viento, el agua, el color, las olas…que duro debe de ser vivir y trabajar en el
mar, duro y hermoso, peligroso y mágico, eso es el mar.
Pardela balear entre gaviotas. |
Gaviota sombría. |
Gaviota patiamarilla. |
Pequeños pajarillos volaban exhaustos en la inmensidad
del mar; nos pasaron mosquiteros, alondras y bisbitas. Muchos de estos
pajarillos llegan sin fuerzas a los acantilados de la costa desde donde una
pareja de halcones los vigilan para caer sobre ellos, son comida fácil y
rápida; así es la naturaleza cruel y hermosa a partes iguales, unos mueren y
otros sobreviven.
Una solitaria alca común flotaba en la lejanía mientras
un grupo de ánades silbones volaban en dirección a la costa. Dimos la vuelta. Volvíamos
a tierra. El movimiento comenzó a decaer pero las gaviotas y alcatraces seguían
apareciendo mientras gaviones y pardelas no dejaban de visitarnos esporádicamente.
Mirando las fotos de los alcatraces me surgió otra curiosidad
sobre ellos: las líneas de las patas, ¿qué significaban?
Esas finas líneas que tienen en pata y pie marca la
diferencia entre ver un macho o una hembra, así, si son líneas de color verde
azulado es una hembra, por el contrario, si es verde amarillenta es un macho. Realmente
curioso.
Cruzamos, nuevamente, junto a los acantilados del monte Buciero desde
donde un halcón, apostado en un árbol seco, nos observaba expectante esperando a
uno de esos pequeños pajarillos que llegan a la costa sin fuerzas. Llegamos al muelle. Nos despedimos y volví a casa con la
mente llena de imágenes, sensaciones y recuerdos que nunca olvidaré. Fue mi
primera salida pelágica y, espero, que no sea la última.
bravo me a gustado mucho leerte esta muy bien explicado
ResponderEliminarMuchas gracias Paco. Un saludo.
EliminarEncantada com tanta beleza compartilhada! Sou muito grata em poder visitar um blog com tanta lindeza e aprendizado sobre a natureza!
ResponderEliminarUm beijo
Muchas gracias por tu fiel comentario.
EliminarMe alegra ver que disfrutaste con la salida a la mar, la verdad que es una gozada ver a esos bichos hacer picados desde cerca. Buen reportaje marinero José, saludos desde el Cantábrico.
ResponderEliminarHola Germán. Espero que en la próxima visita podamos coincidir. Un saludo y gracias.
EliminarInteresante lo del nombre.
ResponderEliminarEs un ave que me encanta. He tenido la suerte de verlos en la isla de Grassholm, donde crían miles de alcatraces y el cielo por momentos se cubre con aves que vuelven con sus buches repletos a alimentar a sus crías.
Más alucinante los precipicios de Bempton Cliffs, donde, desde la barandilla que protege la caída, los ves pasar a tu nivel. Estuvimos horas y horas viéndolos y haciendo fotos.
Y conservo una cicatriz en la pantorrilla de un piquero de patas azules que no le gusto nada que pasara cerca de su nido.
Me ha encantado el report.
Saludos José.
Vaya suerte y privilegio poderlos ver criando a cientos...Un saludo.
EliminarMuy buena entrada José. Una gozada disfrutar de la salida contigo, y muy buena la foto del delfín, me ha encantado.
ResponderEliminarSaludos
Gracias Gonzalo. Fue un placer conoceros a ti y a tu padre y compartir la salida con vosotros. Un saludo.
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