Las riberas sayaguesas son un paseo estimulante y maravilloso en primavera. El agua, los colores, los sonidos y los silencios se entremezclan formando un conjunto de sensaciones que te van abordando según caminas por sus orillas.
Por una de esas riberas salpicadas de viejos molinos anduvimos hace unos días. Las flores formaban grandes alfombras que cubrían la superficie del agua entre las que sonaba y resonaba el croar de las ranas que tenían un coro de concurso mientras un alcaudón común vigilaba desde su atalaya o un cuco entonaba su melancólico canto entre los árboles.
En esta época del año hay unos habitantes muy especiales en la ribera, los galápagos europeos.
En esta visita teníamos compañía: tres curiosos niños querían ver los galápagos, mi hija, ducha en estos menesteres hacía de orgullosa anfitriona ante sus amigos que caminaban expectantes hasta que descubrimos los primeros galápagos.
Galápagos esquivos y escurridizos que nos obligaban a descubrirlos de lejos y acercarnos con enorme sigilo para poder verlos ya que al menor ruido se lanzaban rápidamente al agua, a la protección del riachuelo.
Niños que sabían cómo debían de comportarse para poder observarlos y lo hicieron tan bien que pudieron disfrutar de un buen número de ejemplares y algunos de ellos muy cerca ante su asombro y sorpresa.
En cuanto los rayos de sol iluminaron la rivera aparecieron. Ahí estaban termorregulándose sobre las rocas y, ante el mínimo atisbo de peligro, lanzándose a la seguridad del agua.
La ribera está preciosa. Flores. Verde. Cánticos de pájaros, de ranas nos acompañan en el recorrido y, las mariposas, que despliegan toda su belleza de color y diseño en cada recodo del riachuelo.
Los galápagos europeos seguían apareciendo asomados en la superficie del agua o sobre las rocas; ahí estaban, soleándose, alerta. No todos los galápagos que vimos fueron europeos también vimos un ejemplar de galápago leproso en compañía de varios europeos sobre las rocas de la orilla.
Galápago europeo arriba y leproso al borde del agua. |
La hembra saldrá del agua, hará un agujero y pondrá alrededor de dieciocho huevos que eclosionarán en más o menos dos meses. Este proceso de puesta y el nacimiento de los pequeños galápagos es un periodo crítico en la vida de las hembras y de las crías que pueden llegar a ser predadas en más de un noventa por ciento, cifras enormes que suponen una gran perdida de ejemplares.
Alcaudón común. |
Las riberas sayaguesas albergan una de las últimas buenas poblaciones de galápago europeo catalogado como "vulnerable" siendo "...el sur-oeste de Zamora y alguna zona del norte, oeste de Salamanca y el sur de Ávila donde se presentan las mejores poblaciones...El mayor número de ejemplares observados se presentan en el cuadrante suroeste de Zamora y en el cuadrante noroeste de Salamanca. Cabe destacar también un núcleo importante en al norte de Zamora y toda la franja oeste y sur de Salamanca" (Extraído del magnífico trabajo: "Distribución y estado de conservación de los galápagos autóctonos, Emys orbicularis y Mauremys leprosa en Castilla y León". De Gonzalo Alarcos, Fabio Flechoso, Miguel Lizana, Jaime Madrigal y Francisco Álvarez).
Las poblaciones de galápagos van disminuyendo poco a poco. Los científicos exponen diversas razones de esta decadencia. Entre ellas destacan la destrucción de su hábitat, la introducción de especies exóticas y la fragmentación de sus poblaciones.
La ribera por la que íbamos tenía algo más: etnografía e historia salpicada de viejos molinos que nos cuentan sus vidas pasadas como viejos fantasmas que resurgen del olvido. Un ejemplo es el molino de la Resbaladera en el que entramos y pudimos disfrutar de su rehabilitación para contar su existencia a todo aquel que quiera pasar por allí.
Molino, aserradero, batán y mini central eléctrica que fue evolucionando con los tiempos hasta desaparecer y ser recuperado para contarnos su dilatada y sufrida historia.
El tiempo pasó volando, la mañana se terminaba; era la hora de comer, Mateo, Pilar, Geno y Manolo nos habían acompañado a Lucía, Isa y a mí en un entorno precioso, entorno en el que habíamos entrado en el territorio de los galápagos europeos, en una de las pocas zonas que van quedando con una excelente población de estos hermosos animales.
A mis hijos donde haya galápagos o ardillas contentos van. Buen reportaje Jose, un abrazo desde Cantabria.
ResponderEliminarLa mía también. Le encantan. Un saludo y gracias por visitar el blog.
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